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3º parte. Más cerca del esclarecimiento de los hechos. Hasta la visita de Plinio al Pianolo.

Libro que estamos comentando: 
El reinado de Witiza
Cuando Plinio se planta el uniforme nuevo, el uniforme de verano, se intuye que, aunque parezca que nada cambia en la investigación, él decide tomar las riendas del asunto y pasar a ser protagonista en un momento en el que reina la confusión y el desconcierto en el depósito de cadáveres del cementerio de Tomelloso.
 
La autoridad civil y eclesiástica continúa, mientras tanto, presionando sobre el jefe de la Policía Municipal de Tomelloso. Los medios de comunicación ya se han hecho eco de la noticia, lo que Plinio buscaba en su provecho desde el principio, pero desgraciadamente los candidatos a ser el cadaver se multiplican y la voluntad de la autoridad por ofrecer resultados a la opinión pública llega hasta el mismo Alcalde de Tomelloso.
 
A un personaje como Plinio, que siempre mantiene la calma, pocas veces le vamos a ver verdaderamente enfadado. 
 
Lo que le hace perder la compostura es un hecho sorprendente: durante la noche del domingo las tres hermanas venidas de Madrid se quedan a velar al muerto y Plinio destaca al guardia Anacleto de vigilancia en el depósito. Pero una llamada a las cinco de la mañana le va a cortar el sueño cuando le avisan de que el cadaver ha desaparecido.
 
Este genial giro en la historia añade detalles verdaderamente jocosos, por lo que no es difícil imaginar al autor fraguando, divertido, la escena más jocosa de la novela. Resulta que las hermanas deciden a media noche volver a su alojamiento en Manzanares, pero resuelven que la hermana regordeta se quede ella sola toda la noche. Nada hubiera pasado si el guardia Anacleto no se hubiese enzarzado con la señora y se la hubiese llevado a la era. Al volver horas más tarde, después de un merecido descanso tras un trajín tan fogoso, se encuentran con que el cadáver ha desaparecido.
 
La reacción inmediata de Plinio es la de reprender a su subordinado y castigarle varios días con una estancia en el calabozo, pero no puede evitar una carcajada cuando Anacleto, delante también de don Lotario y Matías, se justifica diciendo  que "un polvo se le echa a un pobre" y con más motivo a una mujer necesitada.
 
Este hecho trastoca enormemente el discurrir del caso. A Plinio le toca discurrir sobre quienes y cómo han conseguido sacar la cadaver del depósito, y reflexiona después sobre el paso del tiempo en los pueblos, con los días tan iguales que solo acontecimiento como los que están pasando esos días en Tomelloso consiguen sacarlos de su letargo.
 
Antonio, el Faraón, recogiendo un comentario que aparece en las primeras páginas del libro, decide llamarlo "el caso Witiza", por lo de "oscuro y tormentoso se presentaba el reinado de Witiza", y con ello quería enfatizar el carácter especial de los hechos que estaban viviendo y posiblemente poner nombre a unos sucesos que difícilmente se olvidarían en mucho años. El propio Manuel González es consciente de que su nombre será recordado y su figura será un mito en Tomelloso. Quién iba a decir a García Pavón que los sueños de su personaje se iban a hacer realidad cincuenta años después, cuando este mismo año 2019 se han inaugurado en la Plaza Mayor del municipio unas estatuas que representan al policía y al veterinario en la figura de los dos célebres actores que dieron su imagen en la serie de televisión.
 
¡Mariposas blancas revolotean en el depósito! Algo tan ajeno al caso le lleva al policía a recordar una escena similar, con mariposas blancas, que sucedió durante la visita que hizo junto a don Lotario hace unos días a Miralagos. Él continúa más despistado que "una vaca en un garaje", pero el detalle de las mariposas le hace tener uno de sus famosos pálpitos y decide volver otra vez a Miralagos y encontrase allí con el extraño administrador de la finca de don Ignacio.

Ciertas anécdotas adornan el relato de los hechos: el inesperado éxito de Alcáñiz y su puesto de caretas para el carnaval, el policía Rovira que vuelve de Manzanares con noticias sobre la existencia, vivito y coleando, de don Carlos Espinosa, el exmarido de doña Ángela, o la graciosísima escena en la que el cura, desconocedor de los hechos ocurridos por la noche en el cementerio, alaba las virtudes de las tres señoras y su alta alcurnia.
 
Eliminada ya la posibilidad de que el cadáver pertenezca a don Carlos Espinosa, el viaje a Miralagos no aclara si el muerto es finalmente don Ignacio de la Cámara, ni siquiera si este está vivo o muerto. La historia de don Ignacio es algo que extrañamente el autor se queda sin cerrar. No sabremos más del destino del protagonista de una bonita historia de amor, que sirvió para contarnos cómo vivián las élites burguesas del período anterior a la guerra civil. Lo que sí van a descubrir Plinio y don Lotario es el extraño comportamiento de don Luprecio, el administrador de la finca y su cómplice Luque Calvo. Ambos confiesan la autoría del robo del cadáver y cómo lo depositaron en la tumba de la capilla de la finca, al lado de la de su amada Elisabeth.
 
De vuelta con el cadáver a Tomelloso, reciben noticias de Juaneque, el albañil que terminó de construir la valla del cementerio y que en páginas anteriores había recordado que cajón de nuestra novela  le parecía haberlo visto mientras un camión lo depositaba frente a la puerta de una casa, en una calle que todavía no era capaz de recordar. Descartadas ya varias posibilidades acerca de la personalidad del muerto, parece que esta pista va a ser la buena.
Esta es mi tierra: Tomelloso de Francisco García Pavón - Extracto