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La Regenta: XXII, XXIII y XXIV

Libro que estamos comentando: 
La Regenta

Hola a todas y todos, esta semana me retrasé un poquillo con el envío de las propuestas de lectura, espero que me disculpéis pero es que ando de la ceca a la meca. Para compensar traigo tres capítulos en esta ocasión (así podéis aprovechar para leer algo más en estos días de descanso). Vamos al lío.
 
Capítulo XXII
Tras el final del verano, que tan feliz ha sido para Fermín De Pas al poder pasar tanto tiempo con su querida "hermana", llegan los enemigos, frescos, descansados y con energías renovadas, y con ellos vuelven los ataques contra el Magistral de la mano de la muerte de sor Teresa. Pero fijaos que el Magistral está tan feliz que se la trae todo al pairo.
A estas alturas del libro el narrador decide ir despejando dudas y desvelando cuestiones que antes quedaban más o menos sugeridas. Valga como ejemplo este pasaje: "por ella [Ana Ozores] había él [Fermín De Pas] vuelto a sentir con vigor las pasiones de la juventud que creyera muertas, y que por ella, por respetar su pureza, se encenagaba él en antiguos charcos. (...) Algunas semanas pasaba Teresina triste, temerosa de haber perdido su dominio sobre el señorito; entonces era cuando el Magistral vivía la lado de Ana libre de congojas, tranquilo en su conciencia; pero poco a poco el tormento de la tentación reaparecía; sus ataques eran más terribles, sobre todo más peligrosos; (...) la castidad de Ana, su inocencia de mujer virtuosa, su piedad sincera, la fe con que creía en aquella amistad espiritual, sin mezcla de pecado, eran incentivo para la pasión de don Fermín y hacían mayor el peligro; porque ella que no temía nada malo, vivía descuidada sin ver que su confianza, su cariñosa solicitud, aquella dulce intimidad, todo lo que decía y ahacía era leña que echaba en una hoguera." (p. II, 360). Es fascinante: por un lado esta relación hace mejor al Magistral (vive libre de congoja con la firmeza espiritual de Ana) pero, al mismo tiempo, eso alimenta el fuego de su pasión carnal. En la salvación está el mismo veneno que te mata. No sé si hay escapatoria posible para Fermín.
Y muy cerca se nos desvela el íntimo secreto de Ana: "Ya no dudaba que aquel hombre [Álvaro Mesía] representeaba para ella la perdición, pero tampoco que estaba enamorada de él cuanto en ella había de mundano, carnal, frágil y perecedero." (p. II, 361). Así pues ya tenemos las cartas sobre la mesa: Ana está declaradamente enamorada de Álvaro, y Fermín de Ana. Ya no hay medias tintas, y pienso que eso hace que a partir de aquí la lectura tome otro cariz, otro sentido.
Y mientras tanto continúan los ataques al Magistral. Si no fue bastante la muerte de sor Teresa, una de las Carraspique, llega la muerte de Santos Barinaga, el amigo de Pompeyo, y muere, para gran escándalo en Vetusta, fuera del seno de la iglesia. El papel que juega Pompeyo en todo este pasaje es muy importante, pero fijaos qué sucede en el entierro, donde muerto ya el borrachín (y cumplido su cometido en el engranaje contra el Magistral) tantos amigos y defensores como tuvo (que no se dignaron a llevarle un corrusco de pan) hacen mutis por el foro. Disfrutad también de esa tormenta endiablada que a latigazos de agua helada fue disolviendo la turba que se reunió para despedir a uno de los dos ateos de Vetusta, qué imágenes, qué poderío. Y qué papel el de Pompeyo.
Muy interesante, seguro que nos da para charlar largo en los comentarios.
 
Capítulo XXIII
Pasamos del final del verano y el otoño lluvioso (al menos durante el funeral de Santos Barinaga) a la Navidad. Los saltos en el tiempo son mayores ahora, la acción se va espaciando y el narrador nos lleva a los momentos más relevantes. 
Este parece un capítulo de transición (y acaso lo sea) pero en él ocurre algo interesante, por primera vez el Magistral habla con Ana de las calumnias que hablan y no dejan de hablar sobre ellos dos: "Jamás se habían acordado en sus conversaciones de aquel peligro, de aquella calumnia; él pensaba en ella, pero no convenía a sus planes decir a la regenta: yo soy hombre, tú eres mujer, el mundo juzga con malicia... Pero ahora, sin poder contenerse [etc.]" (p. II, 416), no sigo con la cita que no quiero desvelaros más cosas. 
 
Capítulo XXIV
Con este breve capítulo llega el Carnaval. Y el baile. Y uno de los momentos más emocionantes de la novela. Porque sí, es breve, pero ¡ay, madre, qué capítulo! Aquí van unas levísimas pinceladas: Ana en sociedad, en un baile, ¡en Carnaval!; Álvaro con la corazonada de que ha llegado el momento; las condiciones propicias, el empuje de unos y otros, la alegría, la música, la celebración de la carne...; y don Fermín sin poder dormir toda la noche en su casa, esperando tener noticias de cómo transcurre el baile.
Y yo, amigos, amigas, no os cuento nada más. Nada más.
Os leo en los comentarios.
 
Feliz semana de lectura
Saludos
Pep Bruno