Parte IV y Parte V
Queridas viajeras, queridos viajeros…
“Y si la niebla entra bien y deposita dulcemente el aire salado sobre el fruto, entonces tienes algo que no se puede comprar con dinero y que los cocineros no pueden conseguir. Una mora perfecta, ligeramente salada. No es posible hacerlas, obedecen al tiempo y a la naturaleza. Son un regalo que llega justo cuando crees que el verano ha terminado y que todo lo bueno ya ha pasado. Un regalo".
Seguimos viajando por el sendero con Raynor y Moth…, y los acompañamos en la parte IV y V del libro, calados hasta los huesos, adormecidos bajo el sol, presintiendo el frío del otoño y del invierno, subiendo a promontorios, contemplando paisajes que nos dejan sin aliento… para bajar a calas y playas en las que, si la marea está baja, acamparemos. O, tal vez, lo haremos en una cornisa peligrosa, o en un prado increíblemente verde, o en un camping del que tendremos que huir por la mañana, pues nuestros ingresos siguen siendo escasos. Estamos más delgados, curtidos, la piel seca, el pelo enmarañado y blanco. Nuestro aspecto no es demasiado limpio, ni elegante. Si nos encontramos con otros senderistas, esos que Raynor llama soldados de la marcha, y sostenemos la historia de que nos hemos lanzado a la aventura, todo irá bien, reirán y charlarán con nosotros, incluso, se beberán nuestras tazas de té. Pero, ah. Si por casualidad descubren o revelamos que no tenemos nada, ni hogar, ni dinero, ni trabajo, entonces… desaparecerán de nuestro lado, mirándonos con el prejuicio del que cree estar ante un ladrón, un alcohólico, un ser humano sin valores ni dignidad.
Y, sin embargo, cuando dejemos todo eso atrás para refugiarnos en el cobertizo de unas antiguas amistades (ah, claro, sin pagar alquiler, solo trabajo y más trabajo y mucho más trabajo), entonces, nos sentiremos vacíos y añoraremos el horizonte y seguir con la vista el vuelo del halcón. Porque cuando vagabundeamos, sin techo ni futuro, al menos somos protagonistas de nuestra vida. Podemos tomar decisiones, seguir caminando, hacer té, subir allí, bajar allá, acampar, dormir, charlar, llorar o reír.
Qué capítulos más duros.
En la parte IV Raynor y Moth llegan a Land´s End, la mitad del Sendero de los Acantilados, el punto de referencia. Y, ahora, ¿qué?
Presienten el frío. La enfermedad de Moth parece estar controlada, pero el frío y la humedad no le sientan bien. ¿Qué será de él en los meses más duros?
Y, ¿cómo harán, dónde dormirán? ¿Cuál es el plan?
En medio de este dilema, reciben una llamada de una amiga, Polly, que vive en una granja en el centro del país. Les ofrece un cobertizo que está a medio construir, con la condición de que lo terminen, y podrán vivir en él sin pagar alquiler.
¿Qué hacer?
Deciden abandonar el sendero e intentarlo. Sus hijos tienen la sensación de que se están equivocando y, ellos, también. Pero es la decisión que parece más sensata.
En el cobertizo, los dolores vuelven, más intensos. El médico les dice que no puede llevar la vida del sendero (descansar, pocos paseos…) y, sin embargo, Moth siente que está enfermando a marchas forzadas.
Raynor y él trabajan sin descanso, sin ilusión. Se sienten vacíos. Están sobreviviendo.
Polly le consigue un trabajo remunerado a Raynor, durísimo, empaquetando los vellones de lana de las ovejas… trabaja codo con codo con los esquiladores, hombres bruscos que no le hablan. Moth, poco a poco, con gran esfuerzo y muchos dolores, va terminando el cobertizo, y, entonces, uno de los esquiladores revela que va a alquilárselo a Polly.
Nada de promesas. Lo que les dijo ya no sirve.
Pero a veces, la vida nos pone en situaciones que, a la larga, agradecemos. Porque nos vemos obligados a decidir.
“Caminar era mejor que acampar en casa de amigos o familiares, suponer una carga, convertirnos en un incordio, desgastando la amistad hasta que solo quedara tolerancia”.
Y allá que se van Moth y Raynor, a emprender una nueva etapa, con un plan: Moth se ha matriculado en la universidad para conseguir un título y poder enseñar todo lo que él ya sabe (qué impotencia, muchas veces, la necesidad de tener títulos que demuestren que sabes hacer lo que llevas haciendo tantos años, toda la vida). Ya tienen una meta, un fin.
Me ha encantado esta cita de John Muir:
“Todo el mundo necesita la belleza tanto como el pan”.
Bien, aún nos queda leer la parte VI de El sendero de la sal, pero tenemos bastantes temas sobre los que reflexionar:
- La fragilidad de la amistad.
- Los prejuicios ante las personas sin hogar (este tema ha aparecido desde el primer momento).
- El turismo de masas.
- Los senderistas, “soldados de la marcha”, que no viajan de manera consciente, sino para cumplir marcas.
- La enfermedad y la necesidad de hacer planes… porque, si no podemos hacer planes, si no tenemos ilusión, proyectos… entonces, ¿qué?
Os dejo algunos enlaces a sitios maravillosos, a personas que aparecen en estos capítulos, series… no están todos, tal vez, pero sí son los que están:
- El delfín nariz de botella
- Land´s End
- Cornish Mining World Heritage Site
- Canal de La Mancha
- Port Nanven
- John O´Groats
- Gwennap Head
- Porthgwarra
- Minack teatro al aire libre
- Rowena Cade
- Iolanthe de Gillbert y Sullivan
- John Le Carré
- Porthcurno
- Mousehole
- Penzance
- Marazion
- Newlyn
- Polurnian Predamnack Head
- Reserva natural de The Lizard
- Caolinita
- Daphne Du Marier
La música, os la dejo en el vídeo…
Vuestro turno.
Salud y largo viaje, lectoras, lectores.
(Las fotos, las he tomado de aquí).