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3ª parte. Hasta el capítulo 12

Libro que estamos comentando: 
Imán

Acompañamos a Viance en su huida en solitario a través del espacio que separa a R., la posición de la que escapó después de un angustioso sitio, agotado por el calor y la falta de agua, pasando por el resto de emplazamientos que jalonaban la línea principal de la expansión española en el norte de Marruecos, Annual, Drius, Tistutin, Monte Arruit y Nador.

Algunos autores acusan a Sender falta de rigor histórico al narrar los hechos que sucedieron en esos desgraciados días del verano de 1921. Le acusan de mezclar sucesos y de no respetar la línea temporal de acontecimientos. Sin embargo, reconocen que recogió de forma fidedigna los detalles que hace vivir a los soldados españoles. No en vano recorrió esos escenarios dos años después, durante su servicio militar en el Protectorado, y habló con muchos testigos presenciales que le contaron sus experiencias.

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Soldados españoles construyendo un "blocao" en Marruecos.

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Posiblemente, la causa por la que Sender utiliza la inicial de R. para nombrar la posición en la que se encontraba inicialmente Viance de debe a que, para describir con tanta crudeza los hechos que allí sucedieron, reunió muchos detalles que sucedieron en otros lugares y no quiso identificar la posición ficticia con ninguna en concreto, aunque mucho de lo que cuenta de R. coincide con los hechos que sucedieron en Igueriben el 21 de julio de 1921. El acuerdo de que, al sonar los últimos disparos de cañón de la posición sitiada, las baterías de Annual deberían bombardear lo que quedase de ella, ocurrió igualmente en Igueriben; y los pocos supervivientes iniciaron su huida hasta Annual, el campamento general de la zona.

En la desbandada general, Viance se encuentra con distintos personajes que jalonan el trayecto en busca de la salvación. Nadie sabe donde acabará la marea rebelde que ha ido acabando uno a uno con los campamentos, blocaos y posiciones, ocupados por los soldados españoles, con una improvisación que en esos momentos se muestra catastrófica. Hay, incluso, un momento en el que Viance se pregunta si no habrá caído también Melilla y sea esa la causa por la que no llegan los refuerzos de los convoyes y las columnas de soldados.

En una escena muy esclarecedora se encuentra con un oficial herido encima de una roca que le regala lo más preciado, una cerveza. Al instante aparece un vehículo con un comandante y un par de oficiales que se niegan a prestarles ayuda y continúan su cobarde huida. 

Un soldado de pelo blanco ha perdido la cordura, pero conserva la vida porque la tradición musulmana otorga a los locos cualidades divinas y capacidades de comunicarse con el más allá. También se encuentra con un viejo español que lleva muchos años viviendo con los moros y que relativiza el conflicto entre España y Marruecos. Son los poderosos los culpables del conflicto, solo los jóvenes podrá acabar con él.

Otro personaje es su antiguo camarada Rivero. Mantiene este una lucidez y una fortaleza sorprendente, tal vez porque no ha sufrido las vicisitudes de Viance. Un desgraciado encuentro con varios ancianos le provocarán una herida mortal, que asume con entereza. Le pide a Viance que le pegue un tiro, pero este no tiene suficiente valor para hacerlo. Es este Rivero uno de pocos héroes, personas que voluntariamente asumen tareas heroicas, que aparecen en Imán.

En un barranco se encuentra con dos soldados que huyen como él y que, aunque van heridos, cada uno quiere que su compañero muera antes. Tras la noche, los cerdos (¡que los moros no comen, pero que crían para vendérselos al ejército español!) descuartizan los miembros de los soldados ya fallecidos.

Y finalmente, bordeando las distintas posiciones ocupadas ya por los moros, llega a la orilla del mar donde se esconde en una casi destruida fábrica de harinas. El edificio sirve de improvisada fortaleza donde se han refugiado una variopinta colección de españoles, soldados, un sargento, un guardia civil, un viejo hacendado que ha perdido a su mujer y a su hijo en Nador, todos manteniendo una capacidad de resistencia inusual durante la lectura de la novela.

Llega Viance, en la cumbre de su delirio, a hablar con Dios, que, vestido con una chilaba nueva, le confiesa que se ha pasado a los moros, que él siempre está del lado del que puede más. Sender remata el encuentro entre Dios y Viance con una propuesta llena de humor negro: puesto que el soldado tiene que morir, le ofrece permanecer eternamente en el pabellón español de los que mueren cumpliendo su deber. Se adivina que poco antes de despertarse, Viance le responde con un sonoro corte de mangas.