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Tercera parte

Libro que estamos comentando: 
Viajes con Charley. En busca de Estados Unidos

En este viaje por Estados Unidos con Steinbeck y Charley, siento que estoy poniendo en práctica los versos de Constantino Cavafis: detente en los emporios fenicios,/y adquiere mercancías preciosas,/ nácares y corales, ámbar y ébano,/ y perfumes sensuales de todo tipo… ¿Os sucede lo mismo?
Esta tercera parte la he vertebrado en temas (como intenté hacer con la segunda), aunque soy consciente (y lo he hecho de forma consciente) de que no están todos los que son, aunque quizás los que están, son. Ya sabéis, todos los viajes son, todas las miradas, son. Así que espero los vuestros.
El viaje. Nuestro autor se pregunta: ¿estoy aprendiendo algo? ¿Tiene este viaje sentido? ¿He conseguido aprehender la esencia de mi país? Él que había emprendido viaje para tomar el pulso del país, se embarca en un monológo/diálogo con Charley, resumiendo los distintos menús estadounidenses: mental, gastronómico y emotivo… y parecen ser insípidos, sosos, planos, aburridos. Los estadounidenses buscan las emociones en los partidos de fútbol, en los asesinatos y escándalos servidos en medios y libros amarillistas. Y no hay polémica, no hay discusión pública (sí privada, en familia), la culpa de todo la tienen los rusos, eso sí (cómo une el odio al otro, al enemigo común). Aunque dice tener una certeza, en medio de tanta duda…: y es la de la identidad estadounidense, la identidad nacional.  En algunos pasajes este viaje se revela como un proyecto literario, con las mismas dudas e inquietudes que Steinbeck tiene como creador, como escritor. No es la primera vez que compara viajar con el proceso de escribir una novela. Y unido a esto, una cierta amargura: la soledad, la convicción de que el mejor escritor es el escritor muerto que hace ganar un puñado de dólares a su localidad natal (Sinclair Lewis).
La política, las elecciones presidenciales, la Guerra Fría. Esto entronca, de alguna manera, con lo anterior. Las discusiones políticas en el seno de una familia ejemplificadas por las de Steinbeck y sus hermanas, la Ruta de evacuación que toma por equivocación (una carretera construida por miedo. Son mejores los pavos que los hombres, porque al menos ellos son buenos para comer)… Impresiona esa ruta de escape creada para escapar de los efectos de un bombardeo inminente, acechante. Primera disgresión: el episodio Otros mundos de Gabinete de Curiosidades de Nuria Pérez. ¿Os acordáis del resort de vacaciones de Dirty Dancing (1963)?
Las ideas, y los temas, se enredan como zarcillos de cerezas: la vuelta a casa, además de discusiones políticas, trae una reflexión muy profunda: uno se va y en la memoria de los otros se ha quedado detenido. Pero ha cambiado y los demás también, cada uno a su manera. Y, al volver, el que regresa es el fantasma. No es el que se fue. Y eso puede resultar ofensivo, herir, doler. “Tom Wolfe (“No puedes volver a casa”) tenía razón. No puedes volver a casa, porque la casa sólo existe ya en las bolas de naftalina del recuerdo”
Hombres de verdad: arquetipos de masculinidad. Se nota que nuestro autor encarnó esa masculinidad dura, fuerte, alejado de toda debilidad…  En fin, esa masculinidad que en los años 60 estaba en plena vigencia. Creo que Steinbeck sufría por su fragilidad, por su salud maltrecha y el paso del tiempo que le menguaban las fuerzas. Y, sin embargo, fijaos en los episodios del Huracán Gloria, o cuando cambia un neumático a Rocinante en unas condiciones calamitosas. Me pregunto si la mayor carga de literatura no estará ahí. Él que había sido soldado, marino, obrero, vagabundo, aventurero… Y, sin embargo, no podemos decir que sea insensible (muestras de su sensibilidad las va dejando en este libro, en toda su obra y en su vida), pero sí fiel a un arquetipo con la presión que conlleva eso de ser un hombre de verdad. Según estoy escribiendo este texto, se me viene a la memoria la escena del desierto de Mojave y los coyotes. Cómo, teniéndolos en el punto de mira y siendo catalogados como alimañas (animados los estadounidenses a matarlos), él los deja vivos.
Vosotros, ¿qué pensáis de todo esto?
Su compañero, su amigo Charley. Sigue conversando con él, y haciendo reflexiones y comentarios muy divertidos,  y tiernos. Es impresionante cómo le cambia el carácter a nuestro caniche caballeroso francés (y un tanto cobarde) ante los osos de Yellowstone (¿qué os parece la opinión de Steinbeck sobre los parques naturales?). Se vuelve loco, temerario, rabioso. Y es muy tierno, como ya he indicado, todas las escenas en las que Charley está enfermo y Steinbeck le trata con cariño, con respeto: cuando no puede orinar y le espera pacientemente y no lo mira, cuando se pone enfermo… Momentos divertidos: cuando se niega a saludar a una secuoya, cuando se moja en el río y desaparece toda su dignidad … (Mirad, he encontrado este artículo en Yorokobu sobre perros y genios, está nuestro autor y su Charley, también ya un poco nuestro).
Cuando Steinbeck está con los pies metidos en el río Maple, cerca de Alice, en la que Charley encuentra una bolsa de basura y se topan con un requerimiento judicial (¡quema la prueba!) y nuestro autor reflexiona sobre los indicios, las huellas que dejamos en nuestra basura. ¿Qué detalles revelan nuestros desperdicios? Y aquí va otra digresión mía (¿la segunda?): os propongo que escuchéis este episodio de La Fucking Condición Humana: La verdad está en tu basura.
He anotado algunos de los lugares que dejan extasiado a John Steinbeck: la belleza de Wisconsin: "Recordé entonces que me habían dicho que Wisconsin era un estado precioso, pero eso no me había preparado. Era un día mágico.”
Las Dells, y la denuncia “un país exótico y relumbrante de agua, roca tallada, negra y verde. (…). A las orillas de unos cursos de agua de ensueño hacía acto de presencia la basura de nuestra época: los moteles, los puestos de perritos calientes, los mercaderes de lo barato y lo mediocre y chillón que tanto gusta a los turistas estivales (…)”.
Las Bad Lands que se convierten, por la noche, en Good Lands: “(…) el paisaje era horrendo, pero cae la noche y todo es maravilloso (…) la noche es más acogedora que el día”.
Su amor por Montana: “Estoy enamorado de Montana. Mi estado favorito y mi amor”. ( Es determinante cómo busca excusas para quedarse más tiempo.
Las secuoyas: “Son los últimos miembros que quedan de una raza que floreció en cuatro continentes en un periodo geológico tan lejano como el Jurásico.” Y, de nuevo, otra propuesta para detenernos, y quizás, apartarnos un poco… (pienso que no): os propongo escuchar Sakura, otro episodio de Gabinete de Curiosidades, de Nuria Pérez, y descubrir historias sobre árboles y humanos. Entre ellas, la de la secuoya Luna y su protectora: Julia Hill Butterfly (muy cerquita de Oregón, en California, pero más de treinta años después).
Su tierra natal. La Ciudad: San Francisco y el Golden Gate, Fremont’s Peak¿qué lugares añadís?
Todo el recorrido de Steinbeck aparece salpicado de momentos históricos y recuerdos a exploradores, viajeros, batallas y tribus indias, los pobladores primeros de Estados Unidos, de los que habla con respeto. Y los encuentros con personas muy peculiares: el padre y el hijo estilista en un motel, el cocinero y la camarera que jamás de los jamases se han perdido en ningún lugar, el hombre con pinta de maligno que es su benefactor, el cazador silencioso, la vieja parlanchina y atemorizada, el actor ambulante y su perro mitad Pomerania mitad coyote… el veterinario viejo, cansado, indolente y borracho… ¿Alguno para destacar?
Vuelve ya Steinbeck, emprende su regreso: “Había superado ya mi límite de asimilación o, como un hombre que sigue atracándose de comida cuando ya está harto, no me sentía capaz de asimilar lo que me iba entrando por los ojos”.
Es vuestro turno. Espero vuestras notas para completar las de todos. Para que nuestro viaje sea más pleno, más diverso.
Feliz viaje, lectores.

Escena de Vértigo (1958), Alfred Hitchcock, protagonizada por Kim Novak y James Stewart.