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3ª parte. Hasta que es admitido como lector en la comunidad del obelisco

Libro que estamos comentando: 
Sinsonte
Bentley y Mary Lou separan sus caminos después de haber tenido una convivencia enriquecedora para ambos. Lo hacen por la voluntad del robot Máquina Nueve Spofforth, que veía con envidia cómo Mary Lou se convertía en la pareja que él siempre había soñado tener.
 
Convivir, leer y escribir son acciones que estaban prohibidas en una sociedad que había adoptado las Normas de la Intimidad y la Cortesía Preceptiva, aparentemente para satisfacer la voluntad de los humanos, pero que la había convertido en una sociedad moribunda en la que los niños habían desaparecido y la gente se autoinmolaba entre loas a un Jesucristo desdibujado.
 
En una cárcel sin ubicación precisa, Bentley cumple con la predicción que Spofforth le dice a Mary Lou: desarrolla sus capacidades de supervivencia y se aleja de los golpes de los robots guardianes y enseguida decide que tiene que escaparse para volver, sin un plan muy preciso, a Nueva York. Tal vez en la cárcel se hallen los personajes más humanos de toda la novela. Son personas todavía sin contaminar del todo, que recuerdan los tiempos pasados o tuvieron familia que les trasmitieron algunas de las experiencias que en su mundo actual están desaparecidas o prohibidas.
 
Con su compañero Belasco descubren la vacía biblioteca de la cárcel. Solo una caja guarda un puñado de libros que Bentley leer con fruición. Salvo "Lo que el viento se llevó" los demás son manuales y obras de referencia en los que aprende enseñanzas de lo más variadas. 
 
Uno de ellos, "Causas del declive poblacional", ofrece a Walter Tevis la oportunidad de explicar las diferentes causas que pueden haber producido la disminución de la población que se cuenta en la novela. Leyéndolas en un contexto actual, ¿podrían suceder esto en un mundo real? ¿A corto o medio plazo se podrían dar en nuestro planeta las condiciones que favoreciesen, por ejemplo, a la bajada de la natalidad? Los hechos que cuenta Tevis no son violentos y parecen haber sido elegidos por la voluntad de la propia humanidad de forma consensuada, pero sus consecuencias no parecen muy reales o posibles. Al revés, en la Tierra, se produce una aumento de población constante que pone en peligro la supervivencia y la sostenibilidad del Planeta. Esto explica que Bentley diga que no ha visto en Nueva York a jóvenes ni a niños.
 
Con la información que recoge de la lectura de los libros va rellenando los huecos para elaborar una teoría incompleta de lo que pasó en épocas anteriores. 
 
La educación que había recibido, la misma que se aplicaba a toda la población, estaba basada en la Intimidad y en los derechos individuales. Solo tenía importancia lo que afectaba al individuo; lo demás, carecía de importancia.
 
Decidido a escaparse de la cárcel, su único impedimento son los brazaletes, a modo de esposas, que impiden electrónicamente salir del recinto penitenciario. Consigue quitárselos con las cuchillas mecánicas, no sin sufrir lesiones en las muñecas que no le impiden comenzar su camino impreciso hacia Nueva York, siguiendo la costa en dirección norte. Dolorido y con escasas provisiones para comenzar su incierto viaje, solo hay algo que lo reconforta: "Por primera vez en toda mi vida, era un hombre libre".
 
A partir de aquí se inicia un viaje de supervivencia con pocos altibajos, salvo los producidos por la falta de comida y bebida. Son unas páginas bastante aburridas que aportan poco a la historia. Recuerda con nostalgia a Mary Lou, con la que imagina formar una familia. ¿Es eso lo que le mueve en su vuelta a la gran ciudad? ¿Sabe que está embarazada? No dice nada de eso; ni muestra rabia contra Spofforth ni contra el sistema que lo encarceló y lo separó de la mujer que quería.
 
En su ruta por la costa no encuentra ninguna señal de presencia humana, salvo una escena en la que llega a un edificio solitario encima de un cerro. Allí descubre un ejemplo de irracionalidad, de desperdicio de tiempo y energía, protagonizado por un grupo de robots que fabrican sin descanso tostadoras a pilas y las tienen que reciclar, en un bucle sin fin, porque son incapaces de buscar solución a un defecto de fabricación que Bentley soluciona en un instante.
 
Si es una crítica a un mundo robotizado en el que la intervención humana ha desaparecido, resulta demasiado pueril. En los años 80, cuando se publicó la novela, las fábricas ocupaban principalmente mano de obra humana y la robotización estaba dando sus primeros pasos. No se critica aquí que los robots vayan a eliminar puestos de trabajo a las personas (de hecho las pocas personas que van quedando se dedican a fumar porros, a bajar su nivel de ansiedad con tranquilizantes y a realizar actividades intelectuales). Lo que creo que se critica es que la ausencia de personas en el trabajo industrial convierta a la mecanización en una tarea inútil porque siempre se utilizará la supervisión humana.
 
Las primeras señales de presencia de personas las advierte en el encuentro con una carretera y con las señales en la misma que le indican que ha llegado a Maugre. Se encuentra unos edificios aparentemente abandonados y un obelisco monumental que da acceso a una especie de centro comercial abandonado, pero en funcionamiento. Las señales recientes de personas le ponen en alerta de que esas instalaciones, anacrónicas en ese momento, obedecen a algún motivo. Bentley no se puede imaginar que se va a encontrar con hombres y mujeres que conviven con reglas muy distintas de las de la gran ciudad y que no hay ni rastro de robots.
 
Mientras tanto, Mary Lou y Bob Spoffoth (como ella le llama) conviven tal como él había deseado. El robot tiene sueños del propietario original de su mente duplicada. Sueña con una mujer vestida con una túnica y con el pelo largo y negro. La mujer del abrigo rojo y Mary Lou se la recuerdan. Piensa que si encuentra una mujer como la del sueño, podrá recuperar las vivencias de la vida que vivió su otro yo. No muestra, por otra parte, ningún escrúpulo ni ningún tipo de culpabilidad por haber arrebatado a Mary Lou ni haber mandado a Bentley a la cárcel. Tampoco muestra ningún tipo de empatía. Aunque su inteligencia y su capacidad de razonar sea muy superior a la humana, esa falta de sentimientos y emociones humanas le aleja de lo que creo que busca: ser más humano que robot.
 
Mary Lou no parece echar de menos a Bentely. Su vida con el robot es muy cómoda e incluso parece tenerle cariño, aunque sabe que las relaciones sexuales entre ambos son imposibles.
 
Le pregunta a Spofforth por qué la gente no habla entre sí y por qué la lectura y la escritura desaparecieron. Es curiosa la respuesta del robot, que achaca esta situación al monopolio del automóvil: en resumen, en un momento se produjo la muerte del petróleo, después llegó la fusión nuclear, más tarde el coche se convirtió en un objeto de individualismo y de liberación ante las obligaciones que imponía la sociedad. Finalmente, las drogas y la televisión hicieron innecesarios a los coches, pero el mal ya estaba hecho. La gente se había vuelto introspectiva y no necesitaba la curiosidad ni la iniciativa para vivir.
 
Recordando todavía las veladas con Bentley en las que descubrieron la importancia de escribir su vivencias y su propia vida, Mary Lou anima a Spofforth a que haga lo mismo, pero él le contesta con una respuesta de robot: Spofforth no necesita escribir para recordar porque él nunca olvida nada.
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