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2 SAFO. POEMAS Y TESTIMONIOS

Libro que estamos comentando: 
Poemas y testimonios

 
2 SAFO. POEMAS Y TESTIMONIOS
 
Buen día, ATRAPAVERSOS:
Esta semana, lunes día 13, terminamos la lectura de todos los poemas de Safo que han llegado hasta nuestros días. Por fortuna, tal como demuestran los hallazgos realizados en estos últimos diez años, parece que todavía pueden seguir apareciendo nuevos restos de poemas. Brindemos por ello.
La lectura abarca desde la página 81 con el poema "63. El mar por medio”, hasta la página 143 con el poema "10. Madre”.
 
Los tres poemas en los que más se aprecian los nuevos hallazgos papirológicos son:

  • “45. Mi vejez” de la página 61, que  ha pasado a ser “1. El poema de Titono” de la página 131.
  • El “9. Himno a Hera” de la página 33, que ha pasado a ser el de la página 137 (con el mismo título).
  • y “5. Propémptico” de la página 29, que se puede leer mucho más completo en “9. Himno a las Nereidas” de la página 141.

Tal vez os guste contrastar los cambios y leer las notas que escribe Luque a propósito de ellos. Y de paso comprender la pasión de los estudiosos, que con la incorporación de una sola palabra nueva al legado de Safo ya son felices…
 
 
Para tomar conciencia de la antigüedad de la obra de esta poeta (nacida en la isla de Lesbos alrededor del año 617 antes de Cristo), conviene saber que se han conservado muy pocas obras literarias anteriores a la suya: La epopeya de Gilgamesh, la obra épica más antigua conocida, en escritura cuneiforme, cuyos primeros restos fueron encontrados en Nínive, en el actual Irak; los primeros himnos del Rigveda, compuestos en sánscrito en la región de la actual Pakistán; y, por supuesto, las obras de Homero y los mitos de Hesíodo.
 
El origen de su singular nombre, Safo, parece que procede de la lengua hitita, una cultura situada en la antigua Anatolia (actual Turquía), y viene a significar: numinoso, limpio, puro como las aguas de una fuente. Otras etimologías sitúan su origen en el griego antiguo y dicen que era la palabra para designar el zafiro y el lapislázuli. En todo caso, precioso nombre.
 
Como venimos leyendo, Safo hace continuas referencias a la mitología, pero sobre todo dedica sus cantos a la diosa Afrodita, la diosa del amor, un amor no solo entendido como sexual, tal y como nos ha llegado el concepto de Venus (su versión latina), sino un amor total, existencial, hacia todas las cosas. Dice Jules Cashford en su maravilloso libro El mito de la diosa (Editorial Siruela):
“Ella está dondequiera que la vida centellee con belleza y alegría. Las Gracias que la sirven, tejiendo sus ropas, trenzando sus coronas de violetas, se llaman Alegría (Eufrósine), Brillo (Áglae), Florecimiento (Talía): todo cuanto es fuente de dulzura en la vida. Cuando emerge de las olas, encaminándose hacia la orilla, brotan hierbas y flores bajo sus pies. Deseo (Himero) y Amor (Eros) la siguen dondequiera que vaya. A medida que asciende, a pie, por su montaña, los animales se llenan de mutuo deseo.”
 
Existe un texto muy antiguo, anterior a la obra de Safo, titulado precisamente Himno a Afrodita, y conocido como “homérico”, pues está escrito con las mismas medidas métricas que la obra de Homero, en el que se describe el nacimiento de esta poderosa y espléndida diosa. Así comienza:
“Voy a cantar a la augusta, a la coronada de oro, a la hermosa Afrodita, bajo cuya tutela se hallan los almenajes de toda Chipre, la marina, a donde el húmedo ímpetu del soplador Zéfiro la llevó, a través del oleaje de la mar muy resonante, entre la blanca espuma. (…) ¡Salve, la de ojos negros, dulcemente lisonjera! ¡Concédeme obtener la victoria en este concurso e inspira mi canto, que yo me acordaré también de otro canto y de ti!”.
¿No os recuerda este tono del poema a los de la propia Safo, con esa exaltación, ruegos y entrega hacia el amor; hacia la diosa y hacia Eros, su sirviente?
 
Es posible que os haya recordado esta narración del nacimiento de la diosa a una forma pictórica muy conocida. Pues este antiguo Himno a Afrodita fue descubierto en el s. xv  de nuestra era en un manuscrito en Florencia, en pleno Renacimiento. El texto lo tradujo por vez primera el poeta Policiano y se convirtió en la inspiración para que su contemporáneo, el pintor Sandro Botticelli, realizara su conocidísimo cuadro el Nacimiento de Venus.
 
Os cuento todas estas cosas para que, en la medida de lo posible, entréis en ese mundo en el que se escribieron los poemas de nuestra poeta. En los que se encuentran muchas alusiones a la diosa, además de por su nombre griego de Afrodita también con los epítetos: Cipria o Cipris (de la isla de Chipre), Citerea (de la isla de Citera). Con uno u otro de estos nombres, o bien por referencias a ella, así como a su sirviente Eros, la encontramos presente en los poemas 1, 2, 5, 7, 8, 12, 13, 22, 30, 31, 53, 56, 58, 63… Así podría continuar la lista, pero no quiero abrumaros, aunque he de confesar que la he hecho completa. Acabadla, si os agrada, pues quedan por anotar precisamente los poemas a los que corresponde la lectura de esta semana (a partir del poema número "63. El mar por medio”).
 
Os dejo en este mundo luminoso anegado de amor y sensualidad, ligero y profundamente humano. Oh, si todo el mundo lo supiera y aceptase estar bajo el manto de la poderosa y tierna Afrodita, otro gallo nos cantaría.
 
Hasta la próxima semana, que la diosa os acompañe
y os invite a disfrutar de sus manzanas,
 
Estrella Ortiz