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2ª parte. Hasta el capítulo 9

Libro que estamos comentando: 
El pájaro pintado
La primera parte de la lectura acababa con una escena impactante: el molinero, comido por los celos y con una frialdad sobrecogedora, saca los ojos a su joven ayudante entre los gritos de la mujer y la sorpresa de nuestro joven protagonista. 
 
La brutalidad de la escena confirma la sensación de que la única ley que rige entre los campesinos es la del más fuerte. El molinero debe sentirse impune para actuar de esa forma tan cruel con el joven empleado de su molino; una acción que a todas luces es desproporcionada en relación con la escena que hemos presenciado. Kosinski se recrea en la descripción de los ojos extraídos violentamente de las cuencas del joven. Lo hace con una frialdad que impacta y manteniendo un ritmo constante, que va creciendo poco a poco hasta que ocurre lo inevitable.
 
¿Creéis que es necesaria la descripción tan prolija de los hechos? ¿No pensáis que se recrea demasiado en la descripción de las escenas sangrientas?
 
La última parte del capítulo 5 adquiere incluso tintes humorísticos: del terror de los gestos del joven jornalero se pasa a la imagen de los globos oculares rodando por el suelo y sirviendo de juguete a los gatos. Y mientras tanto, el niño entiende los hechos a su modo, los dota de cualidades propias, independientes de las funciones conectadas de todo el cuerpo humano.
 
No son necesarias muchas explicaciones para justificar que el niño coja su macuto, un poco de comida y busque otro hogar en el que la vida del prójimo tenga más valor.
 
Comentaba la semana pasada que el deambular del niño de aldea en aldea, acogiéndose siempre a quien tenga la voluntad de ampararlo, a veces por compasión (las menos), a veces por interés, recordaba las aventuras del Lazarillo, siempre soportando hambre y penalidades, y escabulléndose de los golpes y los castigos que le llueven solo por ser niño débil y abandonado. 
 
El suceso de los ojos incentivó en él el afán de guardar en la memoria, como si ellos tuviesen también la función de recordar, todos los acontecimientos que le tocasen vivir a partir de ahora.
 
El capítulo 5 presenta la estancia del niño con Lej, que admite al niño por un motivo muy razonable: “Si me empleó, fue únicamente porque yo era muy pequeño, delgado y ligero”. Lej vive un poco alejado de sus otros vecinos, cazaba pájaros y los vendía en las aldeas vecinas.
 
Este es un capítulo muy lírico, una loa a la naturaleza y a los que viven en comunión con ella.El  niño aprende de Lej los nombres y los secretos de los pájaros. Tal vez lo que le cuenta de las cigüeñas, las golondrinas y los cuclillos sea la forma de demostrarle su cariño. El no lo maltrata si no que lo trata como un discípulo. Lej me enseñó que el hombre siempre debe observar atentamente a los pájaros y sacar conclusiones de su comportamiento”.

 
En su afán de libertad Lej había decidido que le gustaban más los pájaros que las personas. Es un espíritu libre que acaba coincidiendo con otro ser especial, la Estúpida Ludmila. Ella es más libre si cabe. Goza de una libertad que no puede ser admitida por el resto de los campesinos, que la ven derramando sus encantos a manos llenas, mientras ellos y sus mujeres la critican y la acusan de haber embrujado al joven y de haberlo trastornado con sus deseos sexuales.
 
El desenlace de la relación entre Ludmila y Lej está predestinado a acabar trágicamente.  Ella es, una vez más, la diferente en una sociedad rural que describen de que describe Kosinski y los que deciden viví de forma diferente reciben el rechazo del grupo ya sean los campesinos o las bandadas de pájaros.
 
Kozinski utiliza el ejemplo de los pájaros pintados, que, anhelantes de volver al grupo después de haber sido capturados, son rechazados por sus congéneres hasta la muerte, porque ellos los consideran como una amenaza. Es el símil que se repite durante toda la novela. La Estúpida Ludmila o el niño del pelo negro no encajan en una sociedad atrasada, que se guía por sus supersticiones y solo considera al que no es igual que ellos comoo foco de desgracias y de mala suerte.
 
Capítulo 6. El nuevo giro del destino lleva al niño a la casa del carpintero y su esposa. Recibe comida por trabajar para ellos, pero su pelo y su aspecto, tal vez judío, tal ve gitano, le convierten supuestamente en un foco de atracción de los rayos y las tormentas. Este es el capítulo en el que las fuerzas de la naturaleza se consideran como la demostración de una especie de poder divino, ante el que la voluntad de los aldeanos poco puede hacer; solo le queda resignarse.
 
Recuerda este capítulo, más que ninguno otro, alguno de las aventuras del pícaro Lázaro de Tormes. Por primera vez el niño se defiende cuando comprende que su vida va a estar en peligro, y utiliza el nido de ratas en la casamata de forma similar a la que usa Lázaro con el ciego de la novela picaresca. Una vez más el autor no ahorra ningún detalle en la descripción de la colonia de ratas devorando el cuerpo del molinero.
 
A estas alturas ya habréis entendido que las principales críticas a EL PÁJARO PINTADO llegan por la truculencia de las escenas y porque se antojan demasiado intensas, creibles y frecuentes.
 
En los dos capítulos siguientes siguen pasando muchísimas cosas. En el 7 el niño es acogido por la familia del herrero y jefe de su aldea. Sigue participando en el escalón más bajo de la vida familiar: una de sus dedicaciones principales es despiojar la chaqueta del herrero y reservar alguno de los piojos para que la mujer elabore enrevesadas recetas, con múltiples y extraños ingredientes, cuanto más asquerosos mejor. 
 
En este capítulo y en el siguiente aparecen por primera vez,creo, situaciones  relacionadas directamentecon la guerra. Por un lado las luchas entre las guerrillas rojas y las blancas llenan a las aldeas de desgracias y de hambre, por otro las tropas alemanas, que permanecen cerca de las rutas principales y de las vías del tren, aparecen a los ojos del niño como superhombres que tienen en sus manos las llaves del progreso; sin embargo, se libra de su racional crueldad por una de esas paradojas del destino: es un soldado alemán el único que muestra, hasta ahora, un pequeño rastro de humanidad.