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4ª parte. Niños asesinados y espías en el Berlín del Muro.

Libro que estamos comentando: 
Todo lo mejor
En alguna entrevista el autor reconoce que esta novela es "un libro trampa", una novela que necesitaba concluir para completar el perfil de un personaje que le ha dado muchas satisfaciones y con el que se siente plenamente identificado, el experto en psicología criminal Viktor Lavrov.
 
No hace falta, sin embargo, haber leído las novelas anteriores en las que aparece este personaje para poder disfrutar plenamente de esta historia, ambientada en Berlín en los primeros años de la década de 1980, que combina la tensión de un thriller negro, con asesinos sin escrúpulos, con las peculiares escaramuzas entre dos servicios secretos del bloque oriental.
 
César Pérez Gellida nos lo pone más fácil cuando, al final de TODO LO MEJOR, añade un apéndice con el listado de personajes y el papel que desempeñan en la historia. También ayuda la NOTA DEL AUTOR final. En esta él justifica el protagonismo de Viktor Lavrov como una especie de agradecimiento debido a la relevancia que, ya con el nombre de Armando Lopategui, el personaje ha adquirido en novelas anteriores que, casualmente, se desarrollan, sin embargo, en una línea temporal posterior. 
 
Creo que realmente TODO LO MEJOR y el personaje de Víktor no necesitan de esta justificación. La novela tiene entidad por sí misma, sin necesidad de depender del éxito de otras anteriores y Víktor Lavrov cumple perfectamente con el papel de agente del KGB que trabaja dentro del entramado administrativo de la STASI.
Aunque Pérez Gellida hace especial hincapié en que necesitaba explicar el periodo de juventud y de transformación de Víktor como psicólogo criminalista, en TODO LO MEJOR actúa más bien como un agente secreto de manual, que lo mismo manda ejecutar a un camarero traidor que conquista a la rubia de turno, aunque esto último le va a causar consecuencias imprevistas en los planes que le han encomendado desde Moscú.
Busco alguna ocasión en la que Víktor utilice sus conocimientos de psicología o como estudioso de la mente criminal, más allá de su tarea de analista de los informes de espionaje y contraespionaje que ejerce en Berlín, y la encuentro en la forma en la que realiza los interrogatorios, ya sea a los incriminados en la muerte de los niños sin nombre: Wolfgang Fraatz, el enfermo ingresado en el hospital por hematodixia, Helmut Wegener, el lector de libros de Hanna Arendt, o Mirtha Schäfer, "La Dama", como a los acusados de participar en la red de espionaje del BND de la República Federal Alemana: Walter Krumm, alias Raymond, o Annika Popp.  En esas ocasiones parte siempre del conocimiento de los puntos débiles de las víctimas. Juega perfectamente con la situación de debilidad en la que se encuentran, ofreciéndoles habilmente una salida inevitable de la él se puede beneficiar: a Annika le propone convertirse en agente doble a cambio de garantizar la vida de su hija Nadine y a Helmut Wegener, dejarle definitivamente en paz cuando este le informa de la próxima reunión de las Veladas Rojas.
 
Por otra parte se desenvuelve con suma precaución en las entrevistas con los altos dirigentes de la STASI o con sus correligionarios del KGB. Entre ambas organizaciones la colaboración y la desconfianza están separadas por un filo muy delgado en el que Víktor, en este aspecto muy bien dibujado por Pérez Gellida, se desenvuelve con inteligencia, pero con una apreciable falta de experiencia, dejándose a veces llevar por su ímpetu o por sus impulsos emocionales, véase, por ejemplo, su relación con Otto, el policía berlines, o con Erika, su amante.
 
La entrevista final con el general Kokorin, cuando sorpresivamente este reconduce su aparente fracaso en el plan que la STASI había diseñado para implicar a altos cargos del gobierno de la RDA, nos deja una de las frases más clarividentes de la novela: "Tenga presente que, con organizaciones como la nuestra, es mucho más prudente equivocarse junto a la mayoría, que tener la razón solo". De esta forma Kokorin le avisa del peligro de posibles desviaciones de la ortodoxia y de los enfrentamientos con el poder establecido. Esta frase es una lección de "realpolitik", es decir la política ejercida en base a las condiciones o circunstancias de cada momento, en vez de estar constreñida por los condicionantes ideológicos que movían la política de bloques durante la Guerra Fría.
 
Supongo que en esta novela no ha sido fácil mantener el equilibrio entre las dos tramas principales, el thriller para esclarecer la culpabilidad de los criminales sedientos, literalmente, de sangre, y la trama política, con personajes incluso reales, como Markus Wolf, que muestra los enfrentamientos entre los servicios secretos más importantes del bloque socialista.
 
Me gustaría señalar también trea apuntes muy importantes en el resultado final de la novela: Otto Bauer, inspector jefe de la Kriminalpolizei, se nos presenta como un descreído del régimen socialista, a pesar de trabajar para él. Además es homosexual y no lo oculta demasiado. En estas condiciones, la efectividad del Muro de Berlín está pronta a desaparecer. Finalmente Mirta Schäfer deja de ser un fantasma en el relato de los hechos y se convierte en un personje de carne y hueso. Casi al final aporta las claves para ahondar en la responsabilidad del matrimonio Köller. El otro personaje, con un perfil muy ambiguo, es el de Erika, la amante de Víktor. Desgraciadamente habrá que esperar a la continuación, TODO LO PEOR, para conocer el resultado de este conflicto sentimental en la futura vida de Viktor Lavrov.