Jane Eyre, III, 5-12
Hola a todas y todos, terminamos la lectura de este enganchoso libro que nos ha tenido pegado a sus páginas prácticamente desde el primer capítulo. Espero que haya resultado una experiencia placentera y os haya gustado leerlo en el club.
Antes de meterme en harina os recuerdo que en unos días se abre el plazo para apuntarse a la lectura de Memorial del convento, de José Saramago, uno de mis autores favoritos. Estoy deseando que os animéis y os apuntéis al club también con este libro.
Vamos a ello.
ESTA SEMANA
Estos capítulos transcurren, en su mayoría, en lugares distintos al resto de la novela: Morton, Marsh End y Ferndean. Bueno, no es exactamente así, Marsh End, la casa de los Rivers, es un lugar conocido al que volveremos en estas páginas (aunque estará renovado). Me gusta este viaje impreciso que va llevando a la protagonista adonde la vida (de una manera no premeditada) le lleva (en fin, la vida misma). El ejemplo más claro es Morton, donde recala Jane Eyre tras la tremenda peripecia de los capítulos pasados: St. John Rivers invita a Jane para que sea profesora del colegio de niñas en la localidad.
¿Qué os parecen esos meses como maestra de escuela? En un momento se dice que empieza con apenas 20 alumnas y cuando se marcha tiene unas 70 (si no me equivoco). No está nada mal, ¿verdad?
Pero en estos capítulos toma protagonismo St. John Rivers, quien, tras meditarlo largamente y observar detenidamente a Jane le pide que se case con él. Disculpad el destripe, pero es que toda esta parte del libro resulta fascinante: la frialdad y el desapego de John (los gestos marmóreos, la mirada fría... no deja de tener atributos de pedrusco este muchacho) frente al calor y la tenacidad de Jane; la actitud imperativa, casi avalada por el mismo dios, frente a la lógica y la duda de Jane. Son, verdaderamente, unos pasajes fabulosos en los que la propia Jane está a punto de sucumbir: "Me sentí tentada a dejar de luchar con él y deslizarme por el torrente de su voluntad hasta el golfo de su existencia, perdiendo la mía. (...) Olvidé mis negativas, vencí mis temores, frené mis luchas." (p. 546)
Y de la mano de esta cita fijémonos en la protagonista de esta novela: Jane Eyre es una mujer que pelea contra las adversidades buscando un preciso y concreto lugar, el de ser independiente y libre, el de poder decidir sobre su destino a pesar de las costumbres y las normas sociales, a pesar de las dificultades económicas, a pesar de las situaciones vitales en las que se encuentra. Por eso, para mí el momento cumbre del libro es cuando dice "Soy una mujer independiente ahora." (p. 564), ¿no os parece maravilloso? Y cuando se encuentra en esa situación de libertad es cuando puede decidir por sí misma qué quiere, con quién quiere pasar el resto de su vida (o por lo menos del tiempo que vislumbramos en estas páginas).
John me ha resultado un personaje especialmente antipático. También me resultaba antipático Edward Rochester. Ambos, desde sus posiciones privilegiadas, en fin, son hombres, cultos y ricos, con un carácter paternalista -odioso- con respecto a la protagonista, ambos toman decisiones y quieren involucrar a Jane en sus planes de vida sin tener en cuenta, en verdad, la opinión de Jane, pues no se puede opinar cuando no se sabe toda la verdad (como pasó con Rochester) ni se atiende a la opinión de Jane (en el caso de Rivers).
Obviamente no quiero destripar el final del libro, pero sí hay un par de cosillas que me gustaría comentaros.
En primer lugar lo de los Rivers, la casualidad (o, más bien, las casualidades) es demasiada. A mí me ha sacado un poco del libro, me ha resultado inverosímil: tanto con el tema del tío de Madera (que es el detonante que saca a Jane de la escuela) como con... en fin, que no lo quiero decir (pero que explica la vuelta a Marsh End). Pero esa parte para mí ha sido la más forzada de toda la novela. Esos personajes habrían tenido sentido sin más, así, tal como estaban. Pero bueno.
En segundo lugar me resulta algo "burdo" el castigo impuesto a Rochester: no vio el problema de casarse estando casado (estaba ciego), perdió la mitad de su alma (como quedarse manco). Ser ciego y recuperar la vista... en fin, ideas que rondan, muy del gusto de la literatura de la época, pero que vistas ahora parecen evidentes.
En cualquier caso el libro es una absoluta delicia, y el personaje de Jane Eyre, un personajazo, una mujer inolvidable.
Espero que hayáis disfrutado de este viaje maravilloso.
Os leo en los comentarios y os espero en la próxima lectura.
Saludos cordiales,
Pep Bruno