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La memoria del árbol- Capítulos 4 al 6

Libro que estamos comentando: 
La memoria del árbol

Ya hemos dicho que La memoria del árbol es una novela bellamente escrita y construida que consigue colocar al lector en la piel de un niño y que habla de la transmisión de los recuerdos, de cómo se fabrican y cómo se conservan, de dónde se guardan y cómo se pueden perder. Un libro memorable que supone también la confirmación del talento como narradora de Tina Vallès.

Son varios los temas para comentar  

El primer tema es la aparente sencillez con la que está escrita la historia. Aparente porque, pese a la brevedad de los capítulos, todas las palabras y las frases están bien medidas: no sobra nada, no falta nada y no se pueden decir más cosas con menos recursos. Este estilo minimalista hace que se lea con facilidad y familiaridad ya que los personajes y la situación nos resultan cercanos y reconocibles. Los protagonistas son una familia, que podría ser la nuestra; un padre y una madre con un hijo. Pronto se añaden los abuelos que vienen del pueblo (Vilaverd) a Barcelona para vivir con ellos. El abuelo, Joan, y su nieto, Jan, establecen una relación muy especial, de complicidad total, y también muy entrañable. Comparten momentos de intimidad y conocimientos diversos, de filosofía de vida podríamos decir, además de recuerdos.

De camino a la escuela, uno de los temas que más les gusta compartir es hablar de los árboles. El abuelo le enseña un montón de cosas sobre ellos y también le anuncia que cuando tenía su edad había uno en el pueblo que era su preferido en el pueblo. Era un sauce. Jan le pide muchas veces que le cuente la historia del sauce, pero Joan siempre le responde que todavía no, que más adelante que «hay respuestas que vienen solas, más tarde, quizá en hilera, como un muelle de pan en el lomo de una hormiga, o por el aire, como el canto de una cigarra». Finalmente será la madre quien le acabe contando esta historia especial del abuelo Joan y el sauce de Vilaverd, su sauce.

La novela está llena de símbolos. Desde el nombre del abuelo (Joan) y el nieto (Jan) donde sólo cambia la letra «o» que parece un reloj (el abuelo es relojero); el reloj es el aparato que calcula el tiempo (un tiempo que termina); los árboles que nos arraigan en el territorio, en la vida y que también desaparecen por accidente como le ocurrió al sauce del abuelo; hasta los olores de la infancia (la casa del pueblo huele a leña quemada, la casa del pueblo de los abuelos del amigo de Jan huele a mar) o la que huele a la abuela con su perfume inseparable: «Íbamos los tres dentro de una nube de perfume, la de la abuela Catalina, que nadie se atreve a decirle que se pone demasiado. Ese olor dulce era tan fuerte que arrojaba luz. Y yo no entendía cómo la gente no paraba para vernos pasar por la calle, los tres bien cogidos, llenos de luz y perfume».

El hilo conductor de la historia es la enfermedad, su inevitable evolución, porque pone en marcha la trama, acelera los acontecimientos. Pero no lo muestra como una tragedia, sino que sorprende la naturalidad con la que los personajes se enfrentan a un tema tan común, tan ligado a la vida.

 También comentamos la importancia de los silencios, momentos que funcionan como indicios de todo lo que no se dice, como la enfermedad que en ningún momento se llama, aunque todo el mundo la identifica enseguida. Estos silencios podrían entenderse como sentimiento de miedo, o como tabú ya que actualmente cuando la gente sufre enfermedades graves a menudo no las explican; no las compartimos.

Y, evidentemente, el otro leitmotiv es la memoria. La falta de memoria por un lado y, por otro, los recuerdos positivos y negativos, que son intransferibles: “Pero dice el abuelo que los recuerdos no se pueden repetir”.

Otro aspecto que llama mucho la atención son las diferencias, el contraste entre la ciudad en la que vive Jan y sus padres (Barcelona) y el pueblo de los abuelos (Vilaverd). Lo que más destaca, aparte de los olores, es la diferencia de ritmos, de velocidades: «El abuelo dice que en Barcelona siempre vamos deprisa».

Vamos con la tarea de esta semana, leeremos los tres siguientes capítulos, aquellos que va del 4 hasta el 6, ambos inclusive.

4.- LA LETRA QUE NO FALTE

El cuarto es una suerte de reflexión sobre la letra “o” que marca la diferencia entre el nombre del nieto y el del abuelo: la o es alternativamente un hueco, un vacío, un círculo, un agujero por donde se escapan (o por donde emergen) identidades y diferencias; también es el motivo de un juego lingüístico para el narrador, y de un juego de escritura para la autora.

5.- PRIMERO LA MEMORIA

El quinto capítulo narra el primer choque frontal con la enfermedad: el abuelo olvida llevar la merienda de Jan a la escuela y eso genera una crisis y un punto de inflexión en el relato y en los vínculos al interior de la cotidianidad familiar.

6.- VILAVERD

El sexto narra el momento en que toda la familia se despide de la casa donde vivían los abuelos, en su pueblo: es la oportunidad para contrastar pasado y presente, el mundo que queda atrás y el que adviene lleno de pérdidas para unos y de dudosas ganancias para otros, en especial para Jan, que nunca está del todo seguro de si ha de ponerse contento con el hecho de convivir con sus abuelos.

Creéis que cuando un libro de carácter infantil y juvenil se vuelve sofisticado en su temática y tratamiento, se suele preguntar: ¿pero este libro es para niños? Y jugando con eso, me gustaría preguntar ahora sí La memoria del árbol es un libro para adultos, o si no tiene el suficiente mérito como para convertirse en un excelente libro infantil y juvenil, teniendo en cuenta aquella idea del francés Michel Tournier con la que definía lo que era para él la literatura infantil: unos textos tan bien escritos, “tan límpidamente, tan brevemente —calidad rara y difícil de alcanzar— que todo el mundo pueda leerlos, incluso los niños”.

Feliz semana de lecturas

Saludos

Alejandro