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Los recuerdos del porvenir, y IV

Libro que estamos comentando: 
Los recuerdos del porvenir

Hola a todas y todos, terminamos esta semana con la lectura de este libro estupendo y poderoso, con un gran caudal de historias que desembocan en un río profundo que es la trama central de esta novela. Esta semana leeremos las cincuenta últimas páginas del libro, capítulos X al XVI (de la página 260 a la 310 en mi edición). Resulta que mi edición tiene un anexo final con textos de estudiosos que son unas 40 páginas más y que, en un despiste, creí que eran lectura también para esta semana. Eso queda ahí por si alguien quiere prolongar la lectura, pero nosotros acabaremos en la 310, que es donde termina la novela.
Y antes de comentar, os recuerdo que volvemos a finales de enero con James Joyce y su Dublineses, ojalá os animéis a leerlo con nosotras y nosotros.
Vamos al lío.
 
ESTA SEMANA
Sucede el desenlace, se desanuda el nudo de las últimas esperanzas y se cierra el libro. Se cierra para quedar abierto, como anticipa este pasaje con el que comenzamos la semana: "El juego de la muerte se jugaba con minuciosidad: vecinos y militares no hacían sino urdir muertes e intrigas. Yo miraba sus idas y venidas con tristeza. Hubiera querido llevarlos a pasear por mi memoria, para que vieran a las generaciones ya muertas: nada quedaba de sus lágrimas y duelos. Extraviados en sí mismos, ignoraban que una vida no basta para descubrir los infinitos sabores de la menta, las luces de una noche o la multitud de colores de que están hechos los colores. Una generación sucede a otra y cada una repite los actos de la anterior." (p. 261) 
Las dos cuestiones que tal vez han de cerrarse en estas últimas páginas se trenzan aquí: ¿por qué hace Isabel lo que hace?, ¿acaso es para salvar a su hermano Nicolás de una muerte cierta?, ¿hay algún otro motivo? En los comentarios de la pasada semana hubo quienes hablasteis sobre esto, en verdad es muy sorprendente que Isabel se vaya con Rosas. De hecho, visto desde la mirada de Rosas (según vamos leyendo esto toma más y más cuerpo), es incluso sorprendente que Rosas la invitara a irse con él. Vale, Rosas no tiene cabeza (o perdió el corazón cuando acabó con la mujer que amaba), puede equivocarse en la borrachera de la victoria y en un gesto desafiante invitar a Isabel a que se vaya con él. ¿Pero Isabel?, ¿por qué ella acepta?, ¿qué busca, qué pretende, de qué escapa, a dónde va? Y si esto resulta confuso en las primeras páginas, según avanza la lectura, todo se ensombrece, no parece haber una luz que aclare algo este asunto, pues según vamos leyendo nos topamos con la vida (casi como reclusa) en el Hotel Jardín de una amante inerte, pasiva, ausente, que además provoca (sin querer) el rechazo de Rosas.
Y mientras tanto, mientras en ese cuarto se marchitan la vida y las esperanzas, afuera se anuda la soga alrededor de los prisioneros y se siente la asfixia en un pueblo asfixiado (con personas que pierden la cabeza, con puertas que se cierran para no volver a abrirse, con silencios que gritan...). ¿Qué va a ocurrir con los prisioneros?, ¿qué pasará con Nicolás?
Y lo que es más importante: ¿qué pasa en Ixtepec?, ¿se cierra la historia?, ¿llegamos a algún lugar?, ¿no?
Todas estas cuestiones, como os digo, se van a ir cerrando (¡o no!) en estas últimas páginas del libro. Una vez más no puedo andar comentando mucho porque os destriparía la trama (y para nada quiero yo eso, aunque a estas alturas sé bien que vais a terminar de leer el libro para saber).
Os leo en los comentarios.
 
Os recuerdo que volvemos a finales de enero con Dublineses.
Os deseo unos días estupendos en la mejor compañía y que el 2023 sea un año cuajado de buenas lecturas.
Saludos cordiales, 
Pep Bruno