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4ª parte. El trist destino de Mónica Andrade

Libro que estamos comentando: 
El último barco
Como si fuese una declaración de intenciones, en el perfil de Twitter de Domingo Villar @domingovillar aparece una frase que él atribuye a Ramiro Pinilla y que creo que se la he oído repetir en alguna entrevista: “Lo que diferencia las novelas policiacas de las demás es que en las policiacas el muerto suele aparecer al principio”.
 
Ya sabemos que no siempre es así, y que incluso en EL ÚLTIMO BARCO el axioma se cumple a la mitad. La mayoría de la novela está dedicada a investigar dónde está Mónica y cuáles has sido las causas de su desaparición. Son muchos capítulos centrados en seguir con detalle la investigacion de la policía de Vigo con el añadido de varias escenas y descripciones localistas que revisten de verosimilitud a la historia que nos cuenta Domingo Villar.
 
Finalmente acabo  la última página de EL ÚLTIMO BARCO y me sorprendo al reconocer lo poco que sabemos los lectores de la vida de Mónica Andrade, de su personalidad, de sus gustos, de sus aficciones, de sus afectos, más allá de los pocos detalles que nos cuentan sus compañeros de trabajo, sus pocas amigas y sus esquivos vecinos. Esos pocos detalles creo hace que contemplemos el final de Mónica con una lejanía impropia de lo que suele ocurrir con la víctima de un crimen.
Será por eso que ahora, al final, sentimos más pena por su padre que por ella misma. No se puede tener demasiado afecto o empatía por alguien a quien solo conocemos en la novela como si fuerta un fantasma: una figura esbelta, vestida siempre con vestidos largos y que había decidido desde muy joven alejase de la vida cómoda que el destino habia elegido para ella, para aislarse del bullicio de la ciudad y de la presión social de una familia muy influyente y con un padre muy autoritario.
 
Por eso, decía, me siento  ahora más cercano al doctor Víctor Andrade. Aunque al principio hace notar su influencia sobre el desarrollo de la investigación y, de cierta forma, entorpece y dificulta la labor policial de Leo Caldas, en los últimos capítulos, cuando ya se sabe el fatal destino de su hija, a mí se me representa como un padre hundido, que todo lo que ha intentado influir durante el principio de la novela y su insistencia por implicar al joven Camilo, es lo mismo que haríamos cualquiera de nosotros si estuviéramos en una situaión parecida a la suya.
 
Es significativo que el propio Caldas extreme con mucha delicadeza el protocolo establecido para comunicar la muerte de un familiar, en este caso la de su hija, sobre la que todavía el doctor mantiene la esperanza de que pueda estar únicamente desaparecida.
 
No desaparece en toda la novela la sospecha de que Mónica Andrade haya abandonado sus casa y su trabajo de forma voluntaria, aunque Caldas descubre en pequeños detalles (como las pastillas anticonceptivas o el abandono de los cuidados del gato). Por eso en el círculo de personajes que aparecen en la novela tiene que hayarse la respuesta al misterio.
 
Hay una escena, en la que Leo con la escusa de recuperar el contacto con Elvira Otero le pregunta sobre el ambiente en la escuela y sobre la personalida de los dos profesores y compañeros de Mónica con los que ella mántenía un contacto más cercado y que, además, fueron algunas de las últimas personas con las que había tenido contacto. Elvira se da cuenta del motivo de Leo por comprender quiénes eran Ramón Casal, el luthier, y Miguel Vázquez, el profesor de cerámica y le pregunta le pregunta en un momento de intimidad si sospecha de alguien de la Escuela por la cantidad de preguntas que le ha hecho sobre sus compañeros más cercanos a Mónica. A Leo Caldas, policía ya experto en lidiar con criminales y asesinos, no le cuadra el perfil de ninguno como responsable de ninguna actividad criminal.
 
Por otro lado, el arduo y constante trabajo de visionado de las cintas de las cámaras que han podido captar imágenes de Mónica desde la salida del embarcadero de Vigo hasta la Escuela dedica la mayoría de los esfuerzos del equipo policial. No hay hasta ese momento ninguna pista, ningún hilo del que tirar para empezar a tener certezas en la investigación, porque todas las posibles puertas que se han intentado abrir al investigar a los sospechosos el primer momento, han acabado siendo caminos sin salida.
 
Las imágenes de las cámaras no aportan tampoco ninguna certeza. La dificultad para reconocer a las personas de las imágenes se complica porque muestran personas ocultas bajo los paraguas (está lloviendo, muy propio de Vigo), se ocultan los rostros y ningún testigo es capaz de asegurar on certeza si las figuras borrosas corresponden a la desaparecida. 
 
Me gustaría destacar algunos personajes que influyen de forma significativa en la novela. La que más me llama la atención es la colaboración mutua y la confianza que existe entre Leo y la jueza. Habéis comprobado que en todos los casos uno facilita el trabaajo del otro sin poner ninguna traba.
 
También sorprende su relación sentimental con Elvira Otero, relajada y placentera, como si recobrasen algo que había estado escondido desde hace muchos años. ¿Es tan difícil encontarse en Vigo con una anigua conocida o no saber nada de su vida a traves de terceros? Parece que ambos están dispuestos a recuperar el tiempo perdido.
Y Domingo Villar publicó un artículo en una revista digital gallega, BOISIMO, titulado "O viño, os marcianos e o misal" que, aunque esté en gallego, se entiende fácilmente con el traductor de Google. En él se define su afición por el vino y su admiración por la figura de su padre, creo que muy parecido a cómo aparece en la novela:
"Hace unos veinte años comencé a trabajar en una radio madrileña como comentarista gastronómico. Todo comenzó por casualidad, cuando después de una noche de degustación de botellas de vino, un conocido que estaba presente me invitó a hablar sobre el éxtasis de Baco en su programa de radio. Sabía algo del asunto porque mi padre era experto. El vino era una vocación que llegó un poco tarde, como casi todos los amores que lo atacaron en su vida, pero con una intensidad que estaba más allá de lo normal. Esa pasión cambió a mi padre por dentro y por fuera (lo hizo más paciente, oscureció el color de su piel y lo mantuvo hasta el último día de excelente humor) y también cambió al resto de la familia. Cualquier excusa era una buena manera de salir de la ciudad para caminar entre viñedos. Así, en pocos años, sin apenas darse cuenta, en primavera, verano, otoño e invierno dejaron de existir y las estaciones tomaron el nombre de los ciclos de la vid: poda, purga, floración y cosecha."
 
Espero que hayáis disfrutado como yo con la novela. A mí me ha parecido una de las mejores de laa temporada.