LA VOZ A TI DEBIDA, 3
LA VOZ A TI DEBIDA, 3
Buen día, estimadas personas ATRAPAVERSOS:
Iniciamos esta semana el tercer tramo de lectura, desde el poema Los cielos son iguales (p. 79) hasta Distánciamela, espejo (p. 101).
La voz a ti debida dibuja el desarrollo de un amor real en unas circunstancias difíciles. Durante muchos años se ocultó que este amor tuviera una base cierta, pues era una relación fuera del matrimonio del poeta; y de hecho se escribió mucho a propósito de este canto como si todo ello fuera un amor en abstracto. Pero es indudable de que no fue así. Por supuesto fue algo silenciado durante muchos años, y se comprende, por respeto a sus herederos. Como habréis podido comprobar, su hija (ya fallecida), Soledad Salinas, es la autora del prólogo de esta reedición de Alianza que estamos leyendo.
A lo largo de los poemas vamos a encontrarnos dos constantes, a propósito de esta característica de amor real: por un lado el hecho de que es un amor con cuerpo, no solo espiritual, y por el otro, aunque de un modo velado, las continuas alusiones a la distancia como un impedimento. Que en efecto lo fue. Encontramos el ejemplo en el primer poema de lectura de esta semana Los cielos son iguales: “las estrellas suprimen, de lejanas que son, las distancias del mundo”. Qué bello poema, en el que finalmente esa distancia es el encuentro, en el que -al fin solos- serán: “nadadores celestes, náufragos de los cielos”.
Si os atrae el género epistolar, tal vez os interese la lectura de Cartas a Katherine Whitmore. El libro es una selección de cartas que el poeta le dirigió a su amor. Está publicado en Tusquets, 2002. Aunque la relación terminó en 1937, el poeta continuó escribiéndola hasta 1947, tres años antes de su muerte. En total fueron 354 cartas conservadas y 144 poemas. Katherine, la destinataria, autorizó su publicación con la condición de que pasaran veinte años después de su muerte y que solo se hicieran públicas las cartas del poeta, no las suyas. Bien, ahí está la reseña por si es de vuestro interés.
Respecto al aspecto formal del poemario, os hago notar la libertad del poeta para organizar la puntuación de los versos. Asimismo destaco el hecho de que sustantiva cualquier categoría gramatical: adverbios, pronombres, preposiciones: “acasos en vísperas”, “alma afilada de quieros”, solo por poner un par de ejemplos. Vais a encontrar muchos otros.
A nivel de rima, aunque ya hemos comentado las semanas pasadas que no la utiliza, os invito a que volváis sobre el poema Empújame, lánzame de la página 74. En él percibimos un gran “movimiento” gracias a la medida ligera de versos octosílabos y una rima en aa que se repite de manera irregular por todo el poema. Y por contraste, fijaos el poema siguiente Yo no puedo encontrarte, la diferencia métrica evidente: versos mucho más largos y de medidas irregulares, que vienen a propósito sobre esa pérdida o espera “inmóvil del amor”, que es lo que se está contado “sin otras alas que silencios”.
A propósito de las alas, fijaos también como esa “parte” del vuelo se utiliza a menudo para designar el todo.
Otro poema, ¡Qué entera cae la piedra! (p. 83) también tiene los versos más largos de lo habitual y se comprueba que esa longitud va de algún modo a propósito de su tema, pesado, pues el amante exhorta al “amor total, quererse como masas”.
Quiero despedirme destacando tres últimos poemas:
La forma de querer tú (p. 84), es uno de los poemas que se ha hecho famoso de manera independiente. El tema se refiere al sentimiento de inseguridad del amante, pues ella se deja querer, pero no manifiesta el amor, de tal modo que el miedo está en descubrir la soledad inmensa “de quererte solo yo”.
Y casi como contrapartida, ahí está el poema ¡Qué paseo de anoche (p. 90) en el que el poeta, a solas, se siente profundamente acompañado, pues la amada en la despedida ha dicho “no te vayas” y él se lo repite gozosamente como un mantra, como una bendición contra todas las sombras.
Y por último: Cuántas veces he estado (p. 93), en el que el yo poético vuelve a tener necesidad de muestras de afecto esperando “unas letras, una voz”, pues aunque se las sabía, necesitaba oírlas en ella, por eso esas palabras las “cazaba en alfabetos dormidos en el agua, en diccionarios vírgenes”. Y finalmente se da la paradoja de que no oye lo que le dice la amada porque el poeta se lo está diciendo a sí mismo lo que ella le tendría que decir.
Ay, sí, al final de los poemas de esta semana el tema se abre a la duda del amor: La noche es la gran duda, Tú no puedes quererme, son títulos que lo dicen todo…
Aquí os dejo, con las sombras en ciernes ¿Y qué le vamos a hacer si somos humanos y sujetos al tiempo y las circunstancias? Tan solo está en nuestra mano disfrutar del momento. Y no es poco. Por eso es tan de agradecer los esfuerzos del poeta por describir y sostener en el tiempo aquello que por destino está obligado a mudar. Gracias, señor Pedro Salinas, por hacernos eternos en sus versos.
Feliz semana de poesía,
Estrella Ortiz
P.D.: Os recuerdo que la próxima lectura para el mes de julio del Club es el libro Antología poética de Wislawa Szymborska, editada en Visor Libros. Una poeta que nos llega desde Polonia, premio Nobel y con una voz muy especial. ¡Muy recomendable!