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La Regenta: X, XI y XII

Libro que estamos comentando: 
La Regenta

Hola a todas y todos, aquí llegan las recomendaciones de lectura para esta semana. Y sí, como os avancé en el post anterior para estos días he añadido un capítulo más aprovechando que el viernes es festivo y vamos a disponer de algo más de tiempo para disfrutar con este libro fabuloso.
Pero dejémonos de preámbulos y vayamos al lío.
 
Capítulo X
Me parece que este capítulo es bien interesante porque nos permite ahondar más en el alma de la Regenta y entender cómo es su vida, cuáles sus anhelos y, sobre todo, las causas que motivan sus acciones (o inacciones). 
En mi opinión hay dos de estas causas que resultan fundamentales: por un lado Ana Ozores está muy aburrida, mortalmente aburrida (¿qué alicientes, qué entretenimientos, aporta esa vida que lleva? Ojo, que no digo que no sea ella en gran parte culpable de esto que le sucede; pero le sucede) y por otro lado ella ve escapar la vida sin haber vivido el amor (ese amor romántico, ¡pero también el amor carnal!) como le pasó a madame Bovary (que quería vivir una intensa aventura romántica al estilo de las novelas que leía) o como le pasó a don Quijote (que quería vivir aventuras caballerescas). Fijaos en el caso de la Regenta cómo también aparece el consuelo del misticismo, cómo esa sed de deseo, de anhelo, puede beber a ratos también en las fuentes de la religión (lo que da un punto muy de aquí al personaje y a la novela, claro).
Hay un párrafo que describe a las mil maravillas esto que os comento: "Ella se moría de hastío. Tenía veintisiete años, la juventud huía; veintisiete años de mujer eran la puerta de la vejez a que ya estaba llamando... y no había gozado una sola vez esas delicias del amor de que hablan todos, que son el asunto de comedias, novelas y hasta de la historia. El amor es lo único que vale la pena de vivir, había ella oído y leído muchas veces. Pero ¿qué amor?, ¿dónde estaba ese amor? Ella no lo conocía." (p. 532)
Es más, es que ella tenía "un dolor irremediable que ni siquiera tenía el atractivo de los dolores poéticos; era un dolor vergonzoso" (p. 533). Dolor que aunque no se especifica más sugiere ser simple y llanamente que tenía ganas de sexo, de satisfacción sexual. Pensad que en aquella época había una enfermedad denominada "Histeria femenina" (mirad en la Wikipedia o, si podéis, no dejéis de ver la película Hysteria, sin ser una película con rigor científico sí muestra algo que ocurría en aquella época). ¿A lo mejor esto que sugiero es demasiado suponer?, ¿qué pensáis vosotras, vosotros?
Además de estas notas, es muy interesante atender (y comentar) lo que ocurre en ese capítulo: ese no ir al teatro y, sobre todo, esa escena nocturna en el jardín. Como veis de esto no he dicho nada porque me gustaría saber qué os sugiere.
 
Capítulo XI 
Los dos siguientes capítulos (el XI y el XII) los vamos a dedicar a don Fermín de Pas (al que tenemos algo abandonado hace ya unas cuantas páginas). En este primero, el XI, ahora que sabemos más de la Regenta y de sus anhelos podemos entender algo sobre el por qué del paso de un confesor a otro. Fijaos de hecho en este comentario que hace don Cayetano (el viejo confesor): "Tiene mucho tesón; parece una malva, pero otra le queda; quiero decir que se somete a todo, pero por dentro siempre protesta. (...) Y como no hemos de buscarle un amante para qeu desahoge con él lo mejor será que ustedes se entiendan." (p. 557).
Y pasamos de los recuerdos de esta conversación entre don Cayetano y Fermín de Pas a un día en la vida del Magistral desde la mañana a primera hora (leyendo, escribiendo, estudiando, pensando...). Es una buena oportunidad para conocer también a su madre, doña Paula, y a la influencia y/o el poder que tiene sobre su hijo.
También conocemos en este punto algo, pero apenas un detalle, que le ocurrió a don Fermín, con otra mujer, la Brigadiera. Caray, don Leopoldo, nos cuenta tan poco y nos abre tanto el apetito y, para más inri, nos deja entrever que hasta el Magistral tiene dobleces y espacios de sombra.
 
Capítulo XII
Y en este último capítulo de la semana acompañamos en una mañana a don Fermín de Pas en sus obligaciones: visitas, atención de tareas eclesiásticas en sus despacho, más visitas, algo de intrigas... Y en este recorrido conoceremos al Obispo de Vetusta y sabremos más detalles sobre Fermín de Pas, especialmente sobre su habilidad como orador y sobre el poder que tiene al ser confesor y consejero de familias muy poderosas y ricas. 
Por cierto, creo que es bien interesante la mirada que tiene con respecto al Obispo (parece ser que él es el único que sabe valorar su santidad en su justa medida) y cómo le afecta a él, personalmente; cómo al mirarse en el espejo del otro podemos ver a un Fermín de Pas lleno de recovecos y sombras. Es bien interesante, ¿no os parece?
Dicho todo, fijaos: hasta el final del capítulo no somos conscientes de que en realidad Fermín de Pas en su día a día suele ser más amable, más efectivo, más diligente, más astuto... pero hoy no anda muy fino, no. Y es en las últimas líneas que descubrimos por qué.
 
Os leo en los comentarios.
Feliz semana de lectura.
Pep Bruno