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Grandes esperanzas, XXXI-XXXIX

Libro que estamos comentando: 
Grandes esperanzas

Hola a todas y todos, aquí llegan las notas de lectura de esta semana. Para estos días os propongo la lectura de nueve capítulos, del treinta y uno al treinta y nueve, unas ochenta páginas en mi edición, que termina justo donde acaba la segunda parte del libro.
 
CAPÍTULOS XXXI-XXXIX
Nos encontramos en estos capítulos con un Pip, por un lado, más seguro, más acostumbrado a su nueva vida (a estas alturas ya no tan nueva), con más soltura para relacionarse (y para gastar el dinero); pero por otro con algunas cuestiones que siguen atravesadas en sus días, cuestiones como la relación con Estella, Joe, Biddy...
Comenzamos con el momento teatral, ese capítulo humorístico que tal vez sea reflejo de algo que sucede en este mismo libro y de lo que ya comentó Olga en los comentarios de la pasada semana: la máscara, la interpretación, la figuración, el ser lo que uno no es. Y este primer capítulo, el XXXI, en el que se parodia esto, quizás pueda verse como una mirada con respecto a la historia que estamos leyendo, donde Pip está interpretando un papel que no le corresponde. ¿Qué pensáis vosotras, vosotros?
Por otro lado en estos capítulos Estella va jugando un papel más relevante. En cuanto a la relación con Pip y, también, como veremos, con la señora Havisham. En este sentido merece la pena que leáis con atención un momento en el que Estella se sincera con Havisham, es fascinante y, al mismo tiempo, espeluzna. Uno no puede dejar de leer igual que Estella no puede dejar de mirar al fuego.
Igualmente prestad atención a la conversación que Pip y Estella mantienen en el baile (los celitos, ay), en ella hay una frase de Estella que resulta algo sorprendente, justo al final de la conversación.
Vamos a tener también el placer de volver al castillo, con Wemmick, donde por cierto conoceremos a la señorita Skiffins (y esa manita, jajajaja) y disfrutaremos de la compañía de la ancianidad. La verdad es que esta segunda vuelta es muy reconfortante. Y contrasta mucho con los tarambanas de los Pinzones, ¿verdad que sí?
Esta visita a la morada de Wemmick llega tras la mayoría de edad de nuestro protagonista y su regalo de cumpleaños y con un motivo estupendo. Creo que es de las primeras cosas buenas que uno puede leer en este enredo, al menos eso parece, y si no que se lo pregunten a Herbert.
Por último (y disculpad lo críptica que está siendo hoy la entrada, pero es que no quiero desvelar nada y sí tengo muchas ganas de leáis y comentéis cuanto antes) estos capítulos se cierran con un mo-men-ta-zo. Sí, el trigésimo noveno capítulo del libro, el último de esta semana, estoy seguro que os va a encantar. Tiene algunos momentos magníficos. Está muy bien que ocurra en un día tormentoso, lluvioso y frío. Porque la tormenta ha llegado hasta el corazón de la novela y del propio Pip. Estoy seguro de que os va costar resistir seguir leyendo cuando lleguéis a la última página de esta semana.
Os leo en los comentarios.
 
Pasad una feliz semana.
Saludos cordiales
Pep Bruno