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Capítulos 2 y 3 de Los senderos del mar

Libro que estamos comentando: 
Los senderos del mar: un viaje a pie

Queridas viajeras, queridos viajeros,

¿Cómo estáis? Una semana más acompañamos a María Belmonte en su viaje por la costa vasca. Es este un viaje al interior de uno mismo y de la naturaleza, un viaje gozoso en el que nos asombramos con la belleza de lo más pequeño del reino animal y vegetal y con lo más grandioso encerrado en valles, montañas, arena, océanos… Colores, texturas, aromas y un inexplicable y hermoso sentir de comunión con la Madre Tierra.

2.- Jazkibel, la costa de las maravillas

Comparando la ruta de Belmonte con, por ejemplo, otras caminatas literarias (por ejemplo, Salvaje, de Cheryl Strayed), nos encontramos con una andariega satisfecha que no camina por expiación o reto, sino por gusto, por gozo. Tanto es así, que no duda en interrumpir su viaje por los senderos cuando tiene que atender asuntos personales o familiares y tampoco vacila en buscar compañía ante la posibilidad de que el viaje se complique: compañía experta de un guía y la compañía afectiva de una amiga.

Son muchos los detalles, anécdotas y sensaciones que la autora nos va relatando, comparto algunas de mis notas…

Me ha gustado que nos descubra la palabra Sehnsucht, “amada por los románticos, que podría traducirse de forma imprecisa como anhelo o añoranza de algo intangible e inexpresable”. Ese deseo de ir más allá del horizonte, a sabiendas de que no se termina, de que no hay fin, de que hallaremos otra montaña, otro sendero, otra cumbre.

Sus reflexiones en torno al paisaje, siempre cambiante, en liza con nuestra percepción que lo calibra como algo estático: “Tendemos a pensar en el paisaje como algo pasivo que está ahí para nuestro exclusivo deleite y disfrute. Pero en aquellos momentos el espectáculo dl cielo, la  costa y el océano, que parecían mantener una dramática conversación, se nos revelaba como algo vivo y tremendamente poderoso, como un escenario en el que se podían detectar los ritmos y procesos de la tierra y el eterno fluir de la vida”.

Los fragmentos que le dedica al agua y a la formación de los océanos son muy interesantes, me asombra cómo Belmonte mezcla la divulgación científica, con la filología,  con la literatura más poética y la descripción de entornos, animales y plantas, casi, casi, como un entomólogo.

Esta cita: “El mar atrae e inquieta a partes iguales al ser humano”. ¿Os gusta contemplar el mar?

Quizás lo más espectacular de este capítulo sean los acantilados de Jaizkibel, las areniscas, la playa de fósiles … y las geoformas. Y la sensación de que hay alguien detrás, una “gran diseñadora” con un plan maestro. Que es quien pinta murales abstractos, quien moldea y horada formas, quien deja sobreimpresionadas en las rocas las huellas de animales y plantas prehistóricos. Pero, como dice María Belmonte, sepamos o no sepamos cómo se forman los caprichos de la naturaleza, ese conocimiento o esa ignorancia no merman ni un ápice su belleza.

La noche en el valle de los colores, en Labetxu, es una experiencia iniciática que deja a la autora con la sensación que tenemos (me atrevo a asegurar) todos ante un paraje natural tan hermoso e inexplicable. Qué pequeños y fugaces somos, pero qué vibrante es estar vivo.

Tras esta noche, caminata hasta San Sebastián pasando por Pasajes y reflexionando sobre el ultramundo, que tenemos tan cerca de nosotros, en nuestras propias ciudades pero que no observamos…”El ultramundo todo aquello que suele escapar a nuestra percepción porque solemos estar demasiado absorbidos por las cuestiones humanas”. 

3. La orilla del mar. El territorio de lo efímero

Escribe Belmonte: “Si cierro los ojos y evoco la orilla del mar, lo primero que me viene a la mente es un olor. Es el olor a marea baja de los veranos de mi infancia”. ¿Qué es lo que evoca en vosotros la orilla del mar?

La escritora nos introduce en el goce de meterse en los charcos, en los ecosistemas tan ricos y sorprendentes que encierran estas charcas de mar encerradas en las rocas… Y así, nos cuenta  historias de Rachel Carson, el estudio de las lapas por Aristóteles y de los percebes por Darwin.

La invención de la playa es uno de los aspectos más interesantes del capítulo, cómo estos eran, simplemente, lugares sucios de trabajo de las clases sociales más pobres (que realizaban los oficios más necesarios) y cómo las clases sociales altas les fueron arrinconando y desplazándolos a un segundo plano.

Los románticos (viajeros, pintores, escritores…) penaban por ese mundo perdido (que, en realidad, nunca habían experimentado, eran voyeurs de ese mundo). El gusto por la orilla del mar volvió de la mano de la hidroterapia (ambos inventos de los griegos y los romanos. Aunque el gusto de bañarse en el mar fue, también, criticado… por ejemplo, la maravillosa escritora Jane Austen se burlaba de ello en su novela inacabada Sanditon y Charles Dickens escribió un hilarante relato.

Es muy hermosa la parte que la autora dedica a San Sebastián, ciudad de la que se confiesa enamorada, “si tuviera que traducirla a música sería un fraseo de saxo de Jan Garbarek, de esos que te elevan a la estratosfera y te hacen volar. Si fuera una bebida, no se me ocurriría mejor comparación que un burbujeante y cosquilleante champán”. ¿Os ha pasado esto con alguna ciudad en concreto? ¿?

Toda la historia de Donosti es, sin duda, fascinante. Piratas, balleneros, corsarios. Qué terrible l caza de las ballenas. Aquí nos explica muy bien Belmonte toda la historia de Melville, el creador de la famosa Moby Dick, que como suele suceder muy a menudo, no disfrutó del éxito de su obra en vida.

Toda la parte en la que María Belmonte recorre el camino hasta Zarauz, Guetaria, Zumaya, Elorriaga, Itziar… nos habla de hombres que recorrieron los mares y de vidas ásperas, entregadas a un oficio cruel. Qué diferentes son ahora las cosas. Esta parte de la costa vasca es muy, muy hermosa. En realidad, qué ganas de preparar la mochila, ¿verdad?  

Enlaces:

Es vuestro turno. ¿Nos leemos?

(Las fotografías las he tomado de páginas oficiales de las ciudades y/o de Wikipedia).