La Regenta: III, IV y V
Hola a todas y todos, estoy muy contento porque hemos comenzado el libro con mucho entusiasmo ¡y un montón de comentarios! En verdad es un libro fantástico, escrito con mucho oficio y gran magisterio (no me cansaré de repetirlo), con imágenes inolvidables y que, por lo que veo, os tiene bien enganchados.
Esta semana vamos a leer tres capítulos (no dos como sugerí al inicio), en mi ejemplar supone unas 120 páginas, pero hay un motivo para que hagamos estos tres capítulos, porque de alguna manera tienen un sentido unitario, me explico: en estos tres capítulos vamos a conocer la vida de Ana Ozores (hasta que se casó con Víctor Quintanar), su infancia, su adolescencia y su juventud.
Estoy seguro de que la lectura os va a resultar bien entretenida (y se os van a hacer cortos tres capítulos). De cualquier manera si os resulta más latoso de leer o se os hace muy largo no dejéis de decírmelo (para no volver a caer en la tentación).
Vayamos al lío.
Capítulo III
Clarín nos deja que entremos en el cuarto de Ana Ozores y veamos cómo es y cómo vive (y qué austera en gustos), acaso un anticipo de lo que vamos a leer: que es, de alguna manera, entrar en el cuarto interior de la protagonista. Con la excusa de la "Confesión general" (madre mía, cómo suena el término) Ana Ozores empieza a revisar su vida incidiendo en los pecados mortales y veniales que ha hecho. Literariamente es una idea muy poderosa, pero a mí me entran dudas, así que pregunto por si hay en la sala algún cristiano o alguien que sepa de estas cosas: ¿pero si son pecados que ya han sido absueltos en otras confesiones es necesario volver a contarlos y volver a ser perdonada por ellos? Creo que la mera idea de la "confesión general" ya otorga un poder tremendo al confesor, ¿no os parece?, ¿qué os sugiere a vosotros, a vosotras?
Dicho esto en este capítulo hay un suceso que me ha parecido fascinante, el que el narrador llama "la barca del Trébol". Seguro que vamos a hablar mucho sobre esto que ocurre (y que no os desvelo). Pero sí os invito a pensar en el propio nombre: el trébol (de cuatro hojas) es una planta de buena suerte (de nuevo un contraste bien interesante con lo que sucede).
Tengo mucho interés en saber qué pensáis, no sobre lo vivido (o no vivido) en la barca, sino sobre lo contado. En cuanto leáis el capítulo sabréis perfectamente a qué me refiero. Las lenguas desbocadas (de las gentes de Loreto, Colombres...); la deslealtad de quien tenía que cuidar y proteger a la niña (sí, pienso en Doña Camila) y hace justo lo contrario; la importancia de las apariencias (la rigidez de un aya que ¡tiene un amante!); el papel que juega aquí el hombre que tiene tratos con Camila (fijaos cómo cambia la mirada del hombre, de los hombres, en este y en el capítulo siguiente)... Es, sencillamente, brutal. Y los temas para hablar son muchos, muchos.
El capítulo termina con ese subrayado de la soledad de la Regenta tras ese ataque (¿una soledad buscada, gustosa, impuesta, a la que ha de acostumbrarse, un modo de supervivencia...?) La marcha de Víctor a su caza a escondidas. Y esa criada, ay.
Capítulo IV
La juventud y el descubrimiento de la los libros, la poesía, la religión... Y sobre todo el tiempo en el que don Carlos, su padre, está de vuelta.
Se van encajando muchas piezas para conocer cómo era el puzzle de la infancia y juventud de Ana Ozores: conocemos más detalles de los intereses de Camila Portocarrero (el aya); ahonda el narrador en el suceso del barco del Trébol (y en la mirada del hombre del aya, ay, los chascarrillos y cotilleos)... Y todo va haciéndose más y más grande hasta que llega el padre, don Carlos y "¿No se le había dicho que la niña era un peligro para el honor de los Ozores? Pues él veía, por el contrario, una muchacha demasiado tímida y reservada, de una prudencia exagerada para sus años." (p. 296).
Con don Carlos (un idealista empeñado en arruinarse) llega la biblioteca y los libros y el arte (¡y la mitología y el arte clásico!) sin velos ni tapujos, y es en este momento cuando Ana Ozores empieza a entender lo que se habla de la barca del Trébol, por eso "aquellos comentarios (...) la hicieron fría, desabrida, huraña para todo lo que fuese amor, según se lo figuraba. Se la había separado sistemáticamente del trato íntimo de los hombres, como se aparta del fuego una materia inflamable. Doña Camila la educaba como si fuera un polvorín." (p. 303) En fin, qué locura.
Y quizás por eso es normal que acabara Ana Ozores leyendo a San Agustín, a San Juan, El Cantar de los cantares... y se acercara más y más a la religión, y más y más a la poesía, a la literatura. En este punto os pregunto: ¿no os recuerda a Madame Bovary?, y, sobre todo, ¿no hay un punto de Alonso Quijano en estas páginas?
Capítulo V
Fallece don Carlos y Ana acaba yendo a Vetusta a casa de sus tías. Este es otro capítulo fascinante. Leed con atención y no dejéis de ver cómo comprende Ana que debe sobrevivir; atended a cómo la tratan sus tías (¡es carne de mercado!) y a las lecciones que le imparten sobre comportamiento con los jóvenes. Es fascinante el futuro que trazan las tías y las expectativas que hay depositadas en Ana (con quién podrá y con quién no podrá casarse). Igual que es impactante la objetivación de la joven Ana Ozores (una de las maravillas de Vetusta junto con la torre de la iglesia...).
Ana Ozores entra en el mercado y su belleza y sus maneras hacen que esté en el punto de mira de todo el mundo. Es un gran entretenimiento para Vetusta hablar de los otros, de sus desgracias y gracias, y sobre todo poner un traje a la primera de cambio.
Insisto, era carne de mercado: "Ana se moría de vergüenza. Estos elogios eran el mayor martirio. Se figuraba sacada a pública subasta." (p. 343). En estas páginas es impresionante el juego de luces y sombras que hace Clarín y que se percibe en varios momentos: las tías en la luz y sus sombras en las paredes con formas de brujas. Qué capítulos. Qué pasajes.
Para ir terminando os dejo uno de los muchos párrafos que tengo subrayados: "Acaso el amor no vendría nunca; pero prefería perderlo a profanarlo. Toda su resignación aparente era por dentro un pesimismo invencible: se había convencido de que estaba condenada a vivir entre neciso; creía en la fuerza superior de la estupidez general; ella tenía razón contra todos, pero estaba debajo, era la vencida." (p.346)
En estas páginas también ha asomado ya Álvaro Mesía (un personaje que será bien importante en la novela) y también llega Víctor Quintanar, a quien no ama, pero a quien tal vez pueda aprender a amar. Víctor Quintanar, su salvación, la persona que puede sacarle de la casa de sus tías, del hastío de Vetusta, de una juventud insufrible. Pero también Víctor Quintanar "la muralla de la China de sus ensueños" (p. 367).
En fin, una semana con una lectura maravillosa.
Os leo en los comentarios.
Saludos
Pep Bruno