Hasta el cap. "Entrenamiento para volar", incluido
Queridas viajeras, queridos viajeros:
Continuamos leyendo el libro autobiográfico de Roald Dahl Volando solo; esta semana comentamos desde el capítulo La mamba verde al capítulo Entrenamiento para volar, incluido.
En estos cuatro capítulos la situación de Dahl cambia radicalmente: de ser un privilegiado empleado joven (con criado que le asiste, le lava la ropa, le plancha, etc.) a ser un piloto de la RAF, un soldado que se prepara para combatir en la terrible II Guerra Mundial. Leyendo estos capítulos tengo la sensación de que el joven Dahl disfrutaba con intensidad de su vida, adoraba volar y contemplar la inmensidad de los paisajes africanos, la singularidad y belleza de impalas, leopardos, elefantes y jirafas... (Lo vivido en ese tiempo parece que le inspiraron dos de sus relatos: Veneno (1950) y Un cuento africano (1948) ). Era consciente de estar viviendo una de las mejores etapas de su vida (hay que tener en cuenta que el autor anhelaba viajar y correr aventuras desde muy niño). Sin embargo, el adulto Dahl que es quien redacta este libro rememorando momentos de su vida y seleccionando los episodios más dramáticos, emocionantes y peligrosos, deja traslucir la pena por las pérdidas de vidas humanas, o el sinsentido de una guerra en la que, de pronto, tus vecinos se convierten en enemigos a los que hay que encerrar para que no se alisten.
A lo largo del libro no podemos dejar de resaltar el papel tan importante que su madre jugaba en la vida de Dahl. En las cartas que él escribía trataba de tranquilizarla asegurándola que estaba bien, que todo se había calmado, incluso narra el episodio de la detención de la caravana de los alemanes (en el que su vida se vio amenazada y fue testigo de primera línea de la muerte del alemán que le encañonaba) de una manera muy ligera. Además, estaba la preocupación de Roald, una y otra vez le insiste que tiene que mudarse, que es peligroso que se quede dónde está, que pueden bombardearla, asaltarla los paracaidistas...
De estos cuatro capítulos: La mamba verde, El comienzo de la guerra, Mdsisho, de la tribu de los mwanumwezi y Entrenamiento para volar, ¿cuál os ha impresionado / sorprendido o, simplemente, gustado más?
He de confesar que el “hombre de las serpientes” de La mamba verde se me antoja una suerte de Cocodrilo Dundee (más viejo, es verdad...), pequeño, requemado por el sol y el viento, ágil, inteligente, respetuoso con los animales... ¡Y cuánta admiración despierta en Dahl!
El comienzo de la guerra me ha impresionado por la enorme responsabilidad que, en cuestión de horas, el joven Dahl se ve obligado a tomar. ¿Cómo va a ser eso que él tiene que tomar la decisión de disparar sobre civiles si no obedecen sus órdenes? Creo que la solución a la que llega es inteligente, pero peligrosa, porque confía su propia seguridad, la de sus hombres y el destino de los alemanes que quieren huir en el sargento... aunque, claro, aquel sí sabía de la guerra.
Sin duda, para mí, conocer más a su criado (al que él considera amigo) Mdisho, ha sido lo más, ejém, aterrador y sorprendente. Dahl lo explica muy bien, era un joven guerrero, su clan era un clan permanentemente preparado para la guerra y los europeos lo domesticaron. Enfrentado a la situación que él considera e identifica como natural y honrosa, se lanza a matar con esa magnífica espada al vecino alemán que planta sisal. Que el vecino era un indeseable, de acuerdo, pero que la acción de Mdisho sobrecoge, también. Qué manera de describirlo:
Mdisho estaba de pie frente a la ventana, bañado con la luz de la luna media que le daba desde atrás. Respiraba aceleradamente y tenía una mirada salvaje de éxtasis. Se encontraba desnudo, a excepción de un calzón corto de color negro. Su espléndido cuerpo negro estaba literalmente bañado en sudor. En la mano derecha llevaba la espada.
Me senté de un salto.
-¿Dónde has estado, Mdisho?-la luz de la luna producía pequeños resplandores en la espada y me di cuenta de que la parte central de la hoja aparecía oscurecida por algo que me dio la impresión de que se trataba de sangre seca.
Temible, ¿verdad?
Y, pese a la situación en la que está, el humor, a veces contenido en pequeños detalles, siempre está en la prosa de Dahl. Por ejemplo, en imaginarle en un avión, con esa altura, la cabeza sobresaliéndole... Y, en general, la buena disposición que muestra y demuestra ante lo que la vida le va deparando. No podemos sacudirnos de encima esa sensación de optimismo, que no de ingenuidad, pero sí de optimismo. De la firme decisión de vivir con cierta alegría y asombro.
¿Nos leemos? Sigamos volando con Roald Dahl...