Nuestros Clubes de Lectura

Literatura de viajes

Club de lectura de poesía.

Literatura juvenil

Clásicos universales

Novelas de género (novela negra, ciencia ficción, etc.)

Capítulo IV. Memorias de África: safaris y champán

Capítulo IV. Memorias de África: safaris y champán
En las páginas (o pantallas) que componen el capítulo IV de Las reinas de África, viajamos junto a Karen Blixen y Beryl Markham.
Quizás Karen Blixen (1885-1962) sea la más conocida, debido a la película basada en sus memorias y por su obra literaria.
He de reconocer que sus románticas andanzas en Kenia, en esa granja al pie de las colinas de Ngong (es un comienzo inigualable para contar una historia), me han perseguido durante buena parte de mi vida. Por supuesto, vi varias veces la película de Meryl Streep y Robert Redford (los dos, bastante más maravillosos y atractivos que los reales Karen y Denys, en mi opinión), leí sus libros Lejos de África y Sombras en la hierba. Los tengo aquí mismo, junto al ordenador, mientras escribo esta entrada en Ítaca. Y, años después, leí El festín de Babette (aunque no he visto su adaptación al cine). Hace pocas semanas, ha visto la luz una nueva biografía sobre ella, , de Tom Buck-Swienty. La leona. Karen Blixen en África, que tengo ganas de revisar. 
He de confesar, así mismo, que tengo sentimientos ambivalentes hacia ella y su biografía. Antes de leer la obra de Morató, si me quedo con sus obras y la película de Sydney Pollack, la baronesa/escritora/Sherezade me resultaba una persona mucho más atractiva y simpática. Pero tenía un punto oscuro, y era esa atracción fatal por la caza mayor, a la que comparaba con una conquista amorosa. ¡¡!!
Karen fue una mujer (como Mary Kingsley, por ejemplo), que admiró profundamente a su padre y su muerte la marcó profundamente. Llama la atención que ella siempre pensase que su suicidio fue porque había contraído sífilis (como le ocurrió a ella años después, contagiada a través de su marido Bror), y que decidió morir porque no podía afrontar el decírselo a su familia.
Esa admiración hacia la figura paterna parece vislumbrarse en muchos detalles: su padre huyó al Lejano Oeste tras la muerte prematura de un primer amor, Karen se casó con el hermano de un amor no correspondido y se fue a África, a reinventarse, a vivir una nueva vida, con alguien parecidísimo a su padre. 
El fracaso de su plantación de café fue una combinación de varios factores: la irresponsabilidad, dejadez y falta de interés de su marido, Bror ; la sequía y, en definitiva, que eran malas tierras para el cultivo cafetero. La idea era buena, pero la ejecución fue nefasta.
Tal vez lo que enaltece a la escritora es su preocupación por los nativos, su amistad eterna con el somalí Farah (que perduró mucho más allá de los años pasados en Kenia), su amor por Denys, su inmenso amor por las tierras africanas, y la evolución de su pensamiento sobre la caza. En algún momento, algo cambió: “Acabó resultándome irrazonable, y hasta feo y vulgar, sacrificar por unas horas de emoción una vida que pertenecía al grandioso paisaje y en el que había vivido diez, veinte o cien años”. Pero… la caza del león aún le parecía irresistible. ¿Cómo es posible? Si pudiéramos trasladarnos allí, junto a Karen, en esa casa de su granja, y saliéramos de safari con ella y Bror, o con Denys, ¿seríamos capaces de comprender esa fascinación, cuando amaba tanto África, sus paisajes y todo lo que en ella vivía?
Hay mucho que comentar de esta mujer misteriosa en apariencia y, a mi entender, sencilla en sus anhelos (ser madre, estar con Denys, quedarse en África…). Ella también era una mujer que viajaba con todo: vajillas, ropa blanca, biblioteca completa, copas de cristal...
Es muy fácil encontrar información sobre Karen y los lugares en los que vivió, os dejo aquí el enlace al Museo en su localidad natal (encontraréis fotografías, vídeos, algunas de sus pinturas, hasta una lata con café en grano de su plantación), y el enlace a su Museo en Kenia.
Pero antes de pasar a Beryl, a la aviadora, a la adiestradora de caballos, a la mujer indómita y aventurera con la que compartió a su gran amor Denys, la historia del Tren Lunático por Nieves Concostrina (podcast), en la que habla de la película Los demonios de la noche (los leones devoradores de hombres en la construcción de la línea de ferrocarril, la historia que Bror le cuenta a Karen). Tal vez el Lunatic Express encarna a la perfección la ambición colonial inglesa.
Beryl Markham. La Dama de los Cielos (1902-1986).
Esta mujer ha supuesto todo un descubrimiento, pese a que contaba con alguna referencia sobre ella (derivada de Blixen y esa especie de triángulo amoroso con Denys).
La niña Beryl, a diferencia de la refinada Karen, se crió en África, en un estado de libertad salvaje, con su gran amigo Kibii. Sin embargo, su infancia distó de ser feliz: abandonada por su madre, maltratada por una profesora, casada en un matrimonio de conveniencia a cambio de civilizarla (como si fuese un caballo salvaje)…
Fue bellísima, valiente, inteligente, pero desconfiaba de las mujeres y no sentía hacia ellas el menor rastro de simpatía (por cómo se portó con Karen, pero tuvo que soportar que Denys fuese enterrado en su granja y que ella fuese considerada su viuda). Nunca superó el abandono de su madre, se me antoja que con muchas de sus conquistas, buscaba vengarse del género femenino. Si bien es verdad que su idea libre de la sexualidad no atendía a convencionalismos.
Ella era más parecida a Denys que Karen (cuando se quedó embarazada, abortó sin comunicárselo, sin embargo cuando la baronesa pensó que esperaba un hijo de Denys no tardó en escribirle), buscaba la libertad, la aventura y odiaba aburrirse. Viajaba ligera de equipaje, al contrario de los refinamientos con los que se trasladaba la baronesa. Las dos mujeres consideraban a Denys su alma gemela. 
De su ámbito personal, aparte de sus numerosas conquistas y relaciones matrimoniales y exmatrimoniales (no podemos dejar pasar por alto el romance con el hermano del futuro rey efímero Eduardo VIII, ¿quizás también con él?); llama la atención el abandono de su hijo al cuidado del padre, repitiendo el modelo materno. Él, al contrario que Beryl, siempre buscó su afecto. A ella le era indiferente. 
De su ámbito profesional, los caballos y el vuelo fueron medulares en su existencia, tal vez más los caballos que volar, pese a las increíbles hazañas que protagonizó. Y aquí tengo que señalar que Beryl no compartía la emoción por la caza, pero no tenía reparos en identificar las manadas de elefantes (con mucho marfi) para los safaris de Bror y Denys. Y de cobrar por ello.
(Aquí vídeos de ese hito en la historia de la aviación, en el que podemos ver el avión y a Beryl. Qué chiquitito e inestable parece.)
Sombras en su vida personal y profesional, con la acusación de dopaje de los caballos, algo tremendo, pues no solo se conseguía que fuesen máquinas de correr, es que se acortaba su vida dramáticamente.
Karen y Beryl amaron África. ¿Cuál de las dos os ha interesado más?
Vuestro turno. Feliz semana.  
 

Vuelo de Denys y Karen en Memorias de África