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Memorial del convento, 16-20

Libro que estamos comentando: 
Memorial del convento

Hola a todas y todos, avanzamos con la lectura que va como en un suspiro, va la cosa que vuela (nunca mejor dicho). Para esta semana os propongo del capítulo 16 al 20, ambos incluidos, que en mi ejemplar suman unas 115 páginas (de la 241 a la 356). Como os podéis imaginar la próxima semana daremos el último paseo, pues ya se avista el final
Por cierto, ya os anticipo que nuestra próxima lectura será Mujercitas, de Louisa May Alcott. Pero ya os cuento más adelante. De momento disfrutemos de esta penúltima semana con Saramago.
 
ESTA SEMANA
En el primer capítulo de esta semana veremos de lo que es capaz la voluntad humana. No son las almas ni los dioses, son las mujeres y sus hombres quienes, con su tenacidad y su empeño, elevan el hierro o, como ser verá más adelante, desplazan una piedra de 31 toneladas. La voluntad humana. Su esfuerzo, su agotamiento, su anhelo.
En estos capítulos hay un contraste evidente: la ligereza del vuelo de la passarola, alzada a costa de trabajo y estudio, de interés e ingenio; frente a la descomunal carga de la piedra, un puro capricho real. El lastre del poderoso (del sistema) frente a la ligereza del estudio y la cooperación, del trabajo paciente y sabio. 
Esa piedra, apenas unos instantes en la visita del convento de Mafra (como el propio Saramago cuenta) que tiene una historia brutal, un esfuerzo tremendo, un sacrificio inaceptable. Ese viaje es metáfora de tantas cosas que es un capítulo en el que, mientras se va leyendo, se va tragando sangre. Qué barbaridad.
Y, por cierto, también es un capítulo en el que nos encontramos con un cuento (contado a noches, como en las 1001). Tal vez era el momento para el cuento: justo donde el infierno se hace carne la ficción viene a protegernos. No sé, qué pensáis vosotras, vosotros. De cualquier manera guarda también un paralelismo con lo que ocurre en estos capítulos que transcurren en su mayoría en Mafra, en la obra descomunal del convento, pero que tiene pequeñas escapadas hasta el Monte Junto, hasta esa fronda que, como en el cuento de la Bella Durmiente del Bosque, protege a la passarola (que también es bella y también duerme). 
Es como un escape de la realidad (Mafra) hacia el mundo del cuento, de los cuentos, hacia el territorio de ficción (Monte Junto), que es siempre una promesa de vuelo, de escape. ¿No os parece maravilloso?
En cualquier caso, ninguno de estos capítulos tiene desperdicio, de la primera a la última línea. Qué lectura maravillosa.
 
Pasad una buena semana de lecturas.
Os leo en los comentarios.
Saludos cordiales, 
Pep Bruno