3 parte. Hasta el capítulo 12.
Capítulo 9.
El niño no puede volver a la granja de su amo. Acaba de hacer explosionar el granero con las minas (lo que coloquialmente llaman "los jabones") que ha ido recogiendo en el bosque y los campos; y toda esa demostración para huir de una turba furiosa y sedienta de venganza.
De nuevo vuelta al camino, de aldea en aldea.
En este capítulo 9 es acogido por un campesino y su mujer. Una de sus tareas principales consiste en la recogida de hongos, al parecer muy abundantes. En los viajes al bosque, nos relata un primer contacto con los trenes llenos de judíos, con destino a los campos de concentración. En los vagones de ganado, herméticamente cerrados, se amontonan los personas vivas.
No se puede ser más escueto, más claro y más realista.
Los campesinos de la aldea vecina, que trabajan en la construcción de un campo de concentración, comienzan a difundir "extrañas" historias. Es curiosa la reacción de los campesinos: no se mostraban conmovidos; al revés, expresaban la creencia popular de que los judíos habían sido los responsables de la muerte de Jesús y, por esa causa, les estaba bien merecido lo que les estaba pasando. Los alemanes estaban haciendo justicia casi dos mil años después.
Está creencia ha estado muy arraigada en muchas culturas antisemitas en todo Europa y ha sido una de las causas principales de la persecución de los judíos durante siglos. En mi infancia, yo mismo tuve que escuchar algún comentario similar, aunque nunca nada tan bestial como que "al judío se les debía negar el privilegio de la muerte natural" Esa rabia se redirige inevitablemente a nuestro protagonista: "¡judío-gitano, aún has de arder!".
El niño cuenta que, alguna vez, los judíos encerrados en los trenes conseguían romper unas tablas del suelo y deslizarse desde los vagones en marcha. Casi siempre morían destrozados en las vías, aun así, los lugareños se comportaban de la forma más inhumana posible con ellos: corrían a arrancarles la ropa y los zapatos, y, en el caso de que hubiese un superviviente, los trataban peor aún que a los animales.
La historia de la joven judía, violada por el personaje llamado Arco Iris, podría dar lugar a alguna observación de tinte cómico en otro contexto, pero el destino que le sobreviene a la joven es trágico, a la altura de estas escenas que ya hemos leído en EL PÁJARO PINTADO: horror, gritos y mucho sadismo innecesario. Quienes nos hemos criado en un ambiente rural, y en los años en los que los perros estaban todavía sueltos por la calle, hemos visto alguna escena parecida, con ambos animales esforzándose por soltase después del coito y con los muchachos riéndose y vociferando mientras los animales pugnan por soltarse. Imaginarse la escena con humanos me pone los pelos de punta.
Capítulo 10.
Por fin aparecen los alemanes en la novela. Buscan judíos ocultos, por lo que la estancia del niño en su última aldea toca a su fin. Tiene obligatoriamente que huir, sin embargo acaba enseguida capturado por tropas alemanas y sufre, junto con otro prisionero judío, la barbarie del régimen nazi.
Como siempre, los campesinos colaboran a su manera: ¡duro con los judíos, duro con los hijos de puta! Los alemanes, a ojos del niño, aparecen como seres perfectos, como seres superiores. El niño se queda impresionado por el porte y el uniforme del oficial alemán. Es muy diferente a las personas con las que convive en los pueblos de la Polonia oriental.
Son varias las ocasiones en las que, a pesar de su juventud, el niño ve muy cerca a la muerte, y en esta ocasión su vida está en manos de tropas alemanas, que buscan judíos y gitanos para cumplir con su política de exterminio. Su compañero de cautiverio sufre hasta morir los castigos y las torturas; el jovencito afortunadamente salva su vida, posiblemente por su juventud y por la condescendencia del oficial alemán.
Capítulo 11
El oficial alemán pone a nuestro protagonista en manos de un sacerdote y parece que, por fin, su destino va a cambiar. Sin embargo, con su nuevo amo, nada cambia, incluso empeora.
El sacerdote solo tiene comportamientos dulces y cariñosos, pero el granjero Garbos, en cuyo hogar va a discurrir este capítulo, va a resultar el más pervertido, maniático, cruel y sádico de todos los amos que ha tenido en su vagabundeo desde que comenzó la guerra.
Son páginas de palizas y de torturas, con la presencia constante y aterradora del perro Judas dispuesto siempre a acabar con el jovencito.
Contiene este capítulo la extraña experiencia del niño con la iglesia y las crencias religiosas. En sus tareas de monaguillo encuentra un alivio a la brutalidad de los castigos que recibe de Garbos y, desde sus escasos diez años, interpreta a su manera, y de forma interesada, la utilidad de la oración y de la relación del hombre con Dios. Acaba el capítulo con otra escena que pone el estómago revuelto: sumergido y casi ahogado en una fosa septica de la que se salva, otra vez, de milagro.
Jerzy Kosinski no ha sido un escritor especialmente popular en España, sin embargo en Estados Unidos disfrutó de fama y reconocimiento, a la vez que se labró una personalidad controvertida, siempre en los focos de la polémica.
Es fácil encontrar en inglés vídeos y artículos que analizan su polémica figura, sin embargo en castellano no abundan tanto. Comparto unos enlaces a artículos en castellano que estudian más a fondo su figura:
http://letras.mysite.com/jkoz030913.html
Enlazo también la noticia de El País que recogía el suicidio del escritor el 3 de mayo de 1991
https://elpais.com/diario/1991/05/04/cultura/673308004_850215.html