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Macedonia, una tierra homérica

Buenos días, viajeras, viajeros. Comenzamos nuestro viaje al norte de Grecia, de la mano de María Belmonte, con su último libro: En tierra de Dioniso. Vagabundeos por el norte de Grecia (ediciones Acantilado).
María Belmonte Barrenechea nació en Bilbao; estudió Historia en la Universidad de Deusto y Antropología en la Autónoma de Barcelona. En 1995 se doctoró en el Departamento de Antropología Social de la Universidad del País Vasco (San Sebastián) con una tesis sobre Historia de las Religiones. Ejerce profesionalmente como traductora técnico-literaria. Otros de sus libros son Peregrinos de la belleza. Viajeros por Italia y Grecia (2015), o Los senderos del mar. Un viaje a pie (2017). Ha vivido en diversas ciudades, en una isla mediterránea y, actualmente, reside en Font-Rubí (Barcelona).
Esta semana, comentaremos la primera parte del libro: Macedonia, una tierra homérica; y quiero comenzar con la reflexión que hace Belmonte en el prólogo, en la que define a la perfección En tierra de Dioniso:
“(...) éste no es un libro de historia, pero ante el encuentro con personajes ineludibles como Alendro, Filipo, Olimpia y muchos más, he creído necesario incluir algunos apuntes históricos sobre sus vidas. Tampoco es un libro de viajes, ni una guía en la que se mencionen todos los lugares relevantes. En realidad, las páginas que siguen son mi propia visión de la Macedonia griega, adquirida a través de los ecos que su paisaje iba depositando en mí. Es mi geopoética personal. También es el resultado de lecturas, de películas, de encuentros con personas que me esperaban o que el azar puso en mi camino. Mi memoria se fue poblando así de imágenes, de recuerdos, de lugares y personajes históricos de personas reales, de animales, de ríos, lagos, montañas y fronteras. Con todo ello he creado mi propio norte. Un norte que se fue revelando como una tierra oscura y misteriosa, sí, pero también cálida y luminosa, capaz, en ocasiones, de deparar momentos de la más pura embriaguez”.
En esta primera parte, Belmonte nos ofrece una lección de historia, mitología y leyenda, de altura. Por sus páginas (ya lo avisó) pasan personajes tan carismáticos como Heródoto, Eurípides, Filipo y Olimpia, Aristóteles o el enigmático Alejandro Magno; nos narra el relato de la creación legendaria del reino de Macedonia, y detalla el culto dionisíaco, sus características y sus implicaciones en la vida política, cotidiana, religiosa…
De interés me parece también la reflexión que realiza sobre el miedo como generador de los dioses. “Los dioses existen porque existe el miedo”; o sobre la guerra y los ejércitos. Quisiera que comentásemos, en profundidad, aquello que más os ha interesado o impresionado, o ambas cosas. Encuentro en estas páginas un detalle tan preciso y una narración tan clara, que los recursos que os puedo ofrecer se me quedan cortos, y algo sosos. Creo que sus palabras brillan como el sol del imperio macedónico.
No obstante, voy a destacar algo que me ha cautivado: los fragmentos que dedica Belmonte a la literatura, a la narración oral.
“Se puede decir que la literatura nació en torno a una hoguera. Esas hogueras que nuestros antepasados encendían para conjurar los miedos y las amenazas de la noche, calentarse y contar historias sobre héroes y aventureros. Historias que se iban embellenciendo y exagenrando y que nadie se cansaba de oír una y otra vez. Historais que viajaban en caravanas de camellos, en barcos de guerra y de mercancías y se iban diseminando por todo el mundo hasta constituir un acervo cultural, un lenguaje mítico común del que todos hablamos algún dialecto. (…)La civilización se fue gestando en esos círculos de humanos congregados para escuchar una buena historia, mientras el narrador transmitía, de generación en generación, los saberes, normas y valores morales que iban constituyendo las diversas culturas”.
Quizás el personaje que más me ha sorprendido ha sido Alejandro Magno, pese la existencia de  infinitas películas, leyendas, libros… sobre él y su figura. Yo tenía en mi imaginario a un hombre cruel, y las páginas de Belmonte me han aportado numerosos matices y gradaciones, también he llegado a sentir la duda de si existió ese susurrador de caballos, ese defensor de las mujeres, ese hombre decidido, valiente y feroz, ese enamorado. ¿Qué os ha parecido a vosotros? ¿ Con qué personaje os quedáis: Filipo, Olimpia, Eurícides, Aristóteles…?
Os dejo una escena de la película La eternidad y un día, de Theo Angelópoulos, película que nuestra autora vio en el cine con la clase de griego moderno a la que asistía y con su profesora Kleri Skandami, que influyó tanto en su "deseo del norte".
Es vuestro turno. Os deseo salud, y un largo y feliz viaje. Nos leemos.

La eternidad y un día.Theo Angelópoulos