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Capítulos XXII al XXXI

Libro que estamos comentando: 
La vuelta la mundo en 80 días

Queridas viajeras, queridos viajeros, ¿cómo estáis viviendo nuestra vuelta al mundo? Esta semana leemos y comentamos un buen tramo del viaje.

Habíamos perdido a Picaporte. ¿Dónde está, dónde se había metido este extraordinario muchacho? Tras la jugarreta de Fix, todo podría haberle sucedido. Que yaciera en China, tirado en el callejón aledaño al fumadero del opio. Que alguien le hubiese apuñalado, propinado una paliza, intentado robar. Pero nuestro Picaporte, como los niños y los inocentes, parece tener un dios menor o mayor que lo salva, que lo acoge, que lo ayuda. Así que… ¿dónde se había metido? Pues, ¿dónde ha de ser? En el Carnatic, por supuesto.

Picaporte me parece un personaje muy interesante: leal, divertido, con un pasado aventurero, simpático, de buen corazón… ¿qué más se puede pedir? Por eso, cuando recuerda la jugarreta del inspector de policía, su corazón se embravece como un tsunami (es apasionado y buen púgil, como francés que es…).

En los primeros capítulos de su aventura en solitario, intenta alimentarse todo lo que puede y más en el barco que le lleva a Yokohama porque… no tiene dinero y no sabe qué será de él. Luego, al llegar, pasea y conoce la ciudad, tanto las calles y los barrios más ingleses, como la campiña, los inmensos arrozales, los cedros, las garzas, las grullas, un sinfín de aves en un entorno bellísimo. Pero, ay, qué hará. Y lo que hace, al día siguiente es calibrar si su voz (alguna vez ha cantado en un coro) le proporcionará unas monedas, pero inmediatamente desecha la idea y cambia sus ropas por otras, mejor dicho, por unos pingajos. Este intercambio textil le da de comer y, de momento, con eso va tirando el día. Pero ah. Lo mejor está por llegar y es que se topa con un hombre anuncio (una especie de clown con un cartel) que anuncia las últimas representaciones de la Compañía Japonesa Acrobática del Honorable William Batulcar … ¡antes de su salida para EEUU! Picaporte ve claro que ha de enrolarse en esa compañía acrobática, haciendo lo que sea, y así con determinación e ingenio, lo consigue. Me pareció divertidísimo el tema de las narices. ¡¡Los narigudos!! Pero ah, claro. Mr. Foog, Mistress Aouda y Fix llegaron a Yokohama, por supuesto, y el caballero inglés y la joven viuda india se han lanzado a recorrer la ciudad en busca de Picaporte. El azar, el caprichoso azar que unas veces es temible y otras adorable, hace que los amigos se encuentren bajo la carpa, no sin antes evitar que nuestro Picaporte haga algún que otro estropicio que, por supuesto, Mr. Fogg se ve impelido a subsanar.

La travesía por el Pacífico transcurre a bordo del General Grant, apacible y serena. “Pacífica”. La joven viuda, se enamora cada día un poco más de un, aparentemente frío y desapegado Fogg. Fix navega con ellos, escondido, temiéndose lo peor: la ira de Picaporte. Porque… como dice el viejo dicho, “tiene más miedo que vergüenza”. Y, tras darle una buena paliza, Picaporte se serena (a fin de cuentas, se la merecía ese inspector traidor y malpensado), llegando a un acuerdo con él: si hasta entonces el inspector de policía había hecho todo lo que estaba en su mano para impedir el avance de Fogg, ahora lo haría al revés. Haría todo lo que pudiera para desembarazar el camino a Fogg, porque… la orden de arresto había llegado tarde y mal (había llegado a bordo del Carnatic, una locura todo), y ahora no servía, pues ya no estaban en territorio inglés. Así que ahora Picaporte y Fix son aliados. Pero el francés no se fía (y con razón).

Llegan a San Francisco en tan solo once días, y se ven envueltos en unas algaradas. Un mitin que ellos calibran que es político, pero que es para elegir a un juez de paz. En el encontronazo con los partidarios de uno y otro postulante, tienen un encontronazo con el coronel Proctor, un personaje altivo y soberbio, que casi golpea a Fogg si no es por Fix que se lleva la peor parte en su afán de salvaguardar a Fox para poder detenerlo más tarde (cuando lo veo escrito pienso, qué loco todo). Fogg, con su habitual flema y sentido del honor, le dice que volverá a ajustar cuentas con él, pero ahora ha de seguir, pues tiene que tomar un tren Ocean to Ocean.

Una gran línea férrea que atraviesa los EEUU de América por su parte más ancha, el Pacific-Rail-Road se divide en dos partes distintas: el Central Pacific, entre San Francisco y Ogden, y el Union Pacific, entre Ogden y Omaha. Y desde Omaha, a Nueva York. En tan solo siete días se puede ir de San Francisco a Nueva York, y hacia allí se encaminan nuestros viajeros, pues el 11 de diciembre tenían la esperanza de tomar un paquebote rumbo a Liverpool.

¡Qué maravilloso periplo los espera!

El paisaje es impresionante. El tren cuenta con todas las comodidades (los asientos se convierten en camas aisladas por cortinas espesas que proporcionan intimidad). Sierras. Montañas. Ríos. Y… búfalos que se atraviesan en la pradera y hacen que el tren se retrase tres horas (obsérvese la nula preocupación por matar a estos magníficos animales, solamente perturba el descarrilamiento del tren si los embisten).

La llegada al Gran Lago Salado, en Utah, trae consigo una conferencia a cargo de un esforzado (y un tanto ridiculizado por Verne) mormón. El paseo por la ciudad, la reflexión sobre las mujeres mormonas…

Llega la nieve, y en una estación, concretamente la Green-River, mistress Aouda reconoce al coronel Proctor y se llena de temor. No quiere que Fogg se enfrente a ese fantoche y pueda perder la apuesta o, peor, la vida. Así que conjurada con Fix y Picaporte, se embarca en una partida de whist con Fogg, para que éste no salga del camarote en todo el viaje. Ni siquiera el peligro de caer al abismo en el puente colgante (que amenazaba ruina) consigue que Fogg pierda el hilo de la partida de su adorado juego. Sin embargo… el fantoche de Proctor se entromete en el juego, precipitándose todo. ¡Un duelo en el tren! (No he podido por menos de recordar el duelo de Verne y Dumas, sobre la tortilla francesa. ¿Será verídico?)

Los sioux son los únicos que impiden que uno de los dos muera, aún así, Picaporte desaparece, al coronel Proctor lo hieren… y es entonces cuando Fogg da muestras de su talante de caballero, de su valentía, de su dignidad. Olvidada la apuesta, se lanza (junto con una comitiva de soldados, asombrados por su arrojo) a rescatar a su criado y a los otros dos pasajeros desaparecidos. (Tampoco desmerezcamos aquí a Picaporte, que los ha salvado desenganchado la locomotora de los vagones para que éstos se detuvieran en la estación del fuerte Kearney).

Acabáramos. Fix se queda junto a una preocupadísima mistress Aouda (aunque se lamenta por su mala cabeza, a ver si es que Fogg le ha tendido una trampa y se ha evadido…), mientras Fogg rescata a su doméstico. Y, al fin, tras varias horas… el valiente Fogg reaparece con los desaparecidos. Picaporte no puede estar más agradecido, quiere de corazón a su señor. (No es para menos).

A estas alturas, el tren se ha evaporado. No hay otro hasta varias horas después. Es menester llegar al paquebote. Pero… ¿qué idea tendrá Fix? Un trineo, capitaneado por Mudge que pone todo su interés en cobrar la prima que Fogg le ha prometido, será el que surque la llanura nevada, los ríos helados, bajo una noche fría, gélida, terriblemente heladora.

Pero, llegan. A Omaha. Y de allí, en tren, a Chicago. En el Chicago-Rock-Island-Road. Y de Chicago a Nueva York, en el Pittsburg-Fort Wayne-Chicago.

Y llegan.

Cuarenta y cinco minutos antes había partido, destino Liverpool, el China.

Uf, qué trepidante.

¿Os ha llamado la atención algún capítulo en particular? He de confesar que a mí el del trineo, porque no soy consciente de haberlo visto en ninguna película (igual sí, pero se me ha olvidado por completo).

Picaporte, para mí, es el personaje más divertido y simpático de todos. Y la seducción de Fogg, ¿qué me decís? No solamente está enamorada mistress Aouda, y encandilado Picaporte, es que ¡hasta el propio Fix siente algo hacia él!

Os he dejado algunos enlaces (algunos de ellos, un tanto curiosos) en el texto; pero ahora os dejo esta página con información muy, muy jugosa y completa sobre Julio Verne y su obra. Encontraréis en ella, por ejemplo, seis entrevistas al autor, en una de ellas, sobre los nombres de sus personajes, dice Julio Verne:

Sí, le concedo cierta importancia. -dijo- Cuando encontré el apellido Fogg me sentí complacido y orgulloso. Fue un gran éxito. Lo consideré como real hallazgo. Y por tanto Fogg -la palabra fog- quiere decir niebla en inglés. Pero fue especialmente el nombre, Phileas el que le dio tal valor a la creación. Sí, los nombres tienen cierta importancia. Tome como ejemplo cómo Balzac ha bautizado a sus personajes tan maravillosamente.

En una nota de la entrevista aclara que el nombre de fog Verne lo tomó de Dickens, del libro Las aventuras del Sr. Pickwick.

Pero lo más estupendo de esa página es que nos narra los viajes de Verne (y yo que os había dicho que no había viajado tanto. Rectifico y aclaro que, durante muchos años, he estado convencida de ello. No sé en qué biografía lo había leído). Lo cierto es que, según la web que os he enlazado, se compró barcos, yates, en los que viajaba por placer a Lisboa, Argel, Rotterdamm, Copenhague... no sé si dio la vuelta al mundo (parece que no), pero al final, logró viajar. Os enlazo la sección de sus viajes, donde también nos narran detalles de su vida familiar. 

¡Vuestro turno! Daos prisa, que el barco está a punto de zarpar.