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4ª parte. Juicio a los piratas

Libro que estamos comentando: 
Huracán en Jamaica
Qué deconcertante. Qué difícil suponer que tantas secuencias tiernas en el barco van a concluir con los piratas condenados a la horca.
 
-"Me quieres?- preguntó (Jonsen) ....
- Sí, pero, ¿déjame mirar por el telescopio, nunca he mirado y tengo muchísimas ganas". Evidentemente, Emily confunde el catalejo por el telescopio.
 
Una noche en vela de Jonsen le hace recapacitar sobre su destino: "..Esta vez tenía la extraordinaria certeza de que allí, muy cerca y cubierto de oscuridad, se agazapaba su enemigo preparado para destruirle". Aunque se alejase de las rutas más concurridas del Caribe, sabía que le abordaje del Clorinda y el asalto al vapor holandés eran delitos demasiado graves como para que la autoridad del Imperio Británico no se movilizasen en su búsqueda. Todo hubiese sido más fácil si no tuviera que cargar, además, con la presencia de los niños a bordo.
 
El barco estaba preparado para ocultar su identidad con documentos falsos, incluso jugaba a su favor que no llevase ningún cañón a bordo. ¿Cuándo se ha visto un barco pirata sin cañones? (Ya conocemos las artimañas que Jonsen y su tripulación utilizaban para preparar sus abordajes), pero la presencia de los niños era demasiado evidente de su actividad delictiva.
 
Jonsen asume con una espcie de fatalidad, impropia de su profesión, que los niños pueden ser la causa de su desgracia. "Si nos cogieran con ellos a bordo, ¿qué sería de nosotros?"Sin embargo, nunca piensa en deshacerse de ellos de forma violenta; como mucho los intenta desembarcar en la ciudad de Santa Lucía, sin éxito, como recordamos.
 
La presencia en el horizonte de un barco desconocido, posiblemente un vapor de guerra, le convence de que tiene que buscar "un golpe maestro" que le libere de los nios y dé un nuevo giro a su destino.
Otto, el segundo, no comprende al pirncipio las intenciones del capitán hasta que verifica quese cambia el rumbo y que el Lizzie Green, el nuevo nombre del barcom se dirige al encuentro del un gran buque de vapor.
 
"Estos niños tiene que irse .... Tiene que salir de mi barco ahora mismo. A lo mejor no arribamos nunca a Santa (Lucía).... Si nos cogieran con ellos a bordo, qué sería de nosotros, ¿eh?". Jonsen siente urgencia por resolver unba situación que está a ñunto de estallarle en sus mismas manos.
 
Cuando el capitán sube al barco elegido, el plan le parece a Otto una autántica locura. Simular que su barco es un mercante, que se encontraron casualmente a los niños en la isla de Cuba y que buscan otro barco que los lleve a su país, es un plan con muchos puntos débiles, que desatará sin duda numerosas preguntas y aclaraciones. Solo puede tener algo de credibilidad si los niños acceden a reproducir ante las autoridades británicas la versión que han tramado los piratas.
 
La despedida en el actual Lizzie Green está llena de abrazos y sollozos, y de promesas de volverse a encontrar otra vez. Parecen un grupo de amigos a los que se les satan las lágrimas después de haber compartido una temporada de convivencia.
 
Emily es la única que mantiene un aire taciturno. Desde que ocurrió el suceso del capitán holandés ha vivido con angustia la posibilidad de que el mundo sepa que fue ella la responsable de su muerte. Sguro que muchas veces se ha arrepentido de clavarle el cuchillo, pero ha sido incapaz de asumir su responsabilidad y va a aferrarse a cualquier versión que le asegure su inocencia.
 
La vuelta a Inglaterra en el barco y las atenciones que los viajeros les dedican generan un relato de la experiencia de los pequeños con los piratas totalmente alejado de la realidad. Los adultos imaginan lo que quieren creer y los niños tampoco declaran contundentemente a favor de Jonsen y su tripulacion.
 

Asistimos a un endiablado juego de suposiciones y medias verdades en el que los niños, y expecialmente Emily, no salen bien parados. ¿Tan voluble es la memoria de unas criaturas que no recuerdan los momentos tan felices disfrutados en la compañía de Jonsen y su tripulación? ¿A dónde se fueron esas muestras de cariño expresadas en la despedida? Richard Hughes dibuja a unos niños con unas personalidades ajenas al sentimiento de culpa y sin ningún sentido de responsabilidad de sus actos. Actúan de la forma que se supone que los adultos esperan de ellos y no son conscientes de la magnitud de sus actos.
 
Tampoco los adultos muestran demasiada inteligencia. Los jueces y el abogado que participan en el juicio al que someten a los piratas finalmente capturados utilizan todas las artimañas legales para lograr un veredicto que  esté conforme con las ideas premeditadas sobre la culpabilidad de los piratas y su responsabilidad en el asesinato de John y el capitán holandés. Los familiares, y el padre de Emily en especial, intentan proteger a los pequeños porque no pueden suponer lo que sus hijos han sido capaces de hacer y de experimentar en su travesía por el Caribe.
 
De esta forma, y con la resignación que habíamos comentado antes, Jonsen, Otto y los demás son los mártires de la sociedad victoriana, que es incapaz de encontrar, por los prejuicios de la época, la inocencia en un criminal y la mentira en las mentes de unos muchachos.