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Hasta "Fin de saison"

Libro que estamos comentando: 
Ven y dime cómo vives

Queridas viajeras, queridos viajeros:

Continuamos acompañando a nuestra escritora de mayo en sus expediciones arqueológicas. El relato autobiográfico y viajero es, ciertamente, muy entretenido. Nos encontramos con una mujer sincera que no nos ahorra contratiempos, dificultades, sus propias inseguridades y hasta crisis nerviosas (¿quién no se pondría histérico sintiendo corretear cientos de ratones, cucarachas y otros bichos por todas partes de su cuerpo? ¿Quién no se sentiría cansado, desalentado, cuando el mareo, la indisposición, el calor del desierto y los millares de moscas hacen acto de presencia?) Christie relata esos momentos de desaliento que todo viajero experimenta (me atrevo a incluir aquí al turista común y corriente): en todo viaje hay un día, o dos, o una hora, en el que uno se pregunta: ¿por qué he escapado del confort de mi hogar?, ¿qué se me ha perdido aquí?

En la parte que comentamos esta semana, asistimos a la primera formación del equipo de Max (el arquitecto Mac, el chófer árabe, el chófer armenio, el cocinero que no sabe cocinar...) y su viaje hacia el Jabur y el Gaggag, en busca del tell más apropiado para la temporada de excavación. Pero, por favor, ¡que no haya restos romanos!

Para nosotros los romanos son irremediablemente modernos, niños de ayer.

Los retratos que hace Agatha Christie son fabulosos. Y sí, son retratos, porque todos (pienso que nos ha pasado a todos) nos imaginamos al imperturbable Mac escribiendo su diario, sentado en su alfombra, condescendiente, hasta inhumano... He de decir que este personaje me caía fatal al principio, ahora un poco mejor; o por el contrario, B., el sociable que se les une casi al final de esta parte, que no para de charlotear, que precisa estar rodeado de gente, siempre hablando, siempre comentando... Dos personalidades diametralmente opuestas.

O, Aristide, el armenio previsor que se busca la vida alquilando el taxi las tardes que Max y Agatha no lo necesitan... O ‘Isah, el cocinero que no tenía ni idea de cocinar, ni tampoco de conducir. Sólo son un pocos ejemplos, deliciosa también es la descripción del jeque local, cerca del tell Chagar Bazar (tell que, finalmente, será el elegido):

Una llamativa figura envuelta en sueltos ropajes blancos y tocado con un turbante verde brillante. Es el jeque local.

Hay textos más poéticos, como la descripción de las mujeres kurdas, tan distintas a las árabes, mujeres alegres, chispeantes:

Las mujeres kurdas son alegres y guapas. Usan colores brillantes. Llevan turbantes anaranjados, en su indumentaria es verde, morada y amarilla. Altas, la cabeza erguida sobre los hombros, la figura echada para atrás: siempre parecen arrogantes. Tienen la tez bronceada, las facciones regulares, mejillas rojas y, en general, ojos azules. Se asemejan a grandes flores de alegres colores...

El humor que despliega Agatha Christie empieza por ella misma: cuando descubre que camina escorada, y cae en la cuenta de que es por la manera que tiene de caminar alrededor de los tells, por ejemplo. Hay algo muy curioso y muy lógico: la creencia en aquel tiempo de que fumar era glamuroso, de que beber metódicamente, también lo era. Me he reído bastante ante esa “incapacidad” de nuestra escritora.

Las peripecias son numerosas y, no sabría con cuál quedarme. Aunque, tras el humor, las curiosidades, las cosas que no funcionan (la burocracia imposible, o el agua corriente, o las obras), los encuentros con personajes a los que sólo ven una vez, le dan un cierto tono místico al relato. Si es que este libro admite ese adjetivo.

Sí que quiero destacar este pasaje (en cierto modo, me siento muy identificada...):

Me invade la incómoda sensación de que nuestro joven arquitecto resultará ser una de esas personas que de vez en cuando logran volverme completamente imbécil a causa de mi timidez. Por suerte han quedado atrás los tiempos en que me sentía cohibida ante todo el mundo. En la madurez he alcanzado una buena dosis de aplomo y savoir faire. ¡A veces me felicito de que toda esa tontería se haya acabado! “Lo he superado”, me digo, dichosa. Y con la misma certeza con que lo pienso, inesperadamente alguien me reduce una vez más a una nerviosa idiotez”.

Algunos enlaces:

Contadme, contadnos: ¿cómo estáis llevando el viaje?