Nada, XII-XVIII
Hola a todas y todos, continuamos con Nada, el deslumbrante libro de Carmen Laforet. Esta es nuestra penúltima semana y ya os voy anticipando que nuestra siguiente lectura será Catedral, de Raymond Carver.
Para esta semana os propongo leer los capítulos XII al XVIII, ambos inclusive, unas 80 páginas en mi edición. Acabamos justo donde empieza la tercera parte del libro.
Vamos al lío.
ESTA SEMANA
Se amplía el campo de juego de la novela, aparecen nuevos personajes: como Jaime, con Ena; o como los "bohemios" (estas comillas son gigantes, porque son bohemios de aquella manera, como se puede apreciar según vamos conociendo a estos muchachos según avanza la lectura y, especialmente, en el baile del último capítulo de esta semana), me refiero a Pons, Gíxols e Iturdiaga; o como Gerardo, el muchacho que le dio la tarjeta páginas atrás y que vuelve por aquí de nuevo para anudar si cabe más la confusión de la protagonista.
Andrea sigue atenazada por la necesidad, acuciada por el hambre, pero es como si su vida transcurriera en otro lugar (que no en su cuerpo). Esa casi negación del problema que, sin embargo, vemos aflorar una y otra vez (dolor de articulaciones, dolores de cabeza, dolor de estómago, agotamiento, dificultad para pensar con claridad, etc.) es como un clavo que atraviesa todas las páginas. A mí me resulta algo difícil creer que ella no priorice esto frente a todo lo demás. Pero claro, es una joven de 18 años que tiene libertad de movimiento y, no lo olvidemos, ese movimiento transcurre en otro lugar, que no en la opresiva casa/familia de Aribau. ¿Qué pensáis vosotras, vosotros?
Hay algunos momentos brutales en estas páginas: como el viaje a los Infiernos que hace siguiendo a Juan por el Barrio Chino; o la conversación que escucha en la Noche de San Juan; o la tragedia del niño de Gloria (donde, por cierto, espeluzna el papel de Antonia, falta solo que se ponga a comer pipas sentada en una silla mirando para no perder detalle, como si estuviera en el cine).
Hay también alguna situación que intuimos y que no terminamos de entender (y que queda con las espadas en alto en las últimas líneas de esta semana), y sí, hablo de Román y de la princesa eslava (ya entenderéis, pero yo no quiero destripar nada).
En cualquier caso, estos capítulos creo que se quiebra el mito del amor romántico en varios momentos, o tal vez lo que se quiebre es el mito, el cuento, la posibilidad de escapar de la realidad sórdida a través de la fantasía de la ficción. Y para explicar exactamente qué quiero decir, voy a aludir a Cenicienta. Hay varias referencias al cuento en estas páginas, no sólo de pasada, sino también como metáfora de la historia que estamos leyendo: recordad que Cenicienta, en muchas variantes, asciende en el escalafón social gracias a un baile en el que el príncipe se enamora de ella. Atentos, atentas, porque en las últimas páginas de esta semana hay un baile muy similar al del cuento, y se cita, directamente, a los zapatos de la protagonista en un par de ocasiones. Aunque, claro, tal vez el resultado no sea el mismo que el del cuento, ya veremos.
Espero que disfrutéis de la lectura de estos días. ¡Y feliz Día del Libro!
Saludos cordiales,
Pep Bruno