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Capítulo I al X, incluido

Libro que estamos comentando: 
La vuelta la mundo en 80 días

Queridas viajeras, queridos viajeros… ¿Cómo estáis? ¿Qué tal estáis viviendo estos primeros días de viaje alrededor del mundo?

Esta semana, vamos a comentar los diez primeros capítulos de esta novela de viajes y aventuras que, además, atesora una pizca de intriga, enredo y comedia. ¿No os parece?

Tenemos perfectamente definidos a los personajes principales de la historia:

Phileas Fogg, el inglés impasible, frío como una máquina (así lo describe Passepartout, Jean Passepartout, el criado francés que sustituye al antiguo doméstico que se atrevió a calentar en demasía el agua para el afeitado de su señoría Fogg. ¡Sacrilegio!), de costumbres predecibles y prefijadas (en mi opinión, irritantes), el caballero apuesto que se parece al poeta Byron pero que, debido  a ese sedentarismo de partidas de whist, lectura de periódicos, charlas y buenas comidas y cenas en el Reform Club, está engordando un poco…, es un hombre, un gentleman, sí, pero perdóneme o no (haga lo que le plazca, Fogg) es tremendamente aburrido. Eso sí, si algo bueno tiene y lo demuestra, es su prodigalidad, su afán por ayudar a los más necesitados. También su benevolencia ante algunos errores, que contrasta con su implacable frialdad para otros (véase lo que le sucede en Bombay a Passepartout, o cuando se da cuenta de que ha dejado el mechero de gas encendido… versus lo del agua del afeitado del otro criado. Es muy contradictorio esto, ¿verdad?) Eso, de momento, le salva de nuestro juicio más duro… ¿qué opináis?

Jean Passepartout es un criado francés, algo orondo, que ha tenido una juventud azarosa y divertida, empleándose en diferentes oficios y ocupaciones tan dispares como la de bombero o circense. El hombre de treinta años, lleva cinco en Londres dedicándose a la ayuda doméstica, en busca del calor y la serenidad de un hogar, esto es, está harto de viajar y sueña con estar quieto. ¡Pobre, la que le espera! Si bien parece caerle mejor su nuevo amo que el resto que ha tenido, no confía mucho en lo que le ha contado… ¿a quién se le ocurre emprender tamaña aventura?  (Por cierto, en la traducción al español que estoy leyendo, Passepartout está traducido como “Picaporte”, lo he puesto en el translate de Google y me lo traduce como “llave maestra”).

Y el tercero, el detective, Fix, “un hombre pequeño, delgado, de rostro bastante inteligente, nervioso, que contraía con notable persistencia los músculos superciliares”. De mirada penetrante y brillante, sus ojos poseen largas pestañas… está poseído por la determinación de atrapar a Phileas Fogg. Y es que se ha producido un robo en el Banco de Inglaterra de, nada más y nada menos, 55.000 libras y Fogg fue visto en el lugar el día del suceso. Y… ¿por qué diantres iba a querer nadie emprender un viaje tan loco? Es sumamente divertido el capítulo en el que se explica que no hay ningún cuidado en el banco, que una vez un lingote pasó de mano en mano y tardó media hora en volver a resguardo, y el cajero, ni enterarse.

Y es que todo parece muy sospechoso. Passepartout que no conoce a su amo. La salida precipitada, la apuesta, la cantidad de dinero que lleva en metálico… en fin, que Fogg es el candidato ideal para Fix, que quiere su recompensa, es lógico.

Fogg y Passpartout parten de Londres y, en muy pocos días, han llegado a Bombay, haciendo escala en Suez. Trenes, el vapor Mongolia… y Fogg, que apenas varía sus rutinas, lo mismo le da estar en el club que en un vapor. No sale, no pasea, no se interesa por nada. En esto creo que Verne quería hacer ver que hay que estar abierto a la sorpresa, al aprendizaje, a ver cosas nuevas, no ser un Fogg, tal vez ser más un Passepartout. Él, Julio Verne, que quiso viajar y no pudo.

He de decir que me encantan esos clubes ingleses tan elitistas y restrictivos… (solo en la ficción, pero me encantan), con sus bibliotecas, sus sillones de cuero, sus mesas redondas, sus criados y sus tés… Es fascinante imaginar a Fogg y a sus amigos haciendo apuestas en el Reform Club. Pero es muy gozoso que algo le haya hecho salir de su aburrimiento de vida.

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Me ha llamado mucho la atención, por un lado, el auge y caída de Mr. Fogg: de apostar por él en Bolsa a no dar, literal, ni un chelín por él. ¡Qué rápidamente se pierden la reputación y el honor! Todo ese maremágnum periodístico (en contra, en su mayor parte), me ha recordado a la viralidad de las redes sociales y cómo se organizan hordas de hackers en contra de una persona… Tremendo. Y, por otro lado, la Sociedad Geográfica de Londres, a la que se cita en varias ocasiones, y que lógicamente está interesada en ese viaje.

El espíritu patrio lo encarna como nadie el único que lo apoya, el anciano paralítico: “si ha de hacerlo alguien, que sea un inglés”. Toma ya.

Es interesante apuntar que el Imperio Británico estaba en todo su esplendor; había comenzado a colonizar la India en 1757, pasando a ser, oficialmente en 1857 una colonia británica. Os enlazo este vídeo: La India en tiempos del Imperio británico.

Estoy disfrutando mucho con el relato, lo encuentro trepidante, ágil, me encandila… ¡Verne en estado puro! ¿A vosotros os está gustando tanto como a mí?

Por cierto, nuestro Fogg utiliza un mackintosh como diario de viaje, en él apunta las pérdidas y los beneficios en los tiempos… Y, claro, os recomiendo que escuchéis esto… “Por favor depositen aquí sus esperanzas”, un episodio del pódcast de Nuria Pérez,  y que utilicéis cuadernos bien bonitos y especiales para plasmar vuestras ideas, vuestras historias.  

Dejamos a Fogg y Passepartout en la India a punto de embarcar en un tren, el Great Indian peninsular Railway … ¿viajamos juntos?

(Las imágenes de la novela son de Wikimedia: Around the World in Eighty Days)

Escena en el Reform Club de "Muere otro día", 2002.