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3ª parte. Hasta el capítulo 9.

Libro que estamos comentando: 
Huracán en Jamaica
Ha pasado ya un mes a bordo de la goleta del capitán Jonsen y los niños se sienten plenamente integrados en la vida de la tipulación.
 
La travesía se convierte en una especie de sueño mágico, libre de cualquier imposición o norma, en la que ni siquiera una alimentación monótona, la convivencia con cucarachas y varios tipos de parásitos, o la incomodidad de dormir en una pestilente bodega impide convertir los límites del barco en un espacio para que cada uno encuentre su lugar de esparcimiento.
 
Las pequeñas usan cualquier trozo de cuerda o estopa para convertirlos en muñecas, los medianos se imaginan realizando tremendas hazañas convertidos en piratas imaginarios y Emily tiene una epifanía por la que toma conciencia (por primera vez, dice ella) de su individualidad como persona. Sucede como si un interruptor hubiese activado la manifestación de un fenómeno a partir del cual se revela el momento en el que la niña entra en la madurez desde su infancia inconsciente.
 
Margaret, la mayor del grupo, sufre otra transformación, que el autor describe a medias, como si no quisiese herir la susceptibilidad de los lectores de su época. Se sobreentiende que ella descubre en el barco su propia sexualidad. Richard Hughes habla de tímidos sonrojos en sus primeros momentos y un alejamiento de sus hermanos y sus amigos para pasar a realizar la mayor parte de la actividad diaria retirada en el cuarto de Otto. ¿Es fruto de la moralidad victoriana que no se explicite más claramente la relación de Margaret con la tripulación, y más concretamente, con el segundo de a bordo, algo que todos somos capaces de percibir entre líneas?. "(Margaret) al principio parece asustarse exageradamente de todos los hombres; pero luego se puso a seguirlos como un perro por donde quiera que fueran".
 
La lectura del pasaje en el que sutílmente se esboza lo que está pasando entre Margaret y Otto cambia la percepción de lo que ocurre a partir de entonces en la novela. 
 
Son ciertos detalles los que nos hacen pensar que HURACÁN EN JAMAICA no va a ser únicamente una anodina novela de niños conviviendo con unos piratas de mala muerte. Se repiten desde ese instante situaciones que afectan a los niños y a su comportamiento que echan abajo su supuesta imagen de inocencia o de víctimas. 
 
No es solo un cambio de papeles de lo que sucede en el barco lo que produce una sensación extraña. Los piratas de Jonsen siempre han sido personajes crepusculares, dependientes de los cambios que suceden en una profesión que va a ser destruida por la aparición de los barcos de vapor y por el control por las potencias de la piratería en el Caribe. Son complacientes con los niños, nada autoritarios, y lo que menos necesitan es que su actividad reciba una notoriedad que les haga dejar de pasar semi-desapercibidos. Los muchachos, por el contrario, empiezan a manifestar las debilidades, disculpables o no, de una falta de educación moral o de ética del comportmiento que no han recibido en su infancia.
 

Otra situacion turbia es la que se vislumbra cuando Jonsen, tras emborracharse con su tripulación en la cubierta, baja a la bodega y acaricia la cabeza de Emily. Es Hughes un auténtico experto en sugerir e insinuar sin mostar. ¿Véis también vosotros en el encontronazo entre Emily y el capitán Jonsen un claro intento de pedofilia?. La situación acaba con Emily propinando un mordisco en el pulgar de Jonsen y ambos avergonzados y evitando el contacto mutuo.
 
De nuevo, en la novela solo conocemos la reacción de los niños y cómo Emily reconoce su atracción por Jonsen y por Otto. Por ahora, la versión de los piratas de lo que pasa en el barco es inexistente.
 
El narrador, que a veces adopta la primera persona, como si fuese testigo de los hechos y lo estuviese contando a los que estamos escuchándole, nos refiere el accidente que sufre Emily en una pierna, que la hace mantener reposo en la cámara del capitán, y el asalto de los piratas a un pequeño vapor holandés.
 
La tragedia sucede cuando al capitán  del barco atacado lo encierran junto a la Emily convaleciente. El capitán holandés y la niña forcejéan y Emily acaba propinandole una serie de cuchilladas que acabaránn con el capitán desangrado hasta morir.
 
Al igual que en la muerte de John, un extraño muro de silencio cubre los hechos. Ni la niña explica lo sucedido, ni lo hace Margaret, testigo de todo lo que ha pasado; más aún, los piratas consideran que ha sido ella la que ha matado al capitán holandés, algo que resulta abominable para unas personas que, a pesar de su profesión, no utilizan ni siquiera armas de fuego. De hecho es la primera sangre que se vierte a bordo del barco.
 
Estos piratas tan poco comunes conviven con una ética en la que no admiten la violencia gratuita, así que, sin preguntar para aclarar los hechos, lanzan a Margaret por la borda. De milagro es rescatada en el último instante por otros que volvían al barco desde la costa.
 
En todos estos trágicos acontecientos, Emily se mantiene ausente y absorta en sus propios acontecimientos, sin contar la verdad ni intentar detener a los que quieren tomarse la justicia con Margaret. Ella sigue herida en la cámara, atendida por Otto y Jonsen, intentando llamar la atención de todos. Se refugia un mundo interior para evadirse de una responsabilidad que la angustia. Es otra manifestación de la transición hacia la madurez, aunque le agobia tener que responder de sus actos como si fuera una adulta. "¿Por qué tenía que crecer? ¿Por qué no podía confiar siempre su vida al cuidado de los demás, como si no se tratara de algo suyo?"
 
Nunca han expresado los piratas, o el capitán Jonsen, los planes que tienen para con los niños, ni si les divierte o les molesta su presencia , pero cada vez se nota que es más evidente que los pequeños son una carga, no por las atenciones o los recursos que haya que dedicarles, sino por los cambios que han transformado su vida en el barco.
 
La tensión llega hasta el extremo de que Jonsen propine unos buenos azotes a Rachel por burlarse, en su inconsciencia infantil, de la religión. Este es uno de los resultados de una tensión que ya no va a remitir. Para colmo divisan un barco de silueta desconocida que intranquiliza a toda la tirpulación. Inician maniobras de distracción porque Jonsen sospecha que barcos británicos le persiguen por la muerte del capitán holandés. Jonsen es consciente del peligro que supone tener a los niños en el barco, así que toma una decisión.