1ª parte. Hasta el capítulo 8. La desaparición de Manuel Pérez Valdecillas
Libro que estamos comentando:
La presidenta
El inicio de La Presidenta no puede ser más clásico y más alentador. La novela comienza con un suceso que sacudiría las primeras páginas de los periódicos si los hechos salieran a la luz: la presidenta de la Comunidad Valenciana aparece muerta en la habitación de un hotel de Madrid, envenenada con cianuro.
Sorprendentemente, los altos cargos de Interior y de la policía, en vez de poner todos sus recursos en la investigación de la culpabilidad del crimen, intentan ocultar los hechos y hacerlos pasar por una muerte natural.
-------------------------
Ilustración de Iván Mata para El Diario Vasco.
-------------------------
¿Qué les hace tomar esa decisión?
- La personalidad de la presidenta, Vita Castellá, es controvertida hasta dentro de su partido. Autoritaria, lesbiana, incluida en varias causas criminales sobre las que iba a declarar en el Tribunal Supremo, tiene ha ido dejando en las cunetas bastantes enemigos que podrían actuar ahora por venganza.
- Vita Castellá, en su descripción física y en los detalles sobre sus gustos y forma de comportarse, tiene unas similitudes evidentes con la exalcaldesa de Valencia, Rita Barberá, que falleció en un hotel de Madrid en noviembre de 2016. Aunque no se aclare en el argumento, se supone que el mismo partido político que gobierna en la Comunidad Valenciana es el que gobierna en el Estado, y tampoco es difícil adivinar, por muchos detalles que aparecen en el texto, que el partido de la presidenta es el Partido Popular. En este caso, todos quieren evitar un posible escándalo que sacudiría con fuerza la estabilidad de unos gobiernos que ya están sufriendo el desgaste de casos de corrupción que están imputando a políticos populares y al propio partido.
Mantener la muerte de Castellá fuera de una investigación por asesinato va a ser una tarea difícil. Va a tocar silenciar a los testigos, alejar la causa judicial de la competencia de los jueces madrileños y llevarla a los más acomodaticios jueces valencianos, ocultar los informes de los forenses y encargar las investigaciones policiales a alguien que acepte las indicaciones dilatorias de los responsables nacionales y de la Comunidad, interesados en ocultar la verdad bajo capas de burocracia que retrasen la labor policial. Todo responde a una estratagema de las cloacas del estado, tan de moda últimamente con los casos que han salido a la luz por las escuchas y las grabaciones telefónicas del comisario Villarejo.
La tareas se encargan a dos inspectoras valencianas, hermanas y recién ingresadas en el puesto, con la intención de que su bisoñez las haga fácilmente manejables y las conviertan en perfectos instrumentos para ralentizar la investigación y mantenerla dentro de los límites que sus superiores pretenden.