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WHAT'S IN A NAME, 3

Libro que estamos comentando: 
What's in a name

WHAT’S IN A NAME, 3
 
 
Buen día, estimadas personas amantes de ATRAPAVERSOS.
Continuamos con nuestra lectura de Ana Luísa Amaral. Esta semana vamos a leer hasta el poema “Preguntas” de la página 137.
 
En primer lugar, quiero resaltar un par de poemas ya leídos:
 
En el poema “Definiciones” de la página 41, dice Amaral: la tristeza, que no siempre es oscura, / como nos hacen creer, / y a veces se parece al desespero, / ése al que, hace más de un siglo, / una poeta llamó blanco sustento. Y más adelante continúa: ella sabía que el blanco es la confluencia de todos los colores / y, metafóricamente, el color de la luz. Pues bien, esa poeta de la que habla el poema es la americana Emily Dickinson (1830-1886). Una autora muy querida (y traducida al portugués) por Amaral.
Dickinson a partir de un momento de su vida eligió vestir siempre de blanco, un blanco dolor del desespero, también en sus propias palabras. El dolor tiene un elemento en blanco, dijo una vez. Y así fue que un día se vistió de blanco y se encerró en su blanco dolor.
(El libro que ha satisfecho mi curiosidad respecto a esta autora que se alude en el poema está en pdf en internet, en portugués. Se titula: A branca dor da escrita de Lucia Castello Branco.)
 
Entiendo, por tanto, que en el poema “Definiciones” lo que nos transmite Amaral es que esa desesperación humana se puede elegir “así” (puro y largo, sin amparo alguno / no se sabe hasta cuándo / lo va a haber), como viene, o trascendida al blanco de la aceptación (no por ello menos dolorosa).
El supuesto inicial del poema, a mi juicio, es como si alguien entrara en una tienda (del destino, pongamos por caso) y le dijeran: ese dolor que usted puede elegir lo hay así, o bien trascendido al blanco, como el de Dickinson.
 
De “Moiras o musas: confusa invocación (fall)ida” de la página 79 os hago notar que es el único tema en todo el poemario que tiene rima acordada: estrofas de cuatro versos endecasílabos (eso creo, he contado las sílabas en portugués…) con rima alterna ABAB. Echadle una ojeada, para comprobarlo, en el original en portugués.
Respecto a su “argumento”, parece como si la autora lo hubiera escrito en un tiempo real, ese del insomnio que aprovecha para escribir. Hasta que ya amaneciendo, y con dolor de espalda, vuelve a la cama… y allí está la Musa (figura mítica inspiradora de la manifestación artística) o Moira (figura mítica griega que teje el destino humano), esperando. Suponemos que para acompañar, ahora sí, su sueño.
A propósito de este modo de hacer el poema en una suerte de sincronía —mientras ocurre algo a la vez de escribirlo—, también os destaco el titulado “Apunte en un vuelo” (p. 33) en el que la poeta parece como si intentase hacer su poema a la par del vuelo de las cigüeñas lisas y puras, sin conseguirlo, pues va con retraso: ella no es tan ligera con sus palabras.
 
 
Y a continuación, aquí van pinceladas sobre algunos de los poemas de esta semana:
 
En el poema “Poblamientos” de la página 103, se utiliza la metáfora de la cebolla para expresar las diferentes capas de relaciones que se van acumulando en las personas, como si fuera un planeta. Y que conforma un pasado que puede ser fértil, o desolado como lo es la cebolla cocinada.
 
A propósito del poema “Astrálago: Impresiones” de la página 107, os comento que el hueso Astrálago está en el pie, y es el soporte del caminar para muchos animales del planeta, también humanos. Tiene una forma particular, que ya desde los griegos se ha usado como dado para jugar —conocido como taba—. Un juego tradicional no solo para niños, pues también los mayores lo han practicado para hacer apuestas (según la cara en la que caía el hueso) y también como sistema de adivinación. Vamos, un pedazo de hueso cargado de simbología e historia, por otro lado más bien pequeño. Los del juego solían conseguirse de cabra u oveja. Yo misma recuerdo las tabas en la mano de mi infancia. Por último quiero deciros que la autora parece que hace una caprichosa etimología entre la palabra astrálago y astro, de ahí algunos de los comentarios del poema.
 
Destaco, por su enfoque animoso, el poema “De alguna casa blanca: u otra historia” (p. 131) un juego de aproximaciones sobre cómo la casa de Ulises ha tomado cambios —así lo ha querido la poeta— y ya no es exactamente como fue… ¡y tanto! Al final se cuenta al revés toda la historia: el cíclope bordando en la terraza /… / y ella feliz con un guardia o esclavo / dulce y gentil en un cuarto / del palacio / iluminando la vida.
Me llama la atención que ese “ella” no tenga nombre en el poema (la mujer de Ulises, Penélope, así llamada en la Ilíada de Homero) y me hace pensar que es una elección de la autora para que la denominación sea más general, y puedan ser todas las ellas posibles quienes cambien la historia. Qué bueno.
 
Y termino mis comentarios con el maravilloso para mi gusto “Hecatombes” (p. 111), poema en el que se narra el salvamento por parte de una niña de un pájaro caído del nido y echado de nuevo a volar. El título es desproporcionado, no parece que hecatombe sea la palabra para designar este acontecimiento, y sin embargo el hecho de que produzca tal contraste es deliberado porque Amaral quiere que ese acto de bondad y liberación tenga resonancia también desproporcionada, y se quede grabado y se convierta en faro, / tal vez. Para el mundo.
 
Con ese aliento y esperanza en las pequeñas cosas que hacemos cada día, para que continúen siendo faros, me despido esta semana.
Felices lecturas poéticas,
 
Estrella Ortiz