La plenitud de la señorita Brodie, II
Hola a todas y todos, aquí llegan las breves notas de la segunda y penúltima lectura (es un libro tan corto que se lee en un suspiro, ay). Para esta semana os propongo la lectura de los capítulos tres y cuatro, páginas 59 a 132 en mi edición.
ESTA SEMANA
Creo que esta semana una de las cuestiones más relevantes del libro es que entramos de lleno en el despertar de la sexualidad del grupo Brodie. Y lo hacen al mismo tiempo que conocemos los escarceos amorosos y erótico-festivos de la señorita Brodie con los dos maestros de su centro: Teddy Lloyd y Gordon Lowther.
Me gusta esa narración desapasionada de las situaciones que se van dando y que, en muchos casos, conocemos desde las interpretaciones de las niñas. Eso marca una distancia con el hecho en sí y, además, mantiene ciertas dudas, ciertas incógnitas, muy vivas.
Por otro lado hay un momento estupendo que se da casi al final de la lectura de esta semana: la señorita Brodie está en casa de uno de ellos (no desvelo cuál) mientras habla, delante de él y con sus chicas, del otro. Uno no deja de ver al pretendiente que está presente, comiendo triste, engordando como si lo fueran preparando para el matadero.
Insistir una vez más en la maravilla de esa narrativa que salta de presente a pasado con una ligereza y una naturalidad estupendas que nos va permitiendo conocer más a los personajes y, sobre todo, ir armando la trama según avanzamos con la lectura.
Por último, vemos como en estos dos capítulos el peso del grupo parece haberse relajado para dar espacio, por un lado, a sus componentes por separado, y por otro, a otros personajes como la señorita Gaunt o las señoritas Kerr
A estas alturas de libro ¿qué pensáis de la señorita Brodie?: ¿Es una maga de la pedagogía?, ¿es una carota?, ¿es una fascista (filofascista sí es, desde luego) que trata de rodearse de las mejores, de embaucarlas, de arrimarlas a su causa?, ¿es, solamente, una mujer de su tiempo?, ¿o tal vez sea una mujer avanzada a su tiempo?
Os leo en los comentarios,
saludos cordiales,
Pep Bruno