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UN PEZ QUE VA POR EL JARDÍN, 3

Libro que estamos comentando: 
Un pez que va por el jardin

 
UN PEZ QUE VA POR EL JARDÍN, 3
 
Buen día, estimados y estimadas Atrapaversos del poeta José Corredor-Matheos:
Esta semana iniciamos el tercer tramo de lectura que incluye los apartados V y VI, y que va de la página 79 a la 108.
 
A nivel temático, ya desde el principio hemos observado que este poemario está muy ordenado, entre otras razones, porque vemos que cada apartado tiene un número más o menos equivalente de poemas. Pero no solamente, también se comprueba que no es casual la agrupación de los poemas que ha hecho el autor en los distintos apartados, pues cada uno tiene una unidad temática bastante definida, dentro del contenido general. Lo hemos visto claramente en el apartado III en el que Corredor-Matheos se centra en poemas que comentan obras de arte.
Pues bien, en el apartado V los poemas que vamos a leer giran alrededor del otoño. Y  podemos entender que esta estación del año tiene su paralelismo-metáfora con la edad “otoñal” de la vida, la madurez que marcha hacia el declive. Por poner un ejemplo, leemos en la página 89: El otoño te da / lo que esperabas. / Te sabes más maduro. Por cierto, que también en este mismo poema, en su final, hace pensar esta cuestión: ¿Cómo será eso de un dolor semejante a la alegría? Ahí os dejo la pregunta en el aire.
 
Como si fuera una continuación del apartado V —temporal y emocional al mismo tiempo— en el apartado VI se intuye que el día está cercano a su fin, y aparece el pensamiento de la propia desaparición, llámese muerte. Ahí la encontramos gravitando en los poemas. Y es en uno de ellos donde vamos a leer (página 99) la curiosa afirmación de que los muertos no hablan, pero escuchan. Y tengo que reconocer que a nivel personal me ha hecho cavilar algunas cosas. ¿Qué os parece, cuál es la figura en la que tenemos a nuestros seres queridos ya desaparecidos: nos hablan, les hablamos, nos escuchan?
 
Para acabar mi escrito de hoy, quisiera comentaros una cuestión técnica general referida al lugar personal desde donde nos platican las-os poetas. Este hecho se manifiesta en la persona verbal que eligen para contar el poema.
Y para explicarlo, vamos a centrarnos en los dos apartados que tenemos para leer esta semana. Me parece que es una ocasión muy buena para hablaros de este hecho poético, pues precisamente en los poemas de Corredor-Matheos vamos a encontrarnos ejemplos variados de los distintos lugares personales desde los cuales se puede afrontar la escritura de un poema.
 
Observamos que el autor escribe en segunda persona en los poemas de las páginas 89, 93, 95, 99, 101, 105; y que lo hace en primera persona en los poemas de las páginas 81, 85, 97, 103. También vamos a encontrar un ejemplo en el que el poeta se expresa exclusivamente en tercera persona, el titulado Olivos, montes, trigo (p. 71); y que lo reseño de manera especial porque, si mi observación no me engaña, es el único de todo el poemario. El empleo de esta tercera persona implica una mayor distancia entre el narrador (yo poético) y lo que ocurre en el poema.
Del mismo modo, cuando el autor emplea la segunda persona, es como si el poeta se hablase a sí mismo, pues se dirige desde el tú. Aunque también lo podemos interpretar como que se dirige al lector-a, cosa que lo hace más cercano puesto que toma en cuenta al receptor del mensaje. En nuestro poeta creo que más bien está consigo mismo incluso cuando emplea la segunda persona; pero la cuestión queda abierta.
Y es evidente que el poema suena más “autobiográfico”, por decirlo de algún modo, cuando el poeta se expresa desde la 1ª persona, desde el yo.
 
Asimismo a veces ocurre que dentro de un mismo poema el autor cambia de una persona a otra. Por ejemplo, en el poema primero del apartado V (p. 79) comienza desde el tú (segunda persona) cuando dice: el tiempo se detiene y vuelves a ser tú. Y sin embargo más adelante continúa desde el yo (primera persona) diciendo: Cuando llegue el otoño / me adentraré en la senda / conocida.
Son varios los poemas en los que ocurre este “vaivén” de pasar de una persona a otra (primera y segunda) dentro de la misma composición; y lo podemos encontrar reflejado en los poemas Los árboles del parque aguardaban tu paso (p. 83), ¿Qué diferencia habría (p. 87) y Caminaba sin rumbo (p. 119). ¿Qué puede translucirse de este hecho de cambio de persona en un mismo poema respecto al tratamiento del tema? Sin duda, una cierta despersonalización. Es decir, un paso a segundo plano entre lo que siente-ve-piensa el yo poético y la realidad observada. Algo que se corrobora en el estilo de nuestro autor, en el que es manifiesto su interés por la objetividad, por la contemplación de lo que es.
Bien, ¡la reflexión está servida! Os sugiero, por tanto, que además de la lectura comprensiva y emocional de los poemas que ya venimos haciendo, los leáis en estos días también desde este punto de vista, un tanto técnico. Me encantará leer vuestras impresiones al respecto.
 
Que la poesía os acompañe,
Estrella Ortiz
 
P. D.: Y no os olvidéis de escuchar el prodigioso —y habitual en esta época del año— canto del mirlo. En estos momentos, mientras os escribo, está cantando para mí en la chimenea de enfrente.