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Libro que estamos comentando: 
Entre limones

Queridas viajeras, queridos viajeros… ¡¡qué bien iniciar un nuevo viaje, comenzar una nueva lectura!! Este abril nos instalamos en un cortijo de Las Alpujarras (Granada), aprovechando que Pedro Romero, por fin, se ha marchado. No estaremos solos, ya habréis leído que nos acompañarán Chris, Ana y Beau (incluso Romero nos acompañará, incomprensiblemente, durante muchos meses).

Pero antes, una breve biobibliografía del autor: 

Chris Stewart (1951) Faygate, Horsham Sussex. es un escritor y exbatería del grupo musical inglés Génesis. Es muy curioso, porque entró en el grupo en 1967, invitado por Peter Gabriel, compañero de escuela. Stewart estuvo en la formación cuando se grabaron dos sencillos, pero salió de la banda relativamente pronto por petición del líder de la banda y del resto de los miembros del grupo, quienes lo consideraban un batería deficiente. El propio Peter Gabriel dijo de él que “no era precisamente una máquina de seguir el ritmo”. Y afirmo que es curioso porque esta circunstancia aún se cita, una y otra vez, cuando se habla de la trayectoria de Stewart.

Los siguientes veinte años los dedicó a tocar en el circo de Sir Robert Fossett, esquilando ovejas en Suecia y trabajando en una granja de Sussex. Después, viajó a China con el propósito de escribir una guía de viajes. Realizó un curso de aviación y llegó a conseguir la licencia de piloto en Los Ánteles. Finalmente, se mudó con su esposa al cortijo El Valero, en el municipio de Órgiva, en la ladera sur de la Sierra Nevada.  

Ha escrito las obras autobiográficas Entre limones: historia de un optimista; El loro en el limonero; Tres maneras de volcar un barco; Los almendros en flor; Los últimos tiempos del Club del autobús.

En palabras del autor: No soy capaz de inventar historias, me encantaría hacerlo, pero no puedo.

 

En estos primeros seis capítulos de Entre limones. Un optimista en Andalucía, el propio Chris Stewart (de hecho, lo hace desde el subtítulo) se retrata en sus palabras y en sus obras. Es un hombre divertido, optimista, algo distraído y proclive a pensar lo mejor de los demás, a empatizar os de manera extrema. Porque… solamente él no se percataba de cómo se comportaba Romero (toda la parte en la que le lleva por el valle, como si fuese un prisionero… una carga de mercancía más, en fin, es bastante humillante. Es cierto que dice todo de Romero y habla muy bien de Chris). Se lo dice Ana, su mujer, la parte más práctica de la pareja (pero, imagino, que cautivada por el carisma y la alegría de Chris): “(…) juzgar a los demás te trae sin cuidado (…). Y es una virtud, ¿sabes?, además de un defecto”. Advertimos el carácter de Chris desde el principio, cuando se deja arrastrar por la joven Georgina y, finalmente, comprará El Valero porque ella piensa que debe comprarlo. Porque decide que sí, que ese cortijo le va bien a Chris, mejor que el de La Herradura, porque en éste había una especie de “ocupa”. Esto se llama huir del fuego y caer en las brasas. Pienso que nuestro Chris es un hombre contemporizador, que intenta llevarse bien con todos. ¿Lo logrará?

 

La belleza, la historia, a la par que la aspereza y falta de incomodidades de El valero, son otras de las características que Chris ve con optimismo inasequible al desaliento (si exceptuamos cuando, finalmente, se trasladan a España con todos sus menesteres y comienzan a protagonizar el guion de vida que ellos mismos escribieron. Ahí sienten algo de zozobra).

Antes de continuar comentando estos capítulos, hay que recordar que Chris y Ana llegan a su cortijo en 1988, por lo que tenemos que tener en cuenta que algunas de sus afirmaciones o impresiones se refieren a esa época (hace treinta y cinco años), como que la mayoría de los agricultores de más de 50 no sabían leer ni escribir. Por otro lado, es muy curioso vernos desde los ojos de un extranjero, de alguien que nos mira bien, con afecto, pero que no acaba de entendernos (imagino a los lugareños observar, condescendientes, a Chris); por ejemplo, eso de tomar un piscolabis cada dos por tres (jamón y vino), nuestro autor no acierta a saber cuándo es la hora idónea para tomar tal aperitivo, pues parece ser que cualquiera.

Por lo pronto, ya los tenemos solos por fin (menudo chasco se llevó Chris con Romero), él soñando con el pastoreo y Ana (quien tenía un negocio de horticultura en su país) con plantar y cultivar. Chris se ha lanzado a hacer un puente y un camino, con ayuda de sus vecinos (que, a veces no saben ni cómo ni por qué, pero le ponen interés y él, su habitual creencia de que todo saldrá bien). El puente, fatalmente se verá arrasado en la próxima crecida del río, según afirman los sabios del lugar, así que el camino parece perentorio. No puedo dejar de preguntarme si el proyecto de la presa que anegaría el cortijo de Chris y Ana se retomará en algún momento y cómo ellos lo afrontarán. Veremos.

Sin duda son una pareja atípica, soñada y aventurera. No conozco Las Alpujarras y me temo que tampoco el carácter de las personas que habitan ese lugar (aunque, si la tendencia ha seguido así, y veo que sí en internet, ahora convive allí una comunidad variopinta de culturas), así que me interno en este paisaje y este paisanaje con la mirada del autor. Sé que tenemos compañeros lectores que conocen de primera mano (y muy bien) estos lugares, y seguro que nos aportan más matices a la mirada de Stewart.  

Precisamente, Nicolás, uno de nuestros lectores viajeros, compartió en la anterior lectura un par de vídeos muy interesantes que os dejo por aquí (muchas gracias, Nicolás):

Os comparto por aquí algunos recursos más:

Me ha gustado mucho que Ana y Chris instituyesen el Día del Valero (cada 26 de noviembre) como recuerdo de aquella primera de taza de té de sabor horrendo que se tomaron el día en que llegaron a su hogar. Vosotros, ¿habéis hecho algo parecido? ¿Tenéis algún ritual que marque un cambio trascendental en vuestras vidas (mudanza, viaje, acontecimiento personal)?

Contadme, contadnos. Compartid por aquí tesoros de Las Alpujarras, de Chris, de Ana... vuestras impresiones lectoras de estos primeros capítulos.

Salud y memorable viaje, lectoras, lectores.