Inicio de sesión
Nuestros Clubes de Lectura
3ª parte. Hasta el capítulo 52
Libro que estamos comentando:
La Nena
Es inevitable no referirse estos días a la noticia que ha revolucionado el panorama literario español y que a nosotros y nosotras, como lectores de La Nena, nos afecta directamente. Ya sabréis que, con la concesión el pasado fin de semana del Premio Planeta 2021 a Carmen Mola, se ha desvelado finalmente la identidad de la supuesta autora, conociéndose que el trío de escritores, Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero, son los responsables de la trilogía protagonizada por Elena Blanco. A partir de ahora es posible que leamos LA NENA con otra perspectiva, pensando que ha sido escrita a seis manos masculinas en vez de una profesora universitaria, como se nos había dicho hasta ahora.
La parte que vamos a comentar esta semana se inicia donde acabamos la pasada, con una escena de alto voltaje. Seguro que más de uno tuvo que leer varias veces el final del capítulo 36 para comprobar que lo había entendido bien.
Después de sufrir la violencia de Julio, de Serafín y de Casimiro, ha llegado el momento de Antón. Ya estábamos avisados de que el jefe de la familia era la causa por la que Chesca había sido secuestrada y que su tormento solo había hecho que empezar. Sin embargo, la brutalidad de la escena, con Antón desgajando y comiéndose un pedazo de carrillo de Chesca, sobrecoge por su ferocidad.
Ya contaba la semana pasada que en esta novela los lectores teníamos el privilegio de conocer muchos de los interrogantes que se iban planteando mucho antes que los propios protagonistas. Uno de ellos aparecía justo en las primeras páginas y todavía no había sido resuelto. Se trata de saber el porqué los padres de Antón habían elegido a Valentina, cuando esta estaba embarazada y trabajaba en el club de alterne, para que se casase con su hijo.
Al comienzo de esta tercera parte, en el capítulo en el que Valentina cuenta el temor que sufría, por ella y por su hijo, al vivir en esa casa de monstruos, Ramona, su suegra, le contó el secreto de Antón: su madre el encontró en el campo encima de una muchacha que acababa de morir, descubriendo que solo podía excitarse por la presencia de la sangre. Era una historia demasiado horrible que tenía que solucionarse, buscando una mujer para su hijo para que calmase sus instintos sanguinarios.
Con Chesca atada en el sótano, con la cara destrozada, somos conscientes de que el mal de Antón no se solucionó casándose con Valentina.
Pero mientras, la investigación de los policías de la BAC seguía avanzando. La preparación de una encerrona para poder capturar al misterioso comprador de Azaperonil no ha dado sus frutos. No saben que la persona que ha escapado huyendo a pesar de su gordura y que finalmente muere entre los artilugios de un matadero se trata de Serafín. Sin embargo, un personaje como él, con unos rasgos físicos muy marcados y con evidentes señales de discapacidad intelectual, no podía pasar desapercibido.
Ante el bloqueo en la investigación, Elena, que ya actúa como la lider del grupo organizando las tareas y haciendo gala de una autoridad entre los policías de la BAC, ordena que Orduño y Reyes busquen, con la foto de Serafín en la mano, en Cuenca y sus alredores a quien conozca la personalidad del fallecido. La búsqueda parece infructuosa hasta que una dependienta les pone sobre la pista de una gasolinera en la autovía A-3 cerca de Tarancón.
Carmen Mola, que demuestra un buen conocimiento de la zona, se inventa un pueblo ficticio para ubicar la granja de Julio y Antón. Lo llama Santa Leonor y, por los pocos detalles, muy bien podría ser Saelices, aunque allí no haya ningún bar en la plaza que se llame Zarco ni tampoco sea famoso ningún establecimiento por la calidad de sus albóndigas. "Están tan ricas que solo pueden ser albóndigas de cerdo feliz", dice Orduño, chupándose los dedos, mientras los lectores que hemos continuado leyendo, nos imaginamos en capítulos siguientes una escena de posible canibalismo.
Se estrecha el círculo cada vez más, sobre todo cuando en la gasolinera reconocen al joven de la trenca verde y naranja, Julio, el hijo de Antón Collado, que vive a unos diez kilómetros en una granja de cerdos.
Por su parte Elena y Zárate han continuado su investigación de vuelta en Turégano. En la habitación de Chesca encuentran una foto de El Adelantado de Segovia que explica sus continuos viajes al pueblo y a las ferias de ganado. Con Juana reconocen a su antiguo novio, Fernando Garrido, al que enseguida relacionan con el vídeo de una persona asesinada con el que intentaron chantajear a Chesca. El otro es Manuel Sánchez, irónicamente un hombre respetable y un padre ejemplar, que milagrosamente se ha salvado de ser atropellado. En ambos casos Elena y Zárate ven la mano de Chesca , que buscaba la venganza de los que la violaron hace veinte años.
El gran enigma, que puede resolver el misterio de la ubicación de la joven, es saber la identidad del tercero de la foto. Manuel sopesa los pros y los contras de confesar lo acontecido en las fiestas de Turégano de hace veinte años. Aunque lo niegue, recuerda con claridad todo lo que pasó esa noche y a la persona que les acompañó a Fernando y a él en la violación de Chesca. Por ironías del destino su ADN confirma que él es el padre de Rebeca y le obliga a confesar su culpa y a sufrir el desprecio de su mujer.
A diez kilómetros de Santa Leonor, en la Granja Collado, confluyen las pesquisan de los dos grupos, temiendo que sea demasiado tarde para salvar la vida de su compañera. Sus sospechas se confirman cuando, al llegar, se encuentran con el cadáver de Casimiro y el de todos los cerdos de la explotación. ¿Dónde han hido Julio y Antón? y, lo más importante, ¿dónde está Chesca?
Carmen Mola: lo que piensan las escritoras de los hombres que no escriben bien sobre mujeres