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Libro que estamos comentando: 
Volando solo

Queridas viajeras, queridos viajeros:

Terminamos esta semana con la lectura y comentario de la autobiografía de Roald Dahl Volando solo. ´

Estos últimos capítulos nos muestran a un Roald Dahl bastante más maduro que el jovenzuelo que se embarcó rumbo a África en pos de la aventura. Se percibe en las palabras de Dahl un cierto resentimiento hacia las decisiones de los mandos, decisiones que, según nos cuenta el escritor, contribuyeron a que los pilotos no estuvieran preparados para los ataques del enemigo... si bien estaban tan diezmados en número de aviones y pilotos, que una decisión u otra no afectó en absoluto a su supervivencia (sí a la deriva de la guerra en el Oriente Medio, a favor, claramente, de los alemanes). Aunque él mismo intenta graduar ese resentimiento y lo deja por escrito:

“es fácil criticar a los jefes después de los hechos, y éste es un juego que practican todos los subordinados. Es una equivocación recrearse en ello más. “

Los ataques, los vuelos, el bombardeo sobre el petrolero y las muertes terribles de los tripulantes, en medio de las llamas del mar de petróleo, la incompetencia de los superiores, desbordados por las circunstancias... todo ello nos lo traslada Dahl de una manera fidedigna, muy descriptiva y, como ha hecho en todo el libro, con una prosa envolvente y fácil, sencilla. Prosa que no le resta un ápice de emoción a los hechos narrados.

Me ha gustado mucho que el autor se muestre compasivo ante el ser humano, pues cuando abatía un avión enemigo, si veía que la tripulación podía salvarse, se sentía aliviado.

Sin embargo, gracias a la vuelta de los terribles dolores de cabeza, debe dejar de combatir y, esta vez, no pone ninguna objeción (recordemos que no quiso volver a casa desde el hospital, y pudo haberlo hecho), al contrario. Eran dolores que, incluso, ponían en peligro su vida:

“empecé a sentir dolores de cabeza alucinantes. Sólo los tenía cuando esaba volando y, siempre, al combatir con el enemigo. El dolor aparecía cuando hacía virajes pronunciados y cuando realizaba cambios bruscos de dirección, en que el cuerpo estaba sometido a elevadas fuerzas de gravitación y el dolor, al presentarse, era como si me clavaran un cuchillo en la frente. Algunas veces me hizo perder la consciencia durante unos segundos. “

El tramo del libro más emotivo es el reencuentro con su madre: habían pasado tres años durante los cuales, en largos periodos de semanas y meses, no habían tenido noticias de él. En el último capítulo el autor tiene un recuerdo para todas las madres y esposas que aguardaban en casa la vuelta de sus hijos y esposos, siempre temiendo la llegada de un telegrama urgente con la noticia fatal. Como su propia madre.

“Vi a mi madre cuando el autobús se encontraba aún a un centenar de metros. Estaba esperando pacientemente fuera de la puerta de la casa, esperando que llegara el autobús y, por lo que supe luego, aguardaba allí desde que llegó el autobús anterior, una o dos horas antes. Pero ¿qué es una hora, o incluso tres, cuando se llevan esperando tres años?  Avisé al conductor, que detuvo el autobús justamente al lado de la casa de campo. Y bajé con rapidez los peldaños del autobús para caer en los brazos de mi madre.”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Algunos enlaces:

¿Nos leemos?