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4ª parte. Los hombres-libro

Libro que estamos comentando: 
Fahrenheit 451
El fuego que todo lo quema destruye la casa en la que viven Guy y Mildred Montag. Se veía venir después de la escena en la que un desquiciado Montag pierde los papeles en presencia de Mrs Phelps y Mrs Bowles. La vehemencia y la pasión que Montag pone en su defensa del poder reivindicativo del libro y la poesía frente a la banalidad de la reunión de las tres mujeres en su casa tiene que tener consecuencias y es seguro que tiene que llegar a los oídos de las autoridades represoras.
 
No parece una gran sorpresa que Montag se encuentre frente a su casa con la salamandra dispuesta a cumplir con su cometido.
 
El capitán Beatty mantiene su frialdad, pero se muestra inflexible con el castigo que le espera a su subordinado. Le pide, o más bien le ordena, que sea él el que realice el trabajo con el lanzallamas. Y cuando acabe, será detenido y llevado a la cárcel. Le reprocha también que ya el avisó cuando le enviudó al sabueso a vigilar su casa.
 
La preocupación de Montag es saber quién le delató. ¿Fue su mujer? Cree que sí, que ella le vio esconder los libros en su casa y no tuvo el valor de ocultar ante las autoridades. Su rostro desencajado cuando los bomberos llegan a la casa y su huida sin recoger los objetos de valor de la casa confirman que pudo ser ella, aunque Beatty le consuela diciéndole que las amigas ya habían presentado denuncias previas.
 
En esta última parte se desarrollan de forma vertiginosa los hechos que ya se venían preparando desde el inicia de la novela, solo que alcanzan un nivel del que el mismo Montag se sorprende. Han sido unos pocos días desde que tuvo su primer enuentro con Clarisse McClellan y parece que han sido muchos años por su transformación y su toma de conciencia en la sociedad en la que vive.
 
Todavía con el lanzallamas en la mano, Beatty le presiona cuando descubre el audífono y le amenaza con descubrir quién está al otro lado del aparato. No calibra el estado de desesperación ni de frustración del bombero cuando ocurre la tragedia: "Se produjo un siseo como cuando un escupitajo cae sobre el hierro ardiente de una estufa, un borboteo y un espumear, como se se hubiese echado sal sobre un monstruoso caracol negro para producir una terrible licuación y un hervor sobre la espuma amarilla". No será el único contra el que utilizar el lanzallamas. Lo hará también contra el Sabueso, que merodea siempre alrededor de una casa recién incendiada. 
 
El asesinato de Beatty coloca a Montag en el lado de los fugitivos y va a comprobar como se destinan los más sofisticados recursos para capturarlo. Antes de huir, visita a Faber para que le aconseje sobre donde ir y a quién visitar.
 
Su huida con los helicópteros y más sabuesos persiguiéndole a través del bosque se ve entorpecida por el pinchazo que el Sabueso, recientemente quemado, le ha producido. Es una dificultad más en su viaje en busca de unos grupos de personas que se mantiene al margen de la ley, vagando sin recibir ningún tipo de atención por parte de las autoridades, que deben pensar que su existencia no supone ninguna amenaza para el régimen policial en el que viven.
 
El encuentro de Montag con estos grupos de personas justifican en gran medida todo lo anteriormente leído. Los hombres-libro, aunque en la novela no se les nombre de esta manera, asumen la tarea de memorizar una obra para preservarla y transmitirla oralmente hasta que sea posible, porque las condiciones políticas hayan cambiado, poder ser reconstruida y editadas como lo fueron las obras originales. “Sólo somos sobrecubiertas para  libros, sin valor intrínseco. Algunos de nosotros viven en pequeñas ciudades. El Capítulo 1 del Walden, de Thoreau, habita en Green River, el Capítulo II, en Millow Farm, Maine. Hay un poblado en Maryland, con sólo veintisiete habitantes; ninguna bomba caerá nunca sobre esa localidad, que alberga los ensayos completos de un hombre llamado Bertrand Russell. Coge ese poblado y divide las páginas, tantas por persona. Y cuando la guerra haya terminado, algún día, los libros podrán ser escritos de nuevo. La gente será convocada una por una, para que recite lo que sabe, y lo imprimiremos hasta que llegue otra Era de Oscuridad, en la que, quizá, debamos repetir toda la operación. Pero esto es lo maravilloso del hombre: nunca se desalienta o disgusta lo suficiente para abandonar algo que debe hacer, porque sabe que es importante y que merece la pena serlo”.
Fahrenheit 451. El bosque de los hombres-libro. Bernard Herrmann y François Truffaut.