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2 PIEDRA Y CIELO. Juan Ramón Jiménez

Libro que estamos comentando: 
Piedra y cielo

2 PIEDRA Y CIELO. Juan Ramón Jiménez
 
 
Buen día, estimadas personas que os detenéis a disfrutar de la palabra poética.
Continuamos nuestra lectura de Juan Ramón Jiménez. Esta semana llegaremos hasta la página 167 que es el final de la primera parte del poemario titulada Piedra y cielo I.
La semana pasada os comentaba que aunque es un libro “fundacional” en la poesía contemporánea nunca fue muy leído, entre otras razones porque el poeta durante toda su trayectoria publicó mucho y además hizo varias antologías (antolojías, según la grafía de su gusto) de su obra en las que incluyó algún poema suelto de este poemario; pero el poemario completo no se volvió a editar hasta pasado mucho tiempo.
La importancia de esta obra se muestra por el impacto novedoso que produjo en los poetas de su generación y siguientes (como los de la generación del 27). Para mí ha sido una sorpresa leer en la Introducción de nuestro libro el término “piedracielismo” y sus repercusiones en latinoamérica. Si os interesa, vais a poder leerlo en la página 78.
 
Volvamos sobre la corriente del Simbolismo que nos ocupa. La bella etimología de la palabra SÍMBOLO creo que ilustra claramente este tipo de poesía. Viene del griego, y significa “lanzar conjuntamente y reunir”. En origen, el símbolo era un objeto partido en dos (generalmente una moneda) de la que dos personas conservaban una mitad cada una de ellas. Y estas dos partes servían para recordar a los portadores un compromiso o una deuda; era una “contraseña” entre ellos.
Lo que llevado a nuestro terreno poético implica que en este tipo de obra simbólica el poeta tiene una parte y quien lo lee la otra; de modo que juntas forman el verdadero símbolo. Esto me conduce a otra imagen: el poeta tira una piedra en el agua y sus ondas, recibidas por cada uno y cada una, resuenan de un modo diferente, particular. En nuestra obra podríamos decir que el poeta tira la piedra al cielo y sus ondas son… bueno, lo que queráis imaginar. ¡Aquello que estáis sintiendo, ni más ni menos!
A propósito de la palabra piedra, en esta obra parece como si la persona fuera eso, la piedra que aspira, gracias al don de la palabra, a hacerse cielo. Esta afirmación transcendente  implica al yo poético de una manera total: nuestro poeta no concibe la poesía tan solo como un oficio o una actividad, sino como una forma de ser y estar en el mundo. Una forma de vivir. Esta es la razón por la que emplea continuamente valores absolutos, cósmicos, podríamos decir. El poema para él es una obra de arte trascendente. De ahí que se nos presenta como alguien visionario, creador de lo inefable.
 
Una última cosa por hoy a propósito del Simbolismo: en la lectura poética los símbolos no se reducen a elaborar una transposición de los contextos. No es un idioma secreto que se pudiera “traducir” palabra por palabra, los símbolos no habitan en la esfera del concepto. Los símbolos son evocación, sugerencia, atmósfera.
Esta es la razón por la que insisto en lo que os decía la semana pasada: dejaos llevar por la lectura, no sufráis desentrañándola. Vedlo más bien como un juego. Como en efecto creo que también lo es para el creador. Un juego asimismo fonético, de afinidades sonoras y gráficas. Hablaré de ello la semana próxima.
 
Como cierre de mis comentarios, os transcribo un par de fragmentos de poemas del poeta checo (en lengua alemana) Rainer María Rilke que me parece que vienen muy a propósito de lo que estamos leyendo. Los he tomado del ensayo El contorno del poema, de  Pere Ballart (editorial Acantilado), y el primero dice así:
 
Entronizada rosa, pareciste
a los antiguos cáliz delicado
y eres para nosotros
la frondosa plena flor, el tema inagotable.
 
El tema inagotable. Así imaginamos a nuestro poeta a vueltas con “la plena flor”.
Y aquí tenéis el segundo poema, para mi gusto bellísimo:
 
Ni las penalidades se identifican,
ni se aprende el amor,
ni aquello que en la muerte nos separa
nos es revelado.
Tan solo el poema sobre la tierra
consagra y glorifica.
 
Las negritas ya habréis imaginado que eran mías. Y como un poema lleva a otro…
Ahora sí va la despedida de la mano de nuestro poeta, con una estrofa de su poema Canción espiritual:
 
¡Esta es mi libertad: oler la rosa,
cortar el agua fría con mi mano loca,
desnudar la arboleda,
cojerle al sol su luz eterna!
 
 
Feliz viaje poético. Hasta la próxima semana.
Saludos y Poesía,
 
Estrella Ortiz