Fortunata y Jacinta, cuarta parte: III, IV y V
Hola a todas y todos, aquí llegan las recomendaciones de lectura para esta semana que, como sospecháis, es la penúltima semana con este libro. Sí, el próximo final de semana vendrá la última entrega y en dos semanas estaremos con una nueva lectura. Os voy avisando con tiempo, el libro que leeremos será "La señora Dalloway", de Virginia Woolf, ojalá os apetezca leerlo con nosotras y nosotros.
Pero vayamos con lo nuestro que está la cosa que arde.
Capítulo III. Disolución
La situación se está volviendo insostenible en casa y, por lo que vemos, también fuera. Fortunata comienza el capítulo manifestando algo que sabemos desde hace muchas, muchísimas páginas, que se siente muy desgraciada: "Usted crea lo que quiera... pero soy muy desgraciada. Yo sé que me lo merezco, que soy mala, mala de encargo... pero soy muy desgraciada." (p. II, 606). Lo que me impacta de esta declaración es que ella se sienta mala y merecedora de todo esto que le pasa, en verdad es duro. No hay que quitarle parte de culpa de la vida que lleva: ha tomado decisiones (que quizás habría sido muy difícil no tomar, ojo: el lío con el señorito, la boda con Rubín, etc.) que han resultado equivocadas o que han acabado por ser un desastre para ella. Pero desde luego ella no es la única culpable de todo lo que le ha ocurrido y le está ocurriendo; pero del resto de culpables nada parecemos saber. Porque aquí todos, hasta los que han actuado con su mejor voluntad (recordemos a tantos salvadores), han ido empujando a Fortunata en una u otra dirección.
Es más, ella se siente culpable de su desgracia y de la de otros: "[la locura de Maxi] es por culpa mía. ¡Ay, Cristo, qué remordimiento tan grande! Iré con este peso a todas partes, y no podré ni respirar." (p. II, 609). ¿Pensáis que Maxi ha enloquecido por culpa de Fortunata?, ¿veis esa relación clara?, porque en páginas anteriores se nos hablaba de una locura más quijotesca, más por la lectura, que por su matrimonio. Por cierto, en este capítulo la locura de Maxi llega a su paroxismo con el advenimiento del nuevo Mesías... madre del amor hermoso.
Es el embarazo de Fortunata, la concreción precisa de "la idea", lo que precipita la determinación de Fortunata de tomar, o al menos así parece, las riendas de su vida. Y en estas decisiones que va tomando y que conocemos en parte en la conversación con Lupe es bien interesante el tema del dinero: recordad que la religión verdadera de doña Lupe es el dinero, y actuando como actúa Fortunata amarra ese vínculo con La de los Pavos y se fija un pequeño sustento. Pero no dejéis de prestar atención a doña Lupe y cómo va siguiendo todo el proceso y valorándolo desde una perspectiva económica. Es muy interesante y muy verosímil: a Lupe, a pesar de las cosas que hace y dice, aunque puedan ser contrarias entre sí, la creemos siempre, porque detrás de sus acciones el motor que las pone en funcionamiento es siempre el mismo: el dinero.
Esta disolución (que da título al capítulo) afecta a muchos frentes: Juanito, "Rubines", amistades (¿se sabe algo de Aurora?) y el añorado mentor, Feijoo (qué pasaje tan hermoso y delicado). Y en esta ruptura con todo lo anterior nos encontramos con una Fortunata más madura, que es consciente de su propio cambio: "la joven se había adecentado mucho y adquirido hábitos de señora" (p. II, 628); pero también que es consciente de lo difícil que es salir del camino que el destino parecía haber decidido para ella: "Quedóse meditando en que su destino no le permitía salir de aquel círculo de personas que en los últimos tiempos la había rodeado. Era como una red que la envolvía, y como pensara escabullirse por algún lado, se encontraba otra vez cogida." (p. II, 629). Esto último creo que le da, de nuevo, una mayor hondura trágica al personaje, ¿qué os parece?
Capítulo IV. Vida nueva
Vida nueva la de Fortunata, pero al mismo tiempo, nueva vida la que está gestándose en su vientre. Galdós no pierde oportunidad de jugar. Vida también en la que nos reencontramos con algunos personajes que hacía rato que no pasaban para saludar (Izquierdo, Ido, la tía de Fortunata...) y otros que encajan en este nuevo escenario (como Ballestero, ay, o Quevedo).
Abunda este capítulo en esa imagen de madurez de Fortunata, pues, desde su nuevo retiro "todo lo veía entonces transparentado por la luz de la razón, a la distancia que permite apreciar bien el tamaño y la forma de los objetos" (p. II, 640).
Capítulo V. La razón de la sinrazón
Penúltimo capítulo del libro y, como se puede deducir del título, el foco se vuelve a centrar en Maxi (en su locura o, más bien, su recuperada y aparente cordura). Todo este cambio del personaje es tan extraño. Hemos hablado varias veces (en los comentarios sobre todo) de la inverosímil locura del marido de Fortunata, hemos hablado de cuál habrá sido la causa del trastorno; el propio Galdós parecía querer invitarnos a que pensáramos que era una locura quijotesca que le sobrevino de pasar las noches leyendo sin descanso. Y ahora, con unas duchas escocesas y un poco de bromuro (y la ausencia de Fortunata, ojo) todo parece haber vuelto a su cauce. Y digo parece porque hablando de Maxi a estas alturas uno ya no sabe qué pensar. ¿Qué opináis vosotros y vosotras al respecto?
Este capítulo se nos presenta casi como un juego en el que el remozado Rubín mantiene, por un lado, apariencia de completa normalidad (y en alguna ocasión hace ostentación de dicha apariencia, lo cual resulta más espeluznante), y por otro, el reto lógico que el propio Maxi se impone para descubrir dónde y cómo está su esposa.
Al mismo tiempo que vemos esos engranajes mentales de Maxi en funcionamiento, ocurren otras cosas: tertulias en el Gallo, paseos, visitas a la casa de la señora "Desdémona", la suerte que parece por fin sonreír a Juan Pablo (cuando tan negro estaba todo) y... el sorprendente descubrimiento de Maxi en los últimos momentos del capítulo cobijado por las sombras de la noche (ah, sí, y la reaparición de Aurora).
Sólo mencionar (de pasada, que la entrada va siendo larga) el asunto de Juan Pablo: más que salvar in extremis a un personaje de su novela parece que Galdós quiere evidenciar las dificultades para que este país progrese, ¿de verdad este tipo, que un día defiende una cosa y al otro la contraria, es merecedor de este puesto?, es más: ¿creéis que esto hará que él se redima, se salve?, o peor aún: ¿va a suponer algún beneficio para la gente que queda bajo su jurisdicción?
Pasad una feliz semana.
Saludos cordiales
Pep Bruno