Desde Hierbas y ganado, hasta el final
Queridas viajeras, queridos viajeros,
Llegamos al final de nuestra estancia en El Valero… y, confieso, que yo lo hago con cierta nostalgia anticipada. Este “guiri” y su familia se hacen querer.
Son cuatro capítulos en los que seguimos descubriendo a personajes verdaderamente asombrosos (no me extraña que Chris Stewart los introduzca en Entre limones), como el sanador Manuel, que yo no sé a ciencia cierta si era capaz de curar todo lo que decía… pero, sin duda, era un extraordinario narrador oral. O el inefable reverendo inglés Richard y su esposa Eleanor, que hacen posible el bautizo de la pequeña Chlôe. Las aventuras y desventuras de Chris con sus ovejas, con sus perros… la venta de corderos en Baza, intentando sortear a los tratantes y su formas de especulación y… pinchando en el intento. Aunque como el mismo Chris dice, menos mal que al final todo le salió bien, con la venta de los corderos a uno de sus vecinos fomenta el comercio de proximidad.
Pero, sin duda, más allá de lo adorable que es Chlóe (que lo es, y mucho), y su amistad entrañable con Rosa, la hijita de Bernardo, su relación estrecha y de tú a tú con animales, plantas, etcétera, más allá de los remedios naturales que Ana aplica a todo bicho viviente de El Valero, más allá… hay dos sucesos que pienso que hay que resaltar: por un lado, la pertinaz sequía de un verano que los deja exhaustos y las lluvias de noviembre que arrastran el puente y los incomunican. Humedad, aislamiento, tal vez, tristeza… aliviados por su amigo Domingo, el increíble y sabio Domingo. Y el segundo suceso que está íntimamente relacionado con él, es su historia con Antonia, la holandesa. Se me antoja una historia de amor. La última imagen, en la que Chris, Ana y Chlóe están nadando en el río, y les ven, sobre el burro de Domingo a los dos, cansados, pero felices… es maravillosa. Creo que el autor no podría haber elegido un final mejor para Entre limones.
La entrada de esta semana es más breve que otras. Me gustaría que hiciésemos un balance del libro, de El Valero, de los personajes que hemos conocido a través de las palabras de Chris, de los paisajes, de la naturaleza, de las meteduras de pata de este inglés que se hace querer, porque todo lo hace con un tremendo cariño hacia La Alpujarra, sus gentes, sus tradiciones, sus parajes naturales…
He buscado, claro está (no he podido por menos) a Juliette de Bairacli Levy / (en esta web hay un vídeo de corta duración en el que podemos verla y escucharla); Baza (tiene pinta de ser preciosa, aunque vaya frío, qué contrastes tan fuertes de temperaturas ); y al botánico, que fue profesor de Chris en Surrey, Oleg Polunin .
¿Cómo habéis leído Entre limones? ¿A qué os suena? ¿A qué os sabe?
¿Nos leemos?