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La memoria del árbol- Capítulos 1 al 3

Libro que estamos comentando: 
La memoria del árbol

Para finalizar el año compartiremos las lecturas de “La Memoria del arbol” de Tinas Vallés, una novela bellamente escrita y construida que consigue poner al lector en la piel de un niño y que habla de la transmisión de los recuerdos, de cómo se fabrican y cómo se conservan, de dónde se guardan y cómo se pueden perder.

Pero antes conoacamos un poco a la autora:

Tina Vallès (Barcelona, 1976) es filóloga y se dedica a la escritura, la edición, la traducción y la corrección. En 2017 obtuvo el Premi Llibres Anagrama de Novel·la con “La memòria de l’arbre”, novela que también fue ganadora del Premi Maria Àngels Anglada 2018, del Premi Jean Monnet des Jeunes Européens 2020, finalista del Premi Mandarache 2020 y traducida a quince lenguas. Vallès es autora de las compilaciones de relatos “L’aeroplà del Raval” (2006), “Un altre got d’absenta” (2012) y “El parèntesi més llarg” (2013), que se llevó el Premi Mercè Rodoreda, y de la novela “Maic” (2011). A finales de 2020 ganó el Premi Folch i Torres con la novela “Els pòstits del senyor Nohisoc”. Su último libro para primeros lectores es “Mira” (2021) y recientemente también ha publicado “El senyor Palomar a Barcelona” (2021). Es coeditora de la web de cuentos Paper de Vidre y colabora regularmente con el periódico digital Vilaweb.

La novela está escrita desde el punto de vista, y en la voz narrativa, de Jan. Un niño de 10 años al que le cambia su vida cuando los abuelos vienen a vivir a su casa. Joan es el abuelo de Jan. Fue relojero. Está enfermo y está perdiendo la memoria. El niño y el abuelo, juntos, y cada uno por su cuenta, poco a poco, tienen que asumir esa realidad y se proponen, secretamente, coincidir en una memoria que se desvanece, inexorablemente.

Jan vive en la Ronda de San Antonio con la madre, que trabaja de maestra, y el padre, que enseña en la Universidad. En casa siempre han vivido ellos tres hasta que unos problemas de salud obligan al abuelo Joan y la abuela Catalina a dejar su casa de Vilaverd, en la Conca de Barberà, e instalarse en el piso de la hija, el yerno y el nieto de Barcelona.

Para Jan la nueva situación tiene ventajas e inconvenientes. Entre los primeros, uno inequívoco: el bocadillo de la merienda que se come cuando el abuelo le pasa a recoger en la escuela es crujiente y recién hecho, no como antes de que se iba ablandando todo el día en la cartera. Pero también hay cambios en las cenas –que ahora, con la abuela haciendo de cocinera, son comidas de plato hondo, cuchara y pan– y con el abuelo, que siempre tiene un repertorio de historias preparadas para contar mientras van por la calle. Unas historias en las que nunca falta la referencia a su oficio de relojero ya la presencia de los árboles. O, más concretamente, de un árbol: un desmayo que tuvo un papel muy importante en la vida del abuelo cuando era pequeño.

Sin embargo, los inconvenientes también existen. Y básicamente están relacionados con la enfermedad que va arrastrando al abuelo hacia la pérdida progresiva de la memoria.

La sencillez aportada por el punto de vista del protagonista nos aleja del sentimentalismo y de la dramatización que podría comportar la historia narrada. Una de las citas que abre el libro, "Un niño es un buen sitio para vivir", de Roberto Piumini, es el preludio de esta idea. Nosotros lectores, igual que el abuelo Joan, nos adentramos en la historia de la mano de Jan, y eso nos permite hacerlo de una manera tranquila, cercana e íntima, y la ingenuidad de su mirada nos permite una sonrisa cómplice, como las que comparten Jan y su abuelo.

La novela se divide en 11 capítulos con 11 escenas cada uno.

1.- El cambio. (Las clonecitas, El niño, Tu abuelo, Como un reloj, Dos letras, Silencio, Merendar, Algo, La Casa de los abuelos, Jan, hijo mío, Dar cuerda)

En el primer capítulo se nos cuenta cómo se vive el cambio producto de la mudanza de los abuelos al piso de Jan y sus padres: una vivencia respecto de la cual Jan duda si puede ponerse contento o no.

2.- Las calles (Los árboles, Las cinco, Antes, No mucho antes, Tocar los árboles, El primer dia, Hambre, No hace falta ver nada, En casa, Pan, Las naranjas)

El segundo nos cuenta cómo van comunicándose Jan y Joan en sus caminatas a la escuela, por las calles, tomando a los árboles como puntos de referencia espacial y temporal de un relato en construcción: el de la novela, el de la transmisión de los mitos y recuerdos familiares.

3.- Los coches. (Los dientes, Nuestro momento, El cuento, Una cama como dios manda, Fábulas, Podemos ser cigarras, Las hormigas, De aviones, El invierno del abuelo, Mamá metida en el periódico, Luz y perfume)

El tercero habla de los cuentos y las fábulas que le explican a Jan cuando se va a dormir: los cuentos, el padre; las fábulas, el abuelo.

Con respecto a la simbología del número ONCE, en una entrevista Tina Vallés dice:

Pues al principio era simplemente querer que todo encajase, soy muy maniática. Cuando el abuelo ve que no llegará a los once años de Jan para contarle la historia del sauce de cuando él tenía once años, decide contárselo un día a las once. La “broma” se acababa aquí. Pero luego un lector en un club de lectura me dijo que ese once tenía mucho sentido siendo el abuelo relojero, porque era una esfera de reloj incompleta, como una vida truncada por la enfermedad. Desde entonces, añado esta explicación a la simbología del once en mi novela, y aplaudo mucho a ese lector, porque es el tipo de lector que me interesa, el que participa en la obra cuando lee.”

La brevedad de las escenas, las elipsis que se abren entre unas y otras, el estilo pausado y contundente del relato, los juegos lingüísticos y metafóricos que redondean cada escena relatada como si de los anillos del tronco de un árbol se tratara: todo ello contribuye a un clima de intimidad en la lectura, una complicidad, una cercanía que nos permite, a los lectores, compartir la vivencia de entrar en el hueco de un gran árbol viejo, acomodarnos allí, y disfrutar de cómo se nos cuenta una historia relativamente sencilla, una historia sobre los significados más profundos de la vida.

Los once capítulos se hilvanan en torno de un objeto ausente: un árbol, un sauce (desmai, en catalán), que es mencionado una y otra vez, que se supone que tiene un significado muy importante para el abuelo Joan, pero del cual no se cuenta la historia, sino que se la menciona. El misterio en torno de esa historia particular genera un suspenso subyacente que le da tensión a todo el relato. Una tensión suave. Una tensión que se libera en el último capítulo, cuando Jan parece decidido a asumir su propia voz, su propia mirada, su lugar en el relato de la historia.

Os recomiendo que leáis pausadamente los tres primeros capítulos y que reconstruyáis vosotros mismos la historia que Tina nos está contando.

Feliz semana de lecturas

Saludos

Alejandro