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Hacia el outback

Libro que estamos comentando: 
En las antípodas

Comenzamos viaje lector con el libro En las antípodas, de Bill Bryson, considerado un clásico en el género de literatura de viajes.
Bryson es un escritor estadounidense, natural de Des Moines (Iowa), que ha vivido la mayor parte de su vida adulta en el Reino Unido. Autor de diversos libros sobre viajes (“Un paseo por el bosque”, que fue adaptada al cine, aquí tenéis el tráiler, seguro que la habéis visto), sobre la lengua inglesa y de divulgación científica (“Una breve historia de casi todo”, “En casa. Breve historia de la vida privada”, “El cuerpo humano”, etc.), tiene en su haber un delicioso librito de memorias “Aventuras y desventuras del Chico Centella”, en el que narra sus recuerdos de infancia y vida familiar en el Des Moines de los años cincuenta, con la simpatía, ternura y humor que caracteriza su prosa.
“En las antípodas” se publicó en el año 2000, hace ya veintiún años, por lo que algunos de los datos que en él se recogen están desactualizados, sin embargo ello no resta valor a la obra, ni hace que pierda su vigencia, pues se trata de informaciones que podemos extraer rápidamente en internet (por ejemplo, el número actual de habitantes de Australia).
La parte que leemos para comentar esta semana se titula Hacia el outback (la parte interior más desolada e inhóspita de Australia), que se subdivide, a su vez, en tres capítulos.
Capítulo 1
En este primer capítulo, Bill Bryson nos pone en situación: por un lado, nos “comenta cuatro cosas” sobre Australia, el sexto país más grande del mundo que es un continente y que es una isla, y por otro lado, sobre él mismo, un hombre capaz de reírse de sí mismo y de sus torpezas, alejado de los clichés del viajero duro que parece un súper héroe. De una manera divulgativa y muy amena, intercala datos, noticias, historias, historietas y anécdotas propias, como el boogie boarding que practicó en la playa cercana a Manly, aquella vez que se quedó dormido en una visita en coche por Sidney (y nos cuenta con todo lujo de detalles cómo se comporta cuándo duerme), o cómo siempre parece una suerte de hazaña llegar a Australia: primero, por la pérdida de un día, y segundo, porque al país apenas se le presta atención, y cuando uno llega, siempre es una sorpresa. En resumen, “se trata de un lugar que vale la pena conocer”. A Bryson, le encantan Australia y los australianos.
El primer capítulo está trufado de datos muy interesantes, por ejemplo, cómo suceden cosas extraordinarias en ese extraordinario país (el descubrimiento de la protohormiga, el movimiento sísmico en el outback y la conjetura de la bomba atómica particular,  o cómo los aborígenes pudieron inventar la navegación oceánica y olvidarla). En él, además, Bryson nos informa de que “iba a ver la auténtica Australia: el enorme y abrasador centro desértico, el vacío ilimitado que se extiende entre las costas. Nunca he entendido muy bien por qué cuando la gente te anima a conocer el país “auténtico” te manda a las zonas más desoladas donde nadie que estuviera cuerdo querría vivir, pero así es. No puedes decir que hayas estado en Australia hasta que no has cruzado el outback”.
Algunos enlaces:
Bill Bryson
Outback
Indian Pacific train (con mapa del viaje)
Sidney
La Gran Barrera de Coral: vida en el arrecife
Monolito Uluru
Carabela portuguesa
Manly Freshwater Beach
Penrith Panters
Blue Montains
Outback, el corazón rojo de Australia
Capítulo 2
En este capítulo, nos subimos al Indian Pacific y nos sumergimos en el tren “Plateado y lustroso, brillante como una moneda nueva”, en la sección de primera clase (un enigma lo que esconde la puerta cerrada a la tercera clase). El compartimento, el asistente, la música ambiente, las conversaciones con los viajeros, el “problema de los aborígenes” (esperemos a que el autor investigue un poco más)…
“La gracia (…) de un tren, en comparación con una habitación de hotel, es que el paisaje cambia continuamente. Por la mañana me desperté en un nuevo mundo: suelo rojizo, maleza, cielos inmensos y un horizonte que lo abarcaba todo, roto de vez en cuando por un ocasional esqueleto de eucalipto”. Y un calor tremendo: “ese calor que te golpea cuando abres la puerta del horno para comprobar el pavo”. Llega el momento de adentrarse en el outback: Broken Hills una encantadora comunidad “aquello no era outback ni era nada” donde alquilan un todoterreno y conducen hasta Menindee, una modesta aldea a orillas del río Darling. Hasta ahora, poca aventura; si acaso la escena que les recibe en el Maidens Hotel, “como introducirse en una película de Paul Hogan”. 
A la mañana siguiente se adentran en el outback de verdad: camino de White Cliffs, una antigua comunidad minera de ópalos, “El supremo vacío de Australia, la mortificante inutilidad de tal masa de tierra, fue algo que a los pioneros europeos les costó asumir”. Bryson nos aproxima historias de exploradores que, la verdad sea dicha, muy hábiles e inspirados no eran ni estuvieron, incidiendo en la expedición de Burke y Wills de 1860, muy famosa, pese a su fracaso en pérdida de vidas humanas y que costó una fortuna “más de lo que Stanley había gastado en África con mejores resultados”.
“El vacío de esa inmensa zona es sobrecogedor. (…) Hoy día, el centro de White Cliffs, consiste en un pub, una lavandería, una tienda de ópalos y una estación de servicio con cafetería y tienda de ultramarinos. La población es más o menos de ochenta personas. Viven en un apático mundo de calor y polvo. Si alguien busca gente con resistencia y fortaleza para colonizar Marte, es el lugar adonde ir”.
¿Por qué quedarse en White Cliffs? Quizás las puestas de sol tengan algo que ver.
Algunos enlaces
Desierto de Simpson
Más sobre Indian Pacific
Y más sobre Indian Pacific
Broken Hill
Menindae y la expedición de Burke y Wills
White Cliffs
White Cliffs Underground Motel
Capítulo 3
De vuelta al Indian Pacific, Bryson y el fotógrafo Trevor Ray Hart, paran en Broken Hill, y visitan Silverton y su icónico pub que, en el año 2000, se había filmado más de 140 veces… Nos habla del pasado minero próspero de Broken Hill (creo que ya están todos los filones agotados)… Vuelven a subir a uno de los dos Indian Pacific semanales, camino de Perth, y ahí, nuestro autor se olvida de la aventura (del calor, del polvo, de las incomodidades) y se dedica a disfrutar los placeres viajeros de un octogenario “mirar distraídamente por la ventana, adormilarse en una butaca, aburrir mortalmente a todo temerario que se siente a su lado (…) ¡Aquello era vida!” (No para su compañero de viaje, más joven e inquieto y que… ¡horror!, no se había llevado nada para leer).
Se detienen en Cook un par de horas, pero… “la emoción de llegar a Cook enseguida pierde intensidad. No hay mucho que ver (…). El calor era impresionante. El desierto inundaba el pueblo como una riada”.
Como dos hitos importantes de este tramo, el asomarse a la tercera clase y el viaje de una hora en la locomotora “En alguna parte del remoto horizonte las dos líneas de resplandeciente acero se encontraban en un trémulo y evanescente punto. Interminable y monótonamente, aspirábamos travesaños a nuestro paso, pero, por mucho que adelantáramos, el efímero punto seguía en el mismo sitio. (…) ¿Cuánto falta para la curva?  Trescientos sesenta kilómetros”.
Algunos enlaces
Silverton
Mad Max 2 Museum Silverton
Os lanzo una serie de preguntas, cual boomerang:

  • ¿Os gusta viajar en tren? ¿Os quedáis dormidos en los transportes públicos? ¿Alguna anécdota divertida con un viajero dormido? ¿Leéis noticias sobre Australia? ¿Cómo recordáis el horror de los incendios forestales de 2019-2020? ¿Os atrae Australia? ¿Nos recomendáis películas, novelas … ambientadas en Australia? ¿Qué situaciones de las que nos cuenta Bryson destacaríais? ¿Cuántas veces habéis sonreído en estos tres capítulos?

Y, claro… contadme, contadnos, lo que gustéis. Vuestro turno. Nos leemos. :-)