Segunda parte: el miércoles.
Libro que estamos comentando:
Taxi
Cuando avanzas en la lectura de TAXI y penetras en el estilo de Carlos Zanón recorres los capítulos con la sensación de que se te acumulan la información y la acción. Es la tentación de contarlo todo y de entenderlo todo, puesto que ese todo constituye la sustancia del mundo de Sandino.
En esta novela Zanón cuenta absolutamente todo, lo visto, lo vivido, lo escuchado, lo soñado, lo sufrido, lo amado, lo leído. Lo lees y piensas que consigue hacer que vida y literatura coincidan. Los días en esta novela se hacen eternos. Como se vive de noche y de día y como Sandino no duerme, parece que el tiempo se dilata y que los hechos de los que Sandino siempre es testigo, ocurren en semanas en vez de en séis días.
Escribirlo todo, consignar la belleza y sordidez del mundo ha sido también el propósito de muchos autores.
Sandino, como una especie de Robinson urbano, o de Ulises, reinventa el deamular sin motivo aparente, solo por tener, o no, que volver a casa. En su exploración solo tiene un designio: percibirlo todo, estar en todas las partes, captar voces, imágenes, anuncios, suspiros, retazos de conversaciones.
Circula por Barcelona como si la ciudad fuese un cuerpo más que tiene que recorrer. A pesar de su insomnio y de su cansancio camina con ojos y oídos siempre abiertos, haciéndose uno más de ese escenario al tiempo que lo capta.
En esta jornada Sandino vuelve a casa, pero no se queda, ni siquiera habla con Lola. Se la encuentra durmiendo en el sofá y consultando sus movimientos bancarios. Cualquiera de nosotros hubiera actuado de mil maneras diferentes, pero Sandino decide coger muchas de sus pertenencias personales, ducharse e irse. Asi se las gasta nuestro héroe, después de que se ha pasado todo el martes esperando que su mujer le llame. Incluso se le pasa por la cabeza, en un flash de décimas de segundo, la posibilidad de matar a su mujer dormida. Es un destello de la conciencia, fruto de la relación de amor-odio que ha establecido con su mujer. Lo mismo le pasa con el marido de Llámame Nat. Sandino fantasea y se imagina que podría remedar la escena bíblica de David y Betsabé, enviando al marido de ésta, Urías, a la muerte y quedándose a Nat para él solo.
Después de dejar al marido en el aeropuerto, continúa el periplo insomne por Barcelona. Con el taxi, además de cumplir con su profesión, se mueve por la ciudad atendiendo los múltiples sucesos que le van surgiendo: lleva a las niñas al colegio, va al bar Olimpo, visita a su amiga Cristina, la progre, se encuentra con una señora con demencia que está perdida y no encuentra su casa, queda con su amiga Sofía y discuten sobre qué hacer con el dinero y la droga que se quedó en el taxi, y acaban el miércoles de ruta por los bares de Barcelona en compañia de un grupo de amigos y conocidos.
Dos episodios, independientes de este ir y venir por los problemas de Sandino, ocurren en esta jornada. El primero es que los lectores nos enteramos de la historia de su abuela Lucía, aunque debamos prestar una atención extra para entender la historia, ya que ésta está contada desde diferentes puntos de vista y merece una lectura sosegada y atenta.
El otro episodio relevante ocurrido durante el miércoles es la visita que realiza con la señora Carmen al cementerio. Allí conoce a un personaje muy relevante en la novela, Jesús, que volverá a aparecer entre el grupo que se irá de copas al acabar este día. Jesús desconcierta a los lectores lo mismo que le desconcierta a Sandino. "Es un crack", dicen de él varios personajes.
"Lo más llamativo del personaje principal de Taxi (Ediciones Salamandra) es su voracidad sexual. En términos coloquiales, diríamos que Sandino ejerce de pichabrava. Evita a su mujer, la sufrida Lola, pero encuentra tiempo para disfrutar de su haren particular; seduce a toda criatura que se ponga a tiro.
Taxi se parece a uno de esos monumentales sándwiches que cuesta meter en la boca. Capas y capas de tramas bien aderezadas: la peculiar familia de Sandino, la amante que desapareció, el idiot savant con poderes curativos llamado (ay) Jesus. Como McGuffin se recurre a una bolsa cargada de dinero y droga (más exactamente, la temible burundanga). No es la única herencia de la novela negra —género en el que destacó Zanón— que se mantiene en Taxi: Sandino mantiene misteriosas relaciones indestructibles con una asexual taxista de vocación suicida o un amable marroquí. Por la vía del segundo, incluso asoma el aguijón del terrorismo yihadista." EL PAÍS
"Se desata en Sandino esa melancolía que no es más que la cara sucia de las fantasías adolescentes y se alía con una mezcla e inacción y huidas hacia adelante que da para una tragedia griega, de la que tiene parte la novela. Coincide la situación con el entierro de su abuela, de la que ha de pasar a recoger las cenizas de la incineración. Son las dos líneas de partida de un texto que desde los primeros momentos se nos presenta con una voluntad de estilo, no un mero thriller. Al mismo tiempo es una novela de camino, las paradas son pocas y más que nada para recoger aliento, pero lo importante discurre dentro del taxi, donde las anécdotas no son azarosas, sino que van encajando en el cuerpo principal de un descenso a círculos junto a Sofía, una compañera de profesión. Cierto es que hay acción, y que engancha, giros inesperados, pero a la vez todo está teñido de una profunda humanidad ante el absurdo y la desolación de la vida.
También es novela de espacios: el retrato de la noche y los bares de Barcelona, sus barrios, polígonos de discoteca, la casa de sus padres en el Guinardó y la infancia como el espacio del que nunca es posible huir, lo cual da pie a abordar las relaciones familiares en un relato que desborda ambientes hasta conseguir el fresco de una Barcelona actual, con sus turistas y sus héroes a pie de calle, sus locos y sus viejecitas." EFE EME