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2 INESPERADAS. ANTOLOGÍA

 
 
2 INESPERADAS. ANTOLOGÍA
 
Buen lunes día 11, estimadas personas ATRAPAVERSOS. Continuamos nuestra andadura poética. Esta semana leeremos desde la página 21 con el poema de Eunice Odio hasta el final de las ilustraciones de Alejandra Acosta, página 77.
 
El último poema de lectura de la semana pasada era de Olga Orozco, Cantos a Berenice, 1 (página 19), pertenece a su libro con el mismo título y todos los poemas, 17 en total, están dedicados a su gata Berenice. Como podéis comprobar es un poema cargado de preciosas y arriesgadas imágenes, muy en sintonía con el surrealismo, aunque la poeta se negó a adscribirse a ninguna corriente literaria.
 
El poema siguiente, Recepción a un amigo (p. 21) es de Eunice Odio, una poeta de Puerto Rico que llegó a tener también la nacionalidad guatemalteca y mexicana. Murió joven, en México, arrastrada por una vida trágica. Sus poemas, también el de nuestra antología, reflejan una naturaleza mítica, fusionada la persona con la naturaleza y no en sociedad “porque tengo vocación de acuarela”, “y estoy como las rosas / desordenando el aire”.
 
De Violeta Parra vamos a leer su famoso poema Volver a los diecisiete (p. 29), también conocido como canción. En internet vais a poder escucharla con su voz. La canción pertenece a su álbum “Las últimas composiciones” de 1966, una época en Chile de dictadura dura, con Pinochet. Es un tema precioso, y formalmente está escrito en décimas, una composición popular, que en este caso tienen la siguiente rima de arte menor (octosílabos): abbaaccddc. El poema consta de cinco décimas y un estribillo final, que en la canción, no así en el poema, se repite varias veces.
 
¡Qué poema tan potente Nací para poeta o para muerto, el de Gloria Fuertes (p. 35)! Además es muy sonoro, pues a nivel formal resulta profundamente rítmico debido a una estructura muy regular: tres estrofas paralelísticas en las que en cada una de ellas el yo poético se plantea ser una cosa u otra: poeta o muerto, puta o payaso, nada o soldado; y nos dice que en todos los casos escoge lo difícil: poeta, payaso y nada, razón por la que “sigo entre fusiles y pistolas / sin mancharme las manos”.
 
De Concha Zardoya, su poema La frontera está en la página 37, quiero comentaros que la primera biblioteca municipal de Majadahonda, el lugar donde murió, llevó su nombre muchos años. Allí fui hace bastante tiempo a contar cuentos, cuando la escritora todavía vivía y era desconocida para mí (lo que me produjo ganas de leerla). Después, la biblioteca cambió de sitio, con unas instalaciones modernas, mucho más amplia y luminosa, pero ¡ay! también cambió de nombre. Ahora se llama “Francisco Umbral”. Qué pena, lo pronto que olvidamos los humanos…
 
El poema de Julia de Burgos, Íntima (p. 38), parece un resumen de vida, casi se podría decir un epitafio; pues la poeta costarricense nunca “encajó” en este mundo y murió alcoholizada muy joven, a los 39 años. En este caso por fortuna se produjo a posteriori una cierta redención, pues después de haber muerto anónima (en la calle) en EEUU  —de hecho fue enterrada con un nombre “ficticio” pues al ir indocumentada no se la pudo identificar— sus amigos rastrearon hasta encontrarla y sus restos finalmente fueron llevados a Puerto Rico, donde se la considera una poeta insigne.
 
La trayectoria vital e intelectual de Carmen Conde (p. 42) es impresionante. Me impacta su tesón y valentía, y también su inmenso quehacer: su obra es incansable. Destaco, creo que lo merece, y mucho, el hecho de ser la primera mujer que ingresó como académica de número (en el sillón de la letra K) en la Real Academia Española de la Lengua en 1978. Como curiosidad os cuento que tengo en casa su libro Canciones de nana y desvelo de la editorial Miñón, una edición de 1992, en el que se reseña que con esta obra la autora recibió el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 1987. Carmen Conde tenía entonces 80 años.
 
Por último, en la lectura de esta semana nos vamos a encontrar con Silencio (p. 45) —un tema por cierto muy otoñal, de este momento que estamos viviendo en el que quedan tan pocas hojas pegadas a los árboles y el frío y la humedad nos anuncian el inexorable invierno— de Norah Lange, escritora argentina. El poema pertenece a su libro La calle de la tarde, y fue prologado por J. L. Borges. Para mi sorpresa, mirando datos sobre su biografía he sabido que fue pareja de Oliverio Girondo (un poeta, en mi lista, con ganas de traer a este Club) durante muchos años. Hecho que me hace reflexionar, una vez más, sobre los destinos tan diferentes de los artistas según fuera su género, masculino o femenino. En fin.
 
Finalizamos la semana con una lectura de  imágenes (las páginas centrales del libro) de Alejandra Acosta; y aquí hago el silencio y dejo que el poema visual hable en particular para cada cual. Dejaos llevar, y “releedlo”, contempladlo varias veces, seguro que encontráis en cada pase algún detalle nuevo que amplíe su significado.
 
Que los días os sean propicios y que el otoño os invite a bellas meditaciones sin que el frío os cale los huesos.
¡Salud y Poesía!
 
Estrella Ortiz