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La trilogía de Nueva York, III

Libro que estamos comentando: 
La trilogía de Nueva York

Hola a todas y todos, continuamos con la lectura de La trilogía de Nueva York y, para esta semana, os propongo la lectura del segundo de los relatos largos que componen el libro: "Fantasmas", de la página 155 a la 223 en mi edición.
Vamos al lío.
 
ESTA SEMANA
De nuevo una novelita protagonizada por un detective pero, en esta ocasión, creo que resulta más evidente la vinculación que existe entre el detective y el escritor. Es decir, lo de investigar y ser curioso y dar con las tramas y entender los motivos... es algo común al oficio de escritor y al oficio de detective. 
Una cosa muy interesante (en mi opinión) es que el espacio, de alguna manera, se achica mucho en esta novela, mientras que en la anterior disfrutamos de grandes paseos por la ciudad que da nombre a la trilogía, en esta apenas nos movemos por unas manzanas y en pocas ocasiones. Gran parte de la historia transcurre en una habitación que está frente a otra habitación (a modo de "ventana indiscreta", que diría el gran Hitchcock). Es decir, de nuevo esa metáfora de espejo, de reflejo. Pero también de nuevo esa disolución de identidades: ¿quién es quién?, ¿quién es el que investiga, quién el investigado?, ¿quién es el escritor, quién el personaje?
Y también de nuevo reflexiones sobre el lenguaje y la escritura: "Por primera vez en su experiencia de escribir informes, descubre que las palabras no necesariamente sirven, que pueden oscurecer lo que están intentando decir." (p. 171): como si el hecho de escribir/contar las cosas las desdibujara, las cubriera de una niebla, las hiciera translúcidas y, por ende, como si la realidad a jirones estuviera plagada de figuras fantasmales (¿de ahí el título?), imposibles de concretar con las palabras. Pero eso no tiene por qué ser un problema, de hecho "Descubre  que hay algo agradable en estar a oscuras, algo emocionante en no saber lo que va a suceder." (p. 176)
En un momento de ese juego de espejos uno llega a sentir que el libro es una habitación en la que vive un personaje (por ejemplo, Azul) y que ese personaje necesita de un autor que le dé cuerpo de palabras (por ejemplo, Negro); pero al mismo tiempo el autor necesita a ese personaje para ser. De ahí esos dos cuartos enfrentados, esos dos lados de un mismo cristal donde uno mira y se ve en el otro, se reconoce en él.
Hay también en esta novela algunos momentos maravillosos, como cuando Azul se disfraza (son magníficos). 
Y, por ir cerrando, hay también algo que me ha resultado un pelín inverosímil (pero realmente no me ha molestado nada): si yo fuera Azul y tuviera una futura señora de Azul y estuviera en una casita durante meses, no habría tardado ni dos días en llamar a la futura señora de Azul para que viniera a compartir soledad conmigo y a disfrutar de la buena compañía en los descansos del trabajo, ¿no os parece?
Ya me decís que os ha parecido este segundo librito.
Pasad una buena semana, 
saludos cordiales, 
Pep Bruno