3ª parte. Hasta el capítulo X
Libro que estamos comentando:
Las diabólicas
La existencia entre los vivos de Mireille se hace cada vez más evidente. No solo es la carta con el matasellos del día después de la desaparición de su cadáver, sino que se hace también presente visitando a su hermano, al día siguiente, e interesándose por su salud, como no pasara nada. ¿Cómo es posible que una difunta escriba cartas a su marido anunciándole que volverá en unos días de un imprevisto viaje a París y que, además, visite a primeras horas de la mañana a su hermano? ¿Cómo puede estar en dos sitios a la vez? ¿Es un fantasma, como cree Ravinel?
Que su cuñado le confiese que Mireille, antes de casarse con él, se escapaba de casa no aumenta la conmoción en Ravinel. Él ya está suficientemente asustado. Que su mujer tuviese comportamientos inexplicables , no acrecienta su desconcierto… Ella debería estar muerta, y su cadáver depositado en el lavadero. No debería haber estado en condiciones de fugarse.
Además, Germain, el hermano, afirma que Mireille parecía tranquilísima, lejos de la crispación que mostraba cuando se iba a iniciar uno de esos episodios que la empujaban a huir.
La charla de Ravinel con sus cuñados evidencian el doble sentido de la desaparición de Mireille. Mientras que para Germain y Marthe su ausencia puede deberse a algún motivo de desavenencia matrimonial, producido por los innumerables momentos de soledad a la que Ravinel somete a su mujer por su trabajo de representante, para Fernand Ravinel, todavía no recuperado por la noticia de que su mujer se pasea de forma real y tangible por el mundo de los vivos, intentar razonar sobre lo que está pasando y llega a la conclusión de que necesariamente tiene que estar medio muerta y medio viva. “Tiene que ser un fantasma”.
La novela entra en una especie de delirio de Ravinel, incapaz de pensar con lucidez ni de encontrar alguna respuesta que den sentido a la sucesión de hechos de los dos últimos días.
Julienne llega en el tren desde Nantes para intentar aportar la serenidad y la razón que se escapa de Ravinel. Su calculadora mente de médico sugiere la posibilidad de un chantaje por parte de los que hayan robado el cuerpo o de que todo esto haya ocurrido por la presencia de una doble, también rechaza la sugerencia de que Mireille haya sufrido un proceso de catalepsia y pareciese muerta cuando en realidad seguía viva. Pone también sobre la mesa cómo se ha visto afectado su plan con la desaparición de Mireille: sin cadáver no hay posibilidad de cobrar un seguro, se malogran sus planes de vivir en Antibes, no se siente segura siguiendo unida al destino de Ravinel, duda de la estabilidad mental de su amante …
Antes de tomar el tren que la lleve de nuevo a Nantes, recalca la necesidad de que Ravinel inicie en serio y con decisión la búsqueda del cadáver de su mujer, considerando incluso la posibilidad de acudir a la policía.
Aún antes que eso, Ravinel busca encontrar en el depósito de cadáveres una última respuesta, como quien acude a una oficina de objetos perdidos. En el depósito y, después, en el contacto con el detective privado que se ofrece a ayudarle en la búsqueda, se produce esa dualidad que está a punto de enloquecer a Ravinel. Él actúa como un marido que busca el paradero de su mujer, ocultando que él sabe que está muerta porque él la mató. Él busca un cadáver, mientras que los demás preguntan por el paradero de una persona que puede estar viva.