La novela de Genji, XIV-XIX
Hola a todas y todos, aquí llegan, una semana más, las notas de lectura que os propongo para los próximos días. En esta ocasión os invito a la lectura de seis capítulos, que son 120 páginas en mi edición (de la 447 a la 567). Vamos al lío.
Ah, gracias a quienes os pasasteis ayer por la Feria del libro de Madrid para desvirtualizarnos, fue un regalo poneros cara, voz, risa... Qué maravilla.
ESTA SEMANA
Capítulos XIV-XVI
Creo que en estas páginas vamos a descubrir una faceta de Genji que no conocíamos y que lo diferencia bastante del don Juan. Os animo a que os fijéis en cómo Genji se preocupa por no descuidar a ninguna de las amantes que ha tenido: todas acaban, de una manera u otra, bajo su atención y cuidado. Un momento en el que se nos anticipa esta cuestión es cuando Genji va a ver a Rokujo (una de sus amantes más antiguas y notables que acabó siendo monja, recordad) cuando enferma: "corrió a su lado porque, aunque la antigua pasión se había extinguido, aquella mujer seguía importándole mucho." (p. 466).
Pero uno de los capítulos más emotivos (al menos a mí así me lo ha parecido) esl el 15, el titulado "La casa de la amargura", en el que reaparece una vieja conocida: Suetsumuhana, la princesa tímida, fea, de nariz roja, pobre. El capítulo es, insisto, muy poderoso y a partir de él conoceremos esa faceta de la que os hablaba de Genji.
Por cierto, hay un pasaje cuando llegan (no diré quiénes) por el jardín en el que lloran hasta los árboles (de la misma situación de apuro y tristeza), es tan redondo, tanto. Y ahí se vuelve a insistir en que Genji es "incapaz de olvidar y de cambiar de afectos." (p. 492)
Capítulo XVII
Lo del concurso de pintura es muy interesante, ya hemos tenido bastantes oportunidades para entender lo importante que era para estas personas la caligrafía y la poesía, y también la importancia del canto y el tocar bien instrumentos, ahora descubriremos que, en realidad, se trata de una pasión que alcanza al arte en general. Y en estas páginas creo que se nos muestra una situación cotidiana de la corte de Heian en tiempos de la autora.
Ahora, el final es de traca. Ya sabíamos que Genji era el resplandeciente, el más guapo, el mejor, el irresistible... Ahora, además. En fin. Yo a estas alturas de libro tengo la sospecha de que habría caído rendido a sus pies si me hubiera cruzado con él por la calle. Y quién no.
Por cierto, al final del capítulo XVIII hay otro juego (poesía y vino) que sospecho también sería algo cotidiano en aquellos tiempos.
Capítulo XVIII
Y, siguiendo con las atenciones dispensadas a todas sus compañeras, es el turno de la dama de Akashi quien, recordemos, es también la madre de la hija de Genji. Eso complica algo las cosas, ¿verdad? No sé si podría ir a casa de Genji, a alguno de los pabellones donde están otras concubinas, teniendo en cuenta que allí está Murasaki, la esposa de Genji, quien, recordemos, no ha tenido ningún hijo con su marido.
Capítulo XIX
Con este cerramos la semana. En el suceden varias cosas muy relevantes, os las esbozo apenas para no destriparos la lectura: Muere una de las grandes protagonistas y, de nuevo, hay un desequilibrio importante en la corte. Este desequilibrio se acentúa por una conversación que el abad, un hombre santo, mantiene con el emperador Reizei. No perdáis detalle de cómo puede afectar esta nueva situación al propio Genji.
Además de todo esto me gustaría preguntaros si habéis notado un paso más de madurez en la situación de Genji con respecto a Akikonomu. Madre mía qué situación.
Os leo en los comentarios, pasad una buena semana.
Saludos cordiales,
Pep bruno