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Rayuela: 16-137-17-97-18-153-19-90-20-126-21-79-22

Libro que estamos comentando: 
Rayuela

Hola a todas y todos. A estas alturas de libro uno piensa que anda embarcado en un libro oceánico: enorme por la erudición que contiene pero también inmenso en la hondura de sus propuestas y planteamientos. Una novela que rompe la novela (al tiempo que se hace novela) y que busca poner en un mismo plano a autor y lector (pues a través de las notas a las que vamos saltando podemos ver muchas de las decisiones que fue tomando Cortázar y de las reflexiones que le llevaron por esos caminos de escritura).
Pero también me gusta pensar en esta novela como en un turbión, en una torrentera enorme que arrastra multitud de historias, personajes, notas, imágenes... y que invita al lector cómplice a dejarse arrastrar por esa corriente brutal y poderosa. Ahí en medio, arrastrado por la historia, el lector queda atrapado por ella y mientras bracea va viendo a un lado y a otro trozos, partes, fragmentos de lo que el agua lleva (y, por lo tanto, nunca la totalidad). Acaso este sea un libro inabarcable.
Pero dejémonos de reflexiones y zambullámonos en los capítulos de esta semana.
 
16. Seguimos en la reunión del Club en el que va subiendo el nivel de alcohol entre sus acólitos (alcohólitos, quizás sería lo apropiado), descubriendo a un Oliveira celoso; pero sobre todo incidiendo en una idea que ya se ha dicho antes: "De cuando en cuando ocurría que las palabras de los muertos coincidían con lo que estaban pensando los vivos (si unos estaban vivos y los otros muertos)". Obviamente hace referencia a las letras de las canciones de jazz que suenan y se trenzan con las emociones de lo que se está viviendo en el Club; aunque claro, Cortázar no podía dejar de dar una vuelta de tuerca más (y ahí deja caer esa frasecita entre paréntesis). Sencillamente brutal.
 
137. Acaso una nueva ironía morelliana, la máxima (en tantas obras artísticas) de que "más es menos". Máxima que parece asumir este libro donde, precisamente, parece no ser cierta. ¿O sí?
 
17. En este capítulo vemos a Oliveria desde la mirada de Gregorovius (quien lo define como "una víctima de la cosidad", tan acertado él). Y a partir de aquí nuevas reflexiones sobre el jazz y el arte, muy interesantes, como siempre, y de las que no he podido dejar de entresacar una para enmarcar con letras de oro: "en el jazz, como en cualquier arte hay siempre un montón de chantajistas. Una cosa es la música que puede traducirse en emoción y otra la emoción que pretende pasar por música."
Últimos coletazos de la reunión del Club de la Serpiente. Creo que en los últimos párrafos de este capítulo el narrador va fragmentando las ideas y el discurso para acercarnos más a ese ambiente de humo de tabaco, jazz de madrugada, conversación de beodos, inconexión (o conexión) de ideas... ¿Qué pensáis vosotros?
 
97. Nuevas reflexiones de Morelli sobre la novela (Las formas exteriores de la novela han cambaido, pero sus héroes siguens siendo los avatares [de otros héroes clásicos]) y sobre el papel del lector (¿que pasa también a ser un personaje?) ante estas novelas que buscan nuevas sendas.
Rayela, por lo tanto, pretende ser mucho más que un libro que rompe con la linealidad tradicional de la lectura, busca un cambio profundo y en todos los planos. Y lo fascinante es que va reflexionando sobre eso en el propio libro, caramba. 
 
18. Último pasaje en esa reunión del Club de la Serpiente. El final de la noche en el que el narrador nos muestra una panorámica última y en el que reflexiona (y quizás nos da una pista) sobre lo que estamos leyendo: "Todo desorden se justificaba si tendía a salir de sí mismo, por la locura se podía acaso llegar a auna razón que no fuera esa razón cuya falencia es la locura. Ir del desorden al orden."
Y con estas páginas que podrían resumirse "un tipo al piano y la lluvia sobre la claraboya, en fin, literatura.", termina nuestra larga noche de jazz, alcohol y conversación en el Club.
 
153. Quizás un aviso para el propio escritor: como te descuides todo quedará similar. ¿Creéis que hace referencia a esta cuestión?
 
19. Hace poco que Oliveira y la Maga viven juntos. La ecuación no parece cuadrar para Oliveira porque con la Maga, obviamente, vino Rocamadour. Estamos en el cuarto con ellos, Rocamadour está enfermo y la Maga se deshace en atenciones para con su hijo, mientras a Oliveira "hace rato que le importan las cosas sin importancia", ¿o tal vez no?: porque andar todo el rato pensando en la hierba mate y en lo difícil que es conseguirla en París y en la mejor manera de tomarla... mientras a su lado Rocamadour berrea enfermo. Se percibe más bien el fastidio que supone el hijo de la Maga para su relación con ella.
Y mientras, Oliveira sigue con sus reflexiones, sus pretensiones de cómo "sin palabras llegar a la palabra".
Por cierto, hace rato que me voy encontrando frases subrayadas en mi edición, frases que me llamaron la atención hace 25 años, cuando leí por primera vez este libro. Me resulta emocionante reencontrarme con el lector que fui. ¿Cómo os sentís vosotras, vosotros, cuando os topáis con alguna nota o subrayado que hicisteis hace años?
 
90. Este capítulo es distinto a otros que hay "al otro lado", incluye las reflexiones y ese juego de Oliveira de usar "las haches como otros usan la penicilina". Es también un capítulo que anticipa algo que va a suceder más adelante: ese ahogarse en el río metafísico. Pero sobre todo, y una vez más, es un pasaje lleno de perlas, aquí va una como muestra: "el verdadero amante amaba sin esperar nada fuera del amor, aceptando ciegamente que el día se volviera más azul y la noche más dulce y el tranvía menos incómodo".
 
20. Este es uno de los capítulos más poderosos de todo el libro (opino). La ruptura entre Horacio y la Maga; ay, sí, os destripo que esto va a ocurrir, pero también os aviso que lo fascinante es cómo ocurre, cómo transcurre ese diálogo que se inicia de la manera más estúpida (ese afán por confirmar que la Maga se ha acostado con Gregorovius) y que va avanzando hacia lo oscuro (con esa especie de insatisfacción por la vida que parece tener Oliveira) mientras ocurren cosas bien dispares y aparentemente contradictorias (estallar en carcajadas los dos, la enfermedad de Rocamadour, el diálogo poderosísimo...).
En verdad es uno de los pasajes más memorables de todo el libro: esos argumentos y contraargumentos, esas discusiones (también en glíglico y por el glíglico), esos saltos entre lo teórico y lo real (impecable el momento en el que dice: "una cosa son los nudos gordianos y otra el céfiro que sopla en la calle, debe haber cinco bajo cero.")... mientras vemos a dos personajes que se conocen tanto (o al menos la Maga conoce muy bien a Horacio, deslumbra cuando le dice: "te haría tanto bien quedarte un poco ciego.").
La explicación precisa a esta ruptura está en el último párrafo del capítulo: "No somos adultos, Lucía. Es un mérito pero se paga caro. Los chicos se tiran siempre de los pelos después de haber jugado."
 
126. ¿Habla un adulto del paraíso de la infancia que se disfruta sin ser consciente de ello?
 
21. Oliveira se duele tras la ruptura: "Entre la Maga y yo crece un cañaveral de palabras, apenas nos separan unas horas y unas cuadras y ya mi pena se llama pena y mi amor se llama amor". Pero sobre todo Oliveira recuerda a la Maga y con sus recuerdos nos desvela algo que ya sabíamos (y de lo que hemos hablado en varias ocasiones aquí): ella es un Cronopio y él es un Fama, y no hay mejor manera de explicarlo que este párrafo que os señalo: "Hay ríos metafísicos, ella los nada como esa golondrina está nadando en el aire, girando alucinada en torno al campanario, dejándose caer para levantarse mejor con el impulso. Yo los describo y defino y deseo esos ríos, ella los nada. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el puente, ella los nada. (...) Ah, dejame entrar, dejame ver algún día como ven tus ojos."
 
79. Me encanta este capítulo en el que Morelli vuelve a reflexionar sobre la novela y el lugar del lector: un texto "que vuelva al lector obligadamente cómplice al murmurarle, por debajo del desarrollo convencional, otros rumbos más esotéricos. Escritura demótica para el lector-hembra". Aquí aparece este término que en entrevistas tras la publicación del libro Cortázar trató de matizar. Quizás lector hembra por la posibilidad de dar a luz una nueva mirada sobre el texto. ¿Qué pensáis?
 
22. Y de pronto, a este lado, aparece Morelli. Un escritor (golpeado por un coche). Sin dejar a un lado el humor (que ya nos venía haciendo falta), entra Morelli en escena: "no tiene familia, es un escritor".
 
Feliz semana de lectura
Pep Bruno