Nuestros Clubes de Lectura

Literatura de viajes

Club de lectura de poesía.

Literatura juvenil

Clásicos universales

Novelas de género (novela negra, ciencia ficción, etc.)

Hermanito. Miñán. Tercera parte

Libro que estamos comentando: 
Hermanito. Miñán

Queridas viajeras, queridos viajeros… ¿Cómo estáis? ¿Qué tal lleváis la zozobra (me consta que la sentís) de nuestro viaje lector con Ibrahima?

Estaba escuchando hoy la entrevista que le hicieron ayer lunes 17 de octubre a Rosa Montero en el nuevo programa de La 2 TVE, Culturas 2, en el que dice que “no hace falta sufrir para ser artista”, pero es que hay una parte muy luminosa y esclarecedora en la que la escritora manifiesta que “para nada en la vida hay que sufrir mucho. A mí me revienta cuando te dicen es que el sufrimiento te enseña… te enseña si no te mata, si no te destruye, porque te puede destruir. Se puede aprender de otra manera”.

Y claro, no he podido evitar relacionarlo con el dolor de Ibrahima, con su sufrimiento, con sus padecimientos… que estuvieron a punto de acabar con él, no solo físicamente (las torturas, las caminatas por el desierto, la sed, el hambre, el trabajo durísimo, la infección en la boca, la hernia en el estómago…), sino también psíquicamente (la culpa, la responsabilidad, la indecible tristeza, la depresión… la absoluta inapetencia, el desequilibrio mental, las ganas de morir). Pienso que Ibrahima aprendió, sí. Pero que ojalá hubiese aprendido de otra manera.

Esta parte también desazona, nos zozobra. Casi como la zódiac que se deshincha, el motor que no arranca, la brújula que se estropea, los reflectores que nos iluminan despiadadamente desde las montañas mientras intentamos sentarnos en el mar,  en esa tómbola que es el mar, y que decidirá si vivimos o morimos. Si llegamos a Europa o nos quedamos en la noche larga del mar. Todo este párrafo es poesía, claro. Nunca sabremos con exactitud qué se siente. Somos privilegiados porque podemos tener la suerte de aprender de otra manera…

En esta parte Ibrahima narra cómo se preparan los programas en los tranquilos, y qué ocurre si una persona decide no subirse a la zódiac (lo matan), si se ahoga (no le importa a nadie), si lo apresan (exactamente, lo mismo). Lo que importa es el dinero que ha pagado. Cuanto más, mejor.  Además, inicia un viaje de vuelta desde Libia a Argelia, luego se va a Túnez, pasa a Marruecos y, finalmente, desde Nador, se embarca en un programa hasta Europa. Pero antes… antes, Ibrahima comparte pensamientos, reflexiones y vivencias muy dolorosas, sí, pero que nos iluminan.

Sobre la necesidad de reconstruir su vida:

“la cabeza es como un armario y para sacar una cosa del armario tienes que meter otra. Las cosas nuevas ocupan el lugar de las antiguas. Pero yo aquí, mientras deciden mi asilo, no hago nada, no tengo trabajo, no tengo amigos, no tengo cosas nuevas que meter en el armario”.  

Sobre lo que significa perder a un hermano, en definitiva, el papel de la mujer y del hombre en África (tremenda responsabilidad la del hijo varón. Me gustaría leer el testimonio de alguna mujer del continente africano reflexionando sobre ese papel sobrevenido):

“en África no es lo mismo perder a un hermano que a una hermana. No digo tristeza, digo angustia. Y cuando digo angustia, quiero decir responsabilidad, la responsabilidad de hacerte cargo de tu familia”.

Sobre su propia identidad y pensamiento; no es su padre. Por eso, si hubiese encontrado a su miñán, no le hubiese pegado, no. Hubiese hablado con él. Tiene una consideración de la educación totalmente diferente al ejemplo que vivió en su familia:

“Uno, mi padre tenía un cinturón largo y yo no. Dos, no tenía fuerza para pegar a nadie. Y tres, yo no soy mi padre”.

La culpa, la tremenda culpa que siente al no haber podido salvar a su hermano es lo que, en definitiva, le ha hecho renunciar a volver a casa, a su destino. Porque su destino, lo que él quería, era conducir camiones y sustentar así su familia.

Pero no regresa porque “yo no me merezco que los ojos de mi madre me miren”.

Ibrahima cuenta cómo se perdió, se extravió en sí mismo, se volvió raro, antisocial, sin ganas de morir… cómo le decían todos que estaba loco. Que era un loco. Y cómo él, que ha estado ahí, entiende a Ousmane, cuando no cesa en la búsqueda de peleas, de conflictos. Se trata de buscar que alguien te castigue para que así te libere de la culpa. Incluso el dolor es bienvenido, como le sucede con la hernia en el estómago, que le ayudó porque le distrajo de otro dolor mayor, de la pérdida de su miñán, de la mirada de su madre…

En esta parte seguimos leyendo sobre los abusos, la explotación, la trata de personas, la inmigración que se utiliza para los trabajos más duros, la crueldad de la policía, las palizas, las huidas por el bosque, el frío, el invierno, el hambre, la desolación… el comercio.  

Voy a citar unos versos del poema que cierra esta tercera parte:

"O

simplemente

tú eres tú

El que ahora lee este

poema

Te preguntarás

¿ese tú

soy yo?

Sí,

si quieres ese tú eres tú,

Pero yo no,

yo soy Ibrahima

y esta es mi vida"

 

Ojalá este libro perteneciese al género de la ficción.

Las fotos de Ibrahima y Amets, son de David F. Sabadell, y las tomé de este artículo, que también os recomiendo:

Cruzar un mundo, dejar tu casa, firmado por Luis Miguel Barcenilla en El Salto Diario.

Os enlazo, además, esta entrevista en audio de RTVE que le hace Imanol Durán al periodista Amets Arzallus.

Vuestro turno, lectoras, lectores.