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MITOS Y DELITOS, 1

Libro que estamos comentando: 
Mitos y delitos

 
 
Comenzamos nuestro paseo por la obra Mitos y delitos de Claribel Alegría, publicada en España por la editorial Visor en 2008.
Espaciaremos su lectura a lo largo de tres semanas, distribuidas del siguiente modo:

  • Primera semana, hasta el poema “Despertar” de la página 39.
  • Segunda semana, hasta el poema “Tiempos” (p. 67)
  • Tercera semana, hasta el final del poemario.

 
El libro está articulado fundamentalmente con poemas que revisitan algunos mitos e historias de nuestra cultura occidental y que se encuentran alternados con otros poemas que hablan de la ausencia y la nostalgia del amado. Algunos de ellos, por cierto, están directamente dedicados a Bud, el nombre familiar de su esposo fallecido más de veinte años antes, pero que continúa presente para ella.
Os hago notar que el poemario se inicia (poema “Gracias a ti” p. 9), se media (poema “Desafío” p. 47) y termina (“Poesía” p. 96) con tres poemas referidos al hecho mismo del quehacer poético. De nuevo -también lo vimos en Oliver y Cernuda, nuestras anteriores lecturas­- encontramos que esta actividad de armar versos ejerce un efecto salvador para el propio sujeto poético. Me ha gustado este “encuadre” que producen en el poemario, y que le aportan su sentido.
 
A continuación, pasamos a los diferentes protagonistas mitológicos que se presentan en la lectura de esta semana. La “consulta” mitológica la tomaré de la obra de Robert Graves, a sabiendas de que la poeta y él fueron amigos, y que en el prólogo esta se lo dedica y agradece expresamente. Voy a manejar el libro de Graves titulado “Los Mitos Griegos” en una edición de la editorial Planeta, supervisada y traducida por su hija Lucía Graves, en edición para Círculo de lectores. Todas estas indicaciones vienen al caso porque quién sabe si tal vez alguien de los que me estáis leyendo disponga de este libro y pueda ampliar las lecturas de los mitos que vamos a ver.
 
“Ira Demetrae” (p. 10) es el poema más extenso de todo el poemario. La figura protagonista, Démeter, es muy poderosa. Presenta su lamento por el rapto de su hija Core (una diosa virgen que más tarde se transformará, tras su paso por el Hades, en Perséfone), y habla de la búsqueda doliente e infructuosa de Démeter como madre y su resolución de no permitir la vida y la vegetación en la tierra hasta no encontrarla. Esto ocasiona grandes miserias en el mundo, y finalmente su medida de fuerza tiene efecto ante los dioses… pero con un pero: solo podrá salir Core del inframundo si no ha comido nada allí. Pero… sí que comió unos granos de granada, con lo que finalmente se tuvo que negociar un tiempo anual en el que tenía que regresar al Averno. De modo que la vuelta nunca fue completa, implicó una iniciación para la joven Core. Tanto que a partir de ese momento comenzó a llamarse Perséfone (Proserpina para los latinos), como os comentaba un poco más arriba.
Esta historia de la antigüedad fue muy profunda, y entre otros acontecimientos, rigió los famosos e impenetrables “Misterios Eleusinos”, vigentes en el imaginario occidental durante siglos. En un sentido literal evidente, el mito explicaba el ciclo anual de la vegetación, con la alternancia de las estaciones: la vuelta de Core con su madre representaban las estaciones benéficas para los cultivos; la permanencia de Core en el inframundo con su esposo Hades, visualizaba el periodo invernal, el sueño oscuro de las cosechas.
Pero en esta versión del mito, la poeta va más allá y da un giro hacia la conciencia planetaria y la necesidad de las cualidades femeninas para la supervivencia humana. El poder se le fue arrebatado a las mujeres y es por ello por lo que la tierra está siendo arrasada con el descuido y avaricia de los poderes masculinos. ¡Deméter lucha por ello con toda su alma!
Solo volverá “la primavera eterna” con la instauración de los cuidados hacia la tierra, o dicho de otro modo, cuando reinen las cualidades humanas femeninas todo el año, no solamente las masculinas (negativas, en este caso). Un tema de máxima actualidad, como os habréis dado cuenta, por cierto.
 
Esta consideración que acabamos de plantear sobre la vigencia de este tipo de relatos es muy importante a la hora de acercarnos a las figuras míticas. No son hechos que ocurrieron en el pasado, son historias que permanecen en el imaginario y que de un modo figurado continúan vivos en el inconsciente colectivo, en la cultura.
Ocurren a cada momento, nos ocurren. Son actualidad.
Como le pasa a Galatea (p. 17), una mujer “prefabricada” quien se olvida de sí misma, siguiendo los deseos masculinos, hasta el punto de que no puede encontrarse en la figura de ese amante-creador llamado Pigmalión.
O al jovenzuelo Faetón (p. 19) en su caída, con sus ansias de llegar a lo más alto, cuando todavía le faltaba  la madurez necesaria para tomar las riendas.
Como le ocurre a la pobre Ifigenia (p. 31), manipulada y sacrificada por su padre para conseguir sus propios deseos egoístas, amparados en las razones del bien común.
Y a Afrodita (p. 26), con su belleza de marca, que tan claro lleva implícito en su aspecto el precio del frío postureo…
En fin, también vamos a encontrar en este panteón al dios de la poeta.  Sabremos de él gracias al poema “¿Quién eres?” de la página 24. Ahí leemos cómo, según acaban las preguntas, al yo poético se le ven las dudas y asoma su panteísmo:
“… dudo de tu existencia / y en mis horas aciagas / me pregunto / si no soy yo ese dios / al que persigo / si no es conmigo misma / la comunión que ansío”.
Por último destaco el poema “El silencio y la palabra” (p. 28), en el que vais a disfrutar el reflejo de un viaje de ida y vuelta entre estas dos figuras imprescindibles de la comunicación. Bien interesante, por cierto.
 
Aquí os dejo, pues, en buena compañía.
¿Qué sería una lectura poética sin sus relecturas, sin sus lecturas en voz alta, sin sus amores por las palabras? Daos a ello… disfrutad.
Nos seguimos encontrando. En vuestros comentarios, cuando queráis.
Saludos en poesía,
Estrella Ortiz